Opinión

Los carnavales históricos del Casino Tomelloso

José Antonio Negrillo Martínez | Martes, 1 de Febrero del 2022
{{Imagen.Descripcion}}

¡Qué tiempos aquellos! Los miras desde la lejanía y te parecen  un sueño, un sueño maravilloso que no hubieras querido que se acabase. Se dice que como se vive ahora no se vivía antes, que fueron tiempos peores, que los fueron, pero en ciertos aspectos, no tanto, por la parte que me toca, he vivido una infancia y una juventud plena, llena de vida sin miedos, con una camaradería con los amigos suprema, y no digamos con nuestros mayores, aceptábamos algunas cosas a regañadientes, pero eran nuestros mayores y punto. Mi juventud transcurrió muy feliz, hice mis amigos que aún conservo, salvo los que por desgracia han desaparecido,  no la cambiaría por nada del mundo.

 Todo esto sale a colación porque tenemos a las puertas LOS CARNAVALES, ¿y cómo vamos a comparar los actuales con los de mi generación de los años sesenta?, no había tablet, ni teléfonos móviles de última generación, no, eso no existía, en su lugar estaban los baúles de las madres, las abuelas y las bisabuelas, y mucha imaginación  y de ahí sacaban las mujeres verdaderas obras de arte, o auténticos andrajos para complicarle más la vida al pobre incauto o incauta que cayera en sus fauces para gastarle la broma, que a veces con ese guirigay te sometían a un martirio chino. No existían discotecas, ni botellones, solo estaba el hombre del “aliguí”, que era un señor con un palo y una cuerda atada a un extremo del mismo y el otro a un caramelo y decía “ aliguí, aliguí, con la mano no, con la boca sí”, o las “taratas” de Juaninas, me contaba mi amigo Eladio Cabañero, que en algunas ocasiones, salían los gañanes en una galera con cánticos estilo a las murgas o coros de Cádiz, me decía que algunos trabajaban en las bodegas de Jonás Torres, y decían “hermanos de la viña, este año van a valer mucho los despojos” a lo que el respetable contestaba “bien por Don Joanás”.

Y…una calle el Charco (hoy García Pavón), a rebosar, íbamos como vulgarmente se dice “como piojo en costura”, cuantos “cepillazos, zorrazos o botes de talco” se habrán liquidado. Oficialmente estaban prohibidos, pero se hacía mucho la vista gorda y salvo algún tirón de orejas del Sargento Penicilina la cosa no pasaba a mayores. Nos dejaban hasta las siete y a esa hora ¿dónde íbamos? ¿a casa?, NOO, al CASINO DE TOMELLOSO, y allí siempre nos esperaba una buena orquesta, y un cantante de primera categoría, casi todos primerizos, me acuerdo de Paloma San Basilio, que era muy jovencita, aquellos salones enormes llenos a rebosar de humanidad y… de humo. El día de más concurrencia era el martes, pues el miércoles se empezaba la Cuaresma y ya solo se celebraba el entierro de la sardina. Pero volvamos al Casino; era un espectáculo, sobre todo el salón de los espejos, un salón diáfano con  un artesonado de madera y unos enormes espejos, no sé exactamente las medidas pero serán de 4 x 4 metros, enmarcados en madera, en perfecto estado de conservación, dichos espejos en los acontecimientos importantes del Casino hacían de tablón de anuncios, por ejemplo en Navidad, o en convocatoria de elección de Junta Directiva o en el caso que nos ocupa, anunciando los Programas del Carnaval. Había en Tomelloso un pintor de brocha gorda, pero también era un artista con los pinceles, se llamaba Antonio Pérez Rubio, hacía maravillas en los espejos, dibujaba siluetas de parejas bailando y con una letra tipo palo perfecta detallaba los eventos que hubiere en esas fiestas. Un inciso, éste señor cuando presentaba la factura era casi ilegible, pues apenas sabía escribir, y para colmo casi todos los camiones y furgonetas de Tomelloso y alrededores los rotulaba él. Lo dicho un artista de pies a cabeza, y sirvan éstas letras como mi humilde homenaje a su persona.

Dios quiera y no tengamos una mente prodigiosa y quiera utilizar la piqueta y privar a Tomelloso de los mejores salones que hay en muchos kilómetros a la redonda, sería otro crimen como nos pasó con el Teatro Cervantes y más y más.

Hechas ya las presentaciones del Casino, vamos a pasar a su interior: por el molino (unas puertas giratorias, no las de los políticos) que era el acceso desde la calle y ya dentro te encontrabas todos los techos de guirnaldas y farolillos de papel y gente, mucha gente, por las tardes (había dos sesiones de 19 a 21 y de 23 a …), era clásico ver al pasar debajo del espejo de la izquierda siempre a las mismas señoras ya entradas en años,  sentadas en sus sillones para al día siguiente dar sus crónicas y sus cotilleos correspondientes a la jornada, les decíamos las corresponsales de Lanza, a la derecha en el otro espejo, allí se situaba la Orquesta, al fondo a la izquierda la barra y más al fondo y a la derecha otro salón, y ahí había una sala (la biblioteca) que se habilitaba para vender los confetis, serpentinas y demás artilugios propios de las fiestas carnavalescas, el chiringuito lo regía Ángel Linares, contable del Casino, en la barra estaba al cargo Boni Sánchez, y  atendía a las casi 600 personas que nos reuníamos allí. Ya metidos en harina, digo en el baile, había de todo mucho bailoteo, mucho toqueteo, ¡natural! eran tiempos que había que aprovechar y no dejar escapar nuestra liebre, mucho cubata y algún que otro mareíllo, casi todos los asistentes al baile íbamos “de paisano”, por supuesto con nuestro traje y la inseparable corbata, y aunque estaba prohibido pasaban bastantes máscaras a darnos la broma y a achucharnos delante de nuestras  novias para darles celos y provocar algunas veces momentos tensos. Una de las anécdotas que me pasaron, fue que mi tía Amalia Negrillo, (q.e.p.d.) me estuvo persiguiendo una tarde y no paró de acosarme, venga meterme mano, ¡¡con un arte!!, mi novia de momento se reía, pero ya la cosa se puso feota, y los amigos de mi cuadrilla, Bernardo, Alejandro, Federico y sus correspondientes tuvieron que mediar hasta que por fin se descubrió el pastel y todo quedó en un “susto”. Eran clásicos en el baile José Sevilla, cebolla, Luis González, de Los Muchachos, que nos martirizaban con el confeti, se llevaban sacos grandes y hasta que no los dejaban en los huesos no paraban. O una tarde un muy amigo mío que trabajaba en Correos, (ya fallecido) se disfrazó de chino, se pintó de amarillo bien, como una bayeta y se puso un sombrero de chapa como la tapa de una tinaja, se cruzó conmigo entre las puertas que dan de un salón a otro y al ir a saludarme voceando “¡¡Tinete!!! ¿es que no me conoces? soy Manolo, el feo”, y se quedó atascado, todo un poema.  Al principio dije que venían cantantes de primera fila, recuerdo que un año coincidieron Jaime Morey en el Casino de Tomelloso y Basilio en el San Fernando, (había piques entre los dos Casinos), y al finalizar el baile de la tarde se juntaron los dos en la puerta del Casino Tomelloso, y mi novia y yo junto con mi suegro nos íbamos a casa, pero el representante de Jaime Morey, le dijo al padre de mi mujer hoy,  Ceferino Díaz, que si conocía alguna bodega subterránea de Tomelloso y claro le faltó tiempo para ofrecerle la suya.

Hago punto y aparte pues no es para menos. Se vinieron a la bodega, Ceferino, su amigo Justo Morago, creo que Andrés Lillo, su hijo Arcadio y nosotros, esto por el equipo local, por el visitante el mencionado Jaime Morey, Basilio y sus representantes, bajamos a la cueva la comitiva y los aperitivos y vaso de aquí, vaso de allí, pincho aquí, pincho allá, la cosa fue tomando calor, no color, Basilio se marchó enseguida, pero su compañero Jaime, como buen valenciano le iba la marcha y cayó como decimos aquí con 15º en la lona, por supuesto la sesión de noche no pudo cantar apenas, llegó tarde y mal muy mal.

Luego estaban las sesiones de noche, éstas menos numerosas, y ahí nos juntábamos los novios, ya solos, matrimonios un poco mayores, y los cierra bares de costumbre. Una noche actuaba una tal Katinga o Katinka, una señora de muy buen ver y ligerita de ropa, para lo que eran aquellos tiempos, y claro eso provocaba al respetable, sobre todo a los que ya iban un poco cargados de “medicina”; recuerdo a un operario, omito su identidad, que estaba bien colocado y se las daba de machote, se subió al tablao con intenciones algo lujuriosas y la citada Katinga o como se llamara le soltó dos sonoras bofetadas al estilo farwest.

Ahora ya todo ha cambiado, surgieron las discotecas, y el Casino dejó de organizar los bailes, y se ha derivado todo con la política de por medio, ah! y gracias a las Asociaciones que con su trabajo y mucha ilusión van dándole vida y un soplo de aire fresco a éstas fiestas tan populares.

Desde esta sección de Opinión quiero enviar mi más sentido pésame a la familia de Jesús Andújar, uno de los artífices de los Nuevos Carnavales de Tomelloso, recientemente fallecido. Un fuerte abrazo. Y otro a su familia artística, Ángel y Zoilo.

Algún día contaré varias anécdotas carnavalescas que me han sucedido. Por hoy ya está bien y no quiero que me digáis cansinoooo.

 

José Antonio Negrillo Martínez.

Febrero 2022

ob.imagen.Descripcion
ob.imagen.Descripcion
3708 usuarios han visto esta noticia
Comentarios

Debe Iniciar Sesión para comentar

{{userSocial.nombreUsuario}}
{{comentario.usuario.nombreUsuario}} - {{comentario.fechaAmigable}}

{{comentario.contenido}}

Eliminar Comentario

{{comentariohijo.usuario.nombreUsuario}} - {{comentariohijo.fechaAmigable}}

"{{comentariohijo.contenido}}"

Eliminar Comentario

En esta misma categoría...

Mesticia

Domingo, 6 de Julio del 2025

Adiós

Domingo, 6 de Julio del 2025

Haga click para iniciar sesion con

facebook
Instagram
Google+
Twitter

Haga click para iniciar sesion con

facebook
Instagram
Google+
Twitter
  • {{obligatorio}}