¡Qué tiempos aquellos! Los miras desde la lejanía y te
parecen un sueño, un sueño maravilloso
que no hubieras querido que se acabase. Se dice que como se vive ahora no se
vivía antes, que fueron tiempos peores, que los fueron, pero en ciertos
aspectos, no tanto, por la parte que me toca, he vivido una infancia y una
juventud plena, llena de vida sin miedos, con una camaradería con los amigos suprema,
y no digamos con nuestros mayores, aceptábamos algunas cosas a regañadientes,
pero eran nuestros mayores y punto. Mi juventud transcurrió muy feliz, hice mis
amigos que aún conservo, salvo los que por desgracia han desaparecido, no la cambiaría por nada del mundo.
Todo esto sale a
colación porque tenemos a las puertas
LOS CARNAVALES, ¿y cómo vamos a
comparar los actuales con los de mi generación de los años sesenta?, no había
tablet, ni teléfonos móviles de última generación, no, eso no existía, en su
lugar estaban los baúles de las madres, las abuelas y las bisabuelas, y mucha
imaginación y de ahí sacaban las mujeres
verdaderas obras de arte, o auténticos andrajos para complicarle más la vida al
pobre incauto o incauta que cayera en sus fauces para gastarle la broma, que a
veces con ese guirigay te sometían a un martirio chino. No existían discotecas,
ni botellones, solo estaba el hombre del “aliguí”, que era un señor con un palo
y una cuerda atada a un extremo del mismo y el otro a un caramelo y decía “
aliguí, aliguí, con la mano no, con la boca sí”, o las “taratas” de Juaninas,
me contaba mi amigo Eladio Cabañero, que en algunas ocasiones, salían los
gañanes en una galera con cánticos estilo a las murgas o coros de Cádiz, me
decía que algunos trabajaban en las bodegas de Jonás Torres, y decían “hermanos
de la viña, este año van a valer mucho los despojos” a lo que el respetable
contestaba “bien por Don Joanás”.
Y…una calle el Charco (hoy García Pavón), a rebosar, íbamos
como vulgarmente se dice “como piojo en costura”, cuantos “cepillazos, zorrazos
o botes de talco” se habrán liquidado. Oficialmente estaban prohibidos, pero se
hacía mucho la vista gorda y salvo algún tirón de orejas del Sargento
Penicilina la cosa no pasaba a mayores. Nos dejaban hasta las siete y a esa
hora ¿dónde íbamos? ¿a casa?, NOO,
al CASINO DE TOMELLOSO, y allí siempre nos esperaba una buena orquesta, y un
cantante de primera categoría, casi todos primerizos, me acuerdo de Paloma San
Basilio, que era muy jovencita, aquellos salones enormes llenos a rebosar de
humanidad y… de humo. El día de más concurrencia era el martes, pues el
miércoles se empezaba la Cuaresma y ya solo se celebraba el entierro de la
sardina. Pero volvamos al Casino; era un espectáculo, sobre todo el salón de
los espejos, un salón diáfano con un
artesonado de madera y unos enormes espejos, no sé exactamente las medidas pero
serán de 4 x 4 metros, enmarcados en madera, en perfecto estado de conservación,
dichos espejos en los acontecimientos importantes del Casino hacían de tablón
de anuncios, por ejemplo en Navidad, o en convocatoria de elección de Junta
Directiva o en el caso que nos ocupa, anunciando los Programas del Carnaval. Había
en Tomelloso un pintor de brocha gorda, pero también era un artista con los
pinceles, se llamaba Antonio Pérez Rubio, hacía maravillas en los espejos,
dibujaba siluetas de parejas bailando y con una letra tipo palo perfecta
detallaba los eventos que hubiere en esas fiestas. Un inciso, éste señor cuando
presentaba la factura era casi ilegible, pues apenas sabía escribir, y para
colmo casi todos los camiones y furgonetas de Tomelloso y alrededores los rotulaba
él. Lo dicho un artista de pies a cabeza, y sirvan éstas letras como mi humilde
homenaje a su persona.
Dios quiera y no tengamos una mente prodigiosa y quiera
utilizar la piqueta y privar a Tomelloso de los mejores salones que hay en
muchos kilómetros a la redonda, sería otro crimen como nos pasó con el Teatro
Cervantes y más y más.
Hechas ya las presentaciones del Casino, vamos a pasar a su
interior: por el molino (unas puertas giratorias, no las de los políticos) que
era el acceso desde la calle y ya dentro te encontrabas todos los techos de
guirnaldas y farolillos de papel y gente, mucha gente, por las tardes (había
dos sesiones de 19 a 21 y de 23 a …), era clásico ver al pasar debajo del
espejo de la izquierda siempre a las mismas señoras ya entradas en años, sentadas en sus sillones para al día
siguiente dar sus crónicas y sus cotilleos correspondientes a la jornada, les
decíamos las corresponsales de Lanza, a la derecha en el otro espejo, allí se
situaba la Orquesta, al fondo a la izquierda la barra y más al fondo y a la
derecha otro salón, y ahí había una sala (la biblioteca) que se habilitaba para
vender los confetis, serpentinas y demás artilugios propios de las fiestas
carnavalescas, el chiringuito lo regía Ángel Linares, contable del Casino, en
la barra estaba al cargo Boni Sánchez, y atendía a las casi 600 personas que nos
reuníamos allí. Ya metidos en harina, digo en el baile, había de todo mucho
bailoteo, mucho toqueteo, ¡natural! eran tiempos que había que aprovechar y no
dejar escapar nuestra liebre, mucho cubata y algún que otro mareíllo, casi
todos los asistentes al baile íbamos “de paisano”, por supuesto con nuestro
traje y la inseparable corbata, y aunque estaba prohibido pasaban bastantes
máscaras a darnos la broma y a achucharnos delante de nuestras novias para darles celos y provocar algunas
veces momentos tensos. Una de las anécdotas que me pasaron, fue que mi tía
Amalia Negrillo, (q.e.p.d.) me estuvo persiguiendo una tarde y no paró de
acosarme, venga meterme mano, ¡¡con un arte!!, mi novia de momento se reía,
pero ya la cosa se puso feota, y los amigos de mi cuadrilla, Bernardo, Alejandro,
Federico y sus correspondientes tuvieron que mediar hasta que por fin se
descubrió el pastel y todo quedó en un “susto”. Eran clásicos en el baile José
Sevilla, cebolla, Luis González, de Los Muchachos, que nos martirizaban con el
confeti, se llevaban sacos grandes y hasta que no los dejaban en los huesos no
paraban. O una tarde un muy amigo mío que trabajaba en Correos, (ya fallecido)
se disfrazó de chino, se pintó de amarillo bien, como una bayeta y se puso un
sombrero de chapa como la tapa de una tinaja, se cruzó conmigo entre las
puertas que dan de un salón a otro y al ir a saludarme voceando “¡¡Tinete!!! ¿es
que no me conoces? soy Manolo, el feo”, y se quedó atascado, todo un poema. Al principio dije que venían cantantes de
primera fila, recuerdo que un año coincidieron Jaime Morey en el Casino de
Tomelloso y Basilio en el San Fernando, (había piques entre los dos Casinos), y
al finalizar el baile de la tarde se juntaron los dos en la puerta del Casino
Tomelloso, y mi novia y yo junto con mi suegro nos íbamos a casa, pero el
representante de Jaime Morey, le dijo al padre de mi mujer hoy, Ceferino Díaz, que si conocía alguna bodega
subterránea de Tomelloso y claro le faltó tiempo para ofrecerle la suya.
Hago punto y aparte pues no es para menos. Se vinieron a la
bodega, Ceferino, su amigo Justo Morago, creo que Andrés Lillo, su hijo Arcadio
y nosotros, esto por el equipo local, por el visitante el mencionado Jaime Morey,
Basilio y sus representantes, bajamos a la cueva la comitiva y los aperitivos y
vaso de aquí, vaso de allí, pincho aquí, pincho allá, la cosa fue tomando
calor, no color, Basilio se marchó enseguida, pero su compañero Jaime, como
buen valenciano le iba la marcha y cayó como decimos aquí con 15º en la lona,
por supuesto la sesión de noche no pudo cantar apenas, llegó tarde y mal muy
mal.
Luego estaban las sesiones de noche, éstas menos numerosas, y
ahí nos juntábamos los novios, ya solos, matrimonios un poco mayores, y los
cierra bares de costumbre. Una noche actuaba una tal Katinga o Katinka, una
señora de muy buen ver y ligerita de ropa, para lo que eran aquellos tiempos, y
claro eso provocaba al respetable, sobre todo a los que ya iban un poco
cargados de “medicina”; recuerdo a un operario, omito su identidad, que estaba
bien colocado y se las daba de machote, se subió al tablao con intenciones algo
lujuriosas y la citada Katinga o como se llamara le soltó dos sonoras bofetadas
al estilo farwest.
Ahora ya todo ha cambiado, surgieron las discotecas, y el
Casino dejó de organizar los bailes, y se ha derivado todo con la política de
por medio, ah! y gracias a las Asociaciones que con su trabajo y mucha ilusión
van dándole vida y un soplo de aire fresco a éstas fiestas tan populares.
Desde esta sección de Opinión quiero enviar mi más sentido
pésame a la familia de Jesús Andújar,
uno de los artífices de los Nuevos Carnavales de Tomelloso, recientemente
fallecido. Un fuerte abrazo. Y otro a su familia artística, Ángel y Zoilo.
Algún día contaré varias anécdotas carnavalescas que me han
sucedido. Por hoy ya está bien y no quiero que me digáis cansinoooo.
José Antonio Negrillo Martínez.
Febrero 2022
{{comentario.contenido}}
"{{comentariohijo.contenido}}"
Domingo, 6 de Julio del 2025