Al día siguiente del Puente de la Inmaculada abrió sus puertas el belén de la Residencia San Víctor en Tomelloso, una joya que aúna tradición y espíritu navideño y que es visita obligada para numerosos tomelloseros en las entrañables fiestas que se avecinan.

En cierto modo, cuando se puede visitar este belén, ya empieza a descargar toda su magia la Navidad en la ciudad. El de este año tiene una connotación especial: vuelve al vestíbulo de entrada de la residencia tras dos años en los que solo pudo verse a través de una ventana por las restricciones de la pandemia.

El belén del Asilo ha retornado a su lugar de costumbre, pero se ha montado de diferente manera.  No está encuadrado en esa línea de arcos que se construían, sino que aparece totalmente abierto en un espacio de unos nueve metros cuadrados que permite verlo y saborearlo en su conjunto. La madre superiora, Vicente Madrigal y Pablo, se encargan de montar esta cuidada representación de la Natividad, respetando al máximo todos los detalles, no solo estéticos, sino también los religiosos. El belén también es una catequesis, que tiene un fin didáctico.

Todas las fases de la Natividad están presentes en este maravilloso belén que es toda una referencia en la ciudad: la Anunciación, el censo, la Muerte de los Inocentes, el Nacimiento de Jesús, la Adoración de los Reyes, la huida a Egipto, todo el poder de los romanos y Herodes… Buena parte de los materiales son naturales, que le vienen a dar un maravilloso aspecto a las montañas, caminos, arboledas, cielos, cuevas y zonas de labor magníficamente reproducidas. Se cuida la perspectiva, la proporción del tamaño de las figuras en función de su cercanía o lejanía y cualquier pasaje del belén se puede admirar durante muchos minutos.

El belén cuenta con un importante patrimonio en figuras. Su número crece año a año y no se pueden poner todas. Figuras de gran valor artístico, algunas de ellas de bastante antigüedad. Llaman la atención esas con movimiento que representan diversos oficios: una mujer que da comida a unas gallinas que pican, el carpintero, el alfarero, el panadero, niños que se mecen en un columpio, el labrador que cava en la tierra, vendedores en los mercados, pastores con su rebaños, lavanderas, carreteros, pescadores y otras escenas que componen el belén

No es de extrañar la gran cantidad de visitas que se producen cada año, especialmente en los días festivos y fines de semana. Las propias Hermanas del Asilo así lo reconocen. “Muchas familias tienen ya como tradición venir a visitar el Belén. Vienen, se quedan un buen rato y hacen también un donativo mientras suena algún villancico”. Sor Gloria, la madre superiora, asegura que “volver a tener el Belén en el lugar habitual es una alegría para todos. Lo disfrutan mucho los abuelitos y sus familiares. Nos anima a todos a participar de espíritu de la Navidad, que viene a ser como recuperar nuestra alma de niños e intentar ser mejores personas”.

Sor Gloria destaca la buena afluencia de visitas que está teniendo el Belén, “aunque en estos días de lluvia, la gente sale menos y la asistencia se resiente un poco. Cuando cese la lluvia, esperemos que siga viniendo la gente a visitar nuestro hermoso belén”.

Tradición a buen recaudo

La primera celebración navideña en la que se montó un belén para la conmemoración del nacimiento de Jesucristo fue en la Nochebuena de 1223, realizado por san Francisco de Asís, en una cueva próxima a la ermita de Greccio (Italia). La escena del nacimiento de Cristo no fue representada con figuritas y miniaturas de objetos cotidianos, como hacemos actualmente, ni con personas, aunque para la ocasión San Francisco sí utilizó animales. Se celebró la misa nocturna acompañada de una representación simbólica de la escena del nacimiento, mediante un pesebre (sin niño) con el buey y la mula, basándose en la tradición cristiana y los Evangelios apócrifos, así como en la lectura de Isaías: “Conoce el buey a su dueño, y el asno el pesebre de su amo. Israel no conoce, mi pueblo no discierne”. Estos animales ya aparecen en el pesebre del siglo IV, descubierto en las catacumbas de la Basílica de San Sebastián de Roma, en el año 1877. Cuenta san Buenaventura, en su Legende de Santi Francisci, que tras celebrar la misa el sacerdote sobre el pesebre (utilizándolo como altar), San Franciso cantó el Evangelio y realizó la predicación sobre el nacimiento de Cristo, hijo de Dios, en circunstancias tan humildes como las que en aquel momento se reproducían (es decir, en una fría noche invernal, dentro de una cueva, resguardado en el lugar donde comían los animales que, junto al Niño, lo calentaban con su aliento), causando una enorme emoción entre los asistentes, de tal forma que el señor del lugar, Juan de Greccio, "aseguró que vio un hermoso niño dormido en el pesebre, que el padre Francisco cogió en sus brazos y lo hizo dormir". Se supone que tras esta primera ocasión (en la que más que un belén puede asimilarse a un drama litúrgico) se fue popularizando la instalación de belenes en las iglesias durante la Navidad, con figuras de terracota, cera o madera en vez de seres vivos.

En Tomelloso, además del belén del asilo, hay otros belenes muy visitados. Félix Godoy, mayordomo de la Virgen de las Viñas, monta un nacimiento en el altar de la Ermita de Pinilla, y también solía montar en casa de sus padres un belén de grandes dimensiones que era de los más visitados. Otra belenista muy nombrada en la ciudad fue Carmina que solía enseñar su impresionante belén que preparaba en su casa de la calle Cervera. Otro belén muy logrado es el de Antonio Ligero, el presidente del Barrio de Maternidad, gran aficionado a esta tradición que resuelve dándole un original enfoque manchego y es sencillamente impresionante el de Antonio Olmedo Jiménez en su casa de la calle Oriente, su montaje y el respeto al mensaje cristiano son impecables. Otros grandes belenes se encuentran en la ruta de belenes que se organiza desde el Ayuntamiento y no podemos olvidar los que se montan en los escaparates de los comercios y establecimientos de la ciudad.