Ya es mañana, o
sea, hoy. Ya es un año nuevo y estoy sin tema sobre el que escribir. Habré de
inventarlo o, mejor, escribir sin tema, sobre nada; no sobre la nada. Me
imagino a esos escritores que han de llenar todos los días una columna, o
varias, para los periódicos: sus apuros a veces, su examen de
noticias de actualidad que comentar. Yo hoy aquí no tengo acceso a la
prensa que me proporcione materia, que me arroje luz sobre un asunto al que
dedicar mi atención. Es igual. He dicho que escribiré sobre nada y voy, estoy,
haciéndolo. Todo es ponerse, comenzar y seguir. Dicen que la inspiración debe
cogerte cuando estás trabajando. A ver si
hay suerte. Luego resulta que se acaba escribiendo sobre algo, que al
final has escrito, sin decir nada, sin referirte a nadie y has llenado un
espacio. Y te das cuenta de que hay escritos que hablan de esto o de aquello,
de éste, de ésta o de aquel o de aquella y tampoco dicen nada o lo que ofrecen
es tan conocido, tan vulgar, tan falto de interés, que no difiere demasiado de
lo que voy trasladando a esta página. Todo igual a nada. Si por escribir
entiendes juntar unas palabras a otras, lleven o no mensaje, expresen o no una
idea más o menos interesante, aguda, bella o curiosa, cualquiera puede hacerlo.
Es como algunos poemas que escriben algunos poetas: un aluvión de sintagmas
sucesivos en versos ininteligibles por sí mismos, oscuros, pero a los que si
consiguen insuflar un cierto ritmo silábico -o huir de él- que, en su conjunto,
creen un cierto ambiente -o ni siquiera
eso- pasan por poemas. Incluso por poemas ejemplares. Luego algunos críticos
que no son capaces de reconocer su incomprensión y por si otros los han descifrado o van a hacerlo, se estrujan la
mollera para sacarle algún significado y cuanto más absurdo sea el poema más
excelso lo muestran, más exquisito, más hondo, más enjundioso, filosófico,
histórico, fruto de una especial psique dolorida o exultante; de un atrevido
juego de palabras e imágenes; de una rabiosa y valiente actualidad; de un
ruptura con los moldes clásicos caducos; de una cultura refinada que no está al
alcance de cualquiera; de una sensibilidad fuera de lo común. En suma, fruto de
la genialidad. Esa palabra “cama” o “nube” y no digamos “metasueño”, “evertido”,
u otra inventada por el estilo, que figuran en cualquiera de los versos, no son
lo que el lector profano advierte, intuye o
adivina, sino “cuna del alma
torturada por el dolor del mundo hitleriano” (el poeta había fallecido en
1900) o “vaharada de ilusión truncada en
una juventud desventurada” en vez “Mueble
destinado a que las personas se acuesten en él, compuesto de una armazón, generalmente con patas, sobre la que se colocan somier o tabla, un colchón, almohada y diversas ropas.” o “Agregado
visible de minúsculas gotitas de agua, de cristales de hielo o de ambos,
suspendido en la atmósfera y producido por la condensación de vapor de agua” como respectivamente definen, la cama
y la nube, el diccionario.
Por el contrario, otras veces, en el trasfondo
del poema aparentemente oscuro, fluye un rio subterráneo de sentimiento lírico,
épico o dramático que para descubrirlo sí
que es necesario estar en la longitud de onda del poeta, en el momento preciso
y en el estado de ánimo propicio.
Ofrezco este poema al lector para su crítica, sin desvelar su autor. Yo tengo mi opinión de a cuál de los dos tipos corresponde.
“Gozar las sinfonías de noches devastadas
y escarmentar
sin luz conductas sintomáticas.
Eliminar
solsticios de lúbrica ignominia,
rasguños
epidérmicos del hombre sin alzada,
de
mujeres en vida, muertas o maltratadas,
ovaciones
glosadas por madurados vientos
que amaron
infantiles nostalgias extirpadas.
Los
miro demorándome desde las tibias sombras
y
busco sus fronteras corrigiendo en las alas
su linde
de penumbra inapelable. Nada.”
Al final salió esto.
He dicho, o mejor, he escrito.
Madrid.
Nochevieja 2022-23.
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Martes, 21 de Marzo del 2023
Martes, 21 de Marzo del 2023