Filósofos, poetas, arquitectos, ingenieros, alarifes, canteros…; que, desde tiempos lejanos, construían con piedra para “retener en lugares de vida” a las comunidades humanas, solían proclamar que la piedra era la única cosa que vencía al tiempo. “En la dormida piedra—Alberto Fernández Galar—puede cantar la vida si acertó el cincel”. Por su aparente inalterabilidad y dureza, la piedra se la solía relacionar con fuerzas inmutables, eternas y casi divinas; entendida como “donante de vida” en la mitología griega. En la antigüedad clásica, antes de que se representase a las divinidades en figura humana, algunas piedras simbolizaban a Hermes o a Apolo. No olvidemos el significado de las hachas de piedra pulimentada del Neolítico, consideradas piedras de rayo. Y la piedra filosofal (lapis philosophorum) en la Edad Media; sustancia que, a partir de la materia prima, se creía podía rejuvenecer, curar enfermedades y transformar materiales innobles en nobles…

Los “Hombres Memoria” (denominados así por el fabulista Carlos Villar Esparza) del lugar, en tiempos de mi infancia, contaban: “…; y las piedras más viejas, grandes, lustrosas y mejor arreglás, en este aldeorrio de casuchas de tapias, adobes y carrizo, son las de la casa de los Molinos de la Pólvora y las de las ruinas de los molinos; las del puente de la Esclusa, cerca del cortijo de la Malena; las del puente de los “Cinco Ojos” del río del Hundimiento; las del puente de la central de la luz; las del puente “Chico” o de las “Pozas” y las del “Puente del río del Caño”, al que le rompió parte de la baranda el “Cácaro” de la Solana, cuando chocó con la camioneta, y las de los escalones de la puerta de la “Casa Grande”. “ (…). Decía mi agüelo— opinaba otro de aquellos “Hombres Memoria”— que antaño, cuando los moros, había un castillo cerca de la “Laguna del Rey” con piedras lustrosas, que luego fueron a parar a otras obras. Y que antes de los puentes de piedra de la carretera, estaba el de los Molinos de la Pólvora, que fue de los primeros que se hicieron en Ruidera, en el que algunos ganaos tenían que pagar. Y por el “Vao”, del chorro del Hundimiento, había puentuchos cerriles pa que cruzara el ganao, borricos, mulos, arrieros y las veceras; porque, antaño, los carros cruzaban algunos por el puente “Cavila”, que era de palos, más abajo de la central de “San Luis” y la mayoría por el de la Esclusa, que los controlaban; que cuántos pararían por allí, que se gastaron hasta las piedras y luego seguían por un camino empredrao que cruzaba por la vega… (…). Y la piedra de los puentes de la carretera y de los molinos y que la sacaban del “Cerro de las Canteras”, unos canteros gallegos, que entendían mucho de echar barrenos, aunque murió uno de ellos, y maestros eran en conocer, arrancar y serrar las piedras, pa los molinos y los puentes… Y que vivían en chozos encima del cerro…”.

Puente de arco rebajado, de los antiguos Molinos de la Pólvora. Se encuentra muy deteriorado. Está situado a escasos metros del “Puente del Caño”, que sostiene el manto de la carretera nacional Badajoz-Valencia.

En otros tiempos, los puentes eran símbolo de mediación y unión entre espacios separados. En algunos pueblos antiguos, se encontraban representaciones de puentes, uniendo la Tierra y el cielo. En el anecdotario también aparece el “Puente de los Asnos”, que significaba la notable dificultad de cruzarlo los ignorantes…

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A unos cuatro kilómetros de la localidad de Ruidera, junto a la carretera de Argamasilla de Alba, se encuentra el Real Sitio de la Magdalena y al poniente del caserío, junto al camino del margen fluvial izquierdo, se halla el célebre “Puente de la Esclusa”. Es una peculiar obra de cantería de piedra arenisca, que formó parte de un proyecto de canalización, del cauce del Alto Guadiana a partir de la desembocadura de la laguna Cenagosa o Cenagal, conocido como Canal del Gran Prior; encargado por el monarca Carlos III, al arquitecto de la Casa Real, Juan de Villanueva. La bocana, que partía de la mencionada laguna, se construyó con la principal finalidad de solucionar el problema de carencia de caudal de agua, que soportaban los molinos de la pólvora de Alameda de Cervera. Y también con el propósito de promover la agricultura en territorios y pueblos del Priorato de San Juan. Las obras corrieron a cargo del infante D. Gabriel, hijo de Carlos III y Gran Prior de Castilla, en la Orden de San Juan. El proyecto fue firmado en Aranjuez el año 1783.

Puente de la Esclusa, en un estado de absoluto abandono y deterioro.

Al poco de consolidarse los Reales Sitios de la Magdalena y Ruidera, el año 1786, un descomunal desbordamiento del Alto Guadiana, arrasó con propiedades de Su Alteza Real el infante don Gabriel, con plantaciones de cereales, frutales y azafrán en los territorios regados por canal del Gran Prior, con bienes y cultivos de Tomelloso, Argamasilla de Alba y de otros términos municipales. A raíz de aquella inundación, agricultores y vecinos de la zona afectada, recurrieron al Real y Supremo Consejo de Castilla. El año 1845, tendría lugar otra gran inundación que, además de causar daños en tierras y poblaciones próximas al cauce fluvial, el torrente de agua erosionó el margen y contrafuerte derechos del Puente de la Esclusa y también el firme empedrado del camino que discurría por la vega, hasta enlazar con el del margen derecho.

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Las categorías económico-sociales dominantes y políticas, en un entorno social atemorizado y minado por la duda, han venido controlado y manipulado el espectro de las decisiones, respecto de la sempiterna necesidad de una investigación objetiva, responsable y técnica, para desarrollar procesos de catalogación y preservación del Patrimonio histórico, arquitectónico, natural y cultural. Continuará.