Opinión

Puertas raídas y ventanas invisibles

Elena Silvela Martínez Cubells | Jueves, 8 de Marzo del 2018
{{Imagen.Descripcion}} Óleo de Emerico Imre Tóth Óleo de Emerico Imre Tóth

Nos encontramos en un punto muy negro. Una oscuridad lacerante y silenciosa que parece no terminar. Se sabe desde hace tiempo pero se palpa ahora. Ha llegado el momento de actuar de otro modo. 

Se suele reconocer muy bien. Uno sabe que ya es hora. De sacar la batería de armamento del desván. Toda ella, aunque se trate de materiales a primera vista inservibles o aunque estén corroídas las herramientas. Todo sirve cuando se trata de rescatar lo bueno. Eso es. Estamos en los malos momentos. Hay que acompasar el trote y tratar de respirar. Para luego intentar ir al paso y poder mirar a un lado y otro. Y poder escoger.

Exacto: es la hora de rendirse. Sacar bandera blanca, decir adiós, cerrar la puerta y abrir otra. ¿Cuál? Cualquier otra que no te deje ver la que has cerrado previamente. Pues la que cierras te recuerda dolorosamente el fracaso y es posible que sea mucho más saludable no dejar ni rastro del desastre.

Es cierto. La rendición tiene algo de frustración, fracaso y cambio. Tiene algo de no poder más. De quebrarse y asustarse. Pero también posee innegables ventajas, pues toda moneda siempre es de dos caras. Los cambios que trae consigo la rendición son buenos. Amplían la perspectiva, renuevan el aire viciado por esa tozudez tan propia de quien ha erigido su objetivo en primordial, fundamental y único para su existencia. Rendirse para cambiar ese objetivo grandioso y que ha globalizado la vida de uno es muy doloroso, lo reconozco. Pero hay que hacerlo. Para tomar otro camino más ancho, fácil y accesible. Un camino que se adapte a los nuevos zapatos. Con sandalias no se puede ir saltando de roca en roca.

Alejarse del objetivo ese que no se logra parece un desastre pero, igualmente, tiene su parte positiva. Veamos: desenvenena el espíritu, alegra en parte el alma y los ojos descansan. Se relajan las ansias de éxito y esto permite que el futuro haga fortuna de otro modo. Muchas veces la meta está en amoldarse a la vida y no en luchar contra corriente por un algo que nunca parece llegar. En ese rendirse y cambiar de rumbo ya se logra un éxito. El del desempeño y la oportunidad de algo muchísimo mejor. Una puerta raída. Un ventana invisible maravillosa. 

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