Maggie, al igual que su tocaya
“la gata”, es rojo puro en esencia,
pero su personalidad es poliédrica, vulnerable y versátil. Sus ojos son capaces de
reflejar constantes emociones en una
amplia gama de tonos de rojo: desde el amapola, bermellón, carmín, escarlata y frambuesa, hasta el fucsia, granate,
magenta, rosa y púrpura. Dependiendo del momento y de a quién miren, también pueden brillar con tonalidades
como el arenisca, atardecer, aurora,
bengala, brasa, burdeos,
cangrejo, caoba, cardenal, carmesí, cereza, chillón,
cobre, coral, Ferrari,
flamenco, fresa, fuego, geranio, guinda, indio, inglés, jaspe, labio, lava, luminoso,
llama, Marte, mate,
melocotón, neón, ocre tostado, óxido,
pálido, pardo, pastel,
pavón, persa, pimiento,
Pompeya, prelado, primario,
rubí, rubor, salmón,
sangre, semáforo, subido,
teja, terracota, Tiziano,
tomate, Venecia, viejo y
vino.
Es increíble cómo una sola palabra como “rojo” puede describir una amplia variedad de matices y barnices en la personalidad de alguien como Maggie. Los colores pueden ser una metáfora útil para describir características humanas y emociones complejas. Ella siempre ha sido “rojo” en un lienzo en blanco.
Con paso firme y actitud confiada,
Maggie se dirige
al concurrido American Bar del hotel
Savoy de Londres. El bar de cócteles más famoso de Gran Bretaña se ha
convertido en uno de sus destinos
favoritos para escapar del estrés. Aunque el icónico y opulento hotel siempre la ha intimidado, recorre los
metros que la separan de la puerta de acceso al templo del White Lady con determinación y grandes expectativas. El bar, de estilo clásico
de la vieja escuela, es en sí mismo una verdadera obra de arte. Fotos de actores y actrices de la época dorada de Hollywood, como Ava
Gardner, Fred Astaire, Judy Garland, John Wayne y muchos otros, cuelgan de sus paredes. La atmósfera
variopinta y cosmopolita del lugar, junto
con la música en vivo, lo convierten en el punto de encuentro perfecto antes o después
de cenas en familia, con amigos o en pareja,
o después de disfrutar de una función
en uno de los teatros
cercanos.
Hoy, sintiendo que sus necesidades afectivas no están cubiertas, Maggie decide dejarse llevar, enfundada en su mejor little black dress. Sabe que su atuendo nunca desentona en el ambiente elegante del establecimiento. Aunque el código de vestimenta ya no es tan estricto como antaño y muchos clientes visten ropa casual tras largas jornadas turísticas por la ciudad, Maggie prefiere mantener el nivel y disfrutar de la experiencia en todo su esplendor.
El ritual
comienza con la escolta hasta la mesa asignada. Las más cercanas a la barra son las más codiciadas porque ofrecen un
espectáculo irresistible, permitiendo al cliente deleitarse con el arte y la maestría de los bartenders. Sus chaquetillas blancas son la insignia de estos profesionales, expertos
en crear los más exquisitos cócteles y combinados. Una vez instalada
en su mesa, Maggie espera la llegada
del camarero. Ya ha trabado amistad con Stefano y Lucca, dos
italianos muy serviciales y agradables que no
escatiman en detalles, y nunca dudan
en rellenar el platillo de aceitunas, nueces
o galletas saladas.
Pero esta tarde, mientras
explora la sala en busca de compañía, sus ojos se detienen en un hombre solo sentado en una mesa cercana a
la ventana. Con el teléfono móvil en las manos,
sus dedos teclean con rapidez mientras su cuerpo se inclina hacia delante, como si estuviera esperando ansiosamente la llegada de alguien.
Un hombre
de unos cincuenta y tantos
años despierta el interés de Maggie con su mirada
profunda color miel y su estilo relajado
de tejanos azules
y camisa blanca
remangada. No es especialmente guapo, pero su porte despreocupado y su estilo innato lo hacen atractivo.
Maggie se acerca
a su mesa y se presenta, sin ninguna pretensión pero con todas. La sonrisa de Jack es enigmática, como la de
la Gioconda, y sus ojos son escrutadores y cálidos
al mirarla. Pronto descubre que su compañero de mesa es un famoso escritor en busca de inspiración para su próximo
libro. Después de un breve intercambio de frases hechas y algunas
miradas directas, la conversación fluye sin esfuerzo
y la conexión entre ellos es obvia. Su acento Scouse de Liverpool lo delata y su voz
se asemeja a la del mismísimo John
Lennon. Comparten anécdotas londinenses y experiencias de viajes y lecturas; hablan y ríen como si el tiempo
no pasara. Maggie no puede evitar sentirse atraída por la inteligencia y el encanto
de Jack, y se siente a gusto
con él. Es sorprendente cómo los cócteles
tienen el poder de liberar
su verdadera esencia,
mostrando su personalidad poliédrica en plena forma. A
veces es encantadora y coqueta, y otras veces
se muestra profunda y reflexiva. Por su parte, Jack parece sentirse
cómodo y disfrutar de la
perspicacia y energía vibrante de Maggie. Ha estado buscando
algo así durante demasiado
tiempo y hoy lo ha encontrado en ella. Para ambos, pocas cosas son tan enriquecedoras como una buena conversación.
Mientras Maggie y Jack conversan animadamente alrededor de una mesa redonda decorada con motivos art déco, la música de fondo del American Bar se filtra suavemente a través de sus paredes cargadas de historia, creando un ambiente íntimo y melancólico en la tarde estival. De repente, Maggie desvía su atención hacia el escenario al percibir una melodía familiar. Allí, un hombre de edad indefinida con el pelo cano y una camisa de seda negra -parapetado tras unas gafas de sol- toca el piano con habilidad y desnuda su voz soñadora. Rick, el pianista del bar, observa la escena entre Maggie y Jack con atención mientras sigue interpretando “I am a fool to want you” con elegancia. Maggie nota su presencia y le dedica una sonrisa cómplice, pero Rick no muestra ninguna emoción en su rostro. Es un tipo roto y sumamente glamuroso que nunca sonríe cuando ctúa. Con su aire de antihéroe cínico y solitario, se repite una y otra vez que no se jugará el cuello por nadie. A pesar de los innumerables momentos que Maggie y él han compartido durante los descansos o después de sus actuaciones sobre el escenario, él sólo bebe cuando está solo y asume su nacionalidad de borracho y su condición de apátrida, sintiéndose siempre como un extraño, sea cual sea la compañía con la que esté. Esta noche, contrariamente a su costumbre de interpretar a Sinatra, Rick encadena uno tras otro sus originales arreglos para el piano de antiguos temas de Chet Baker. Sus manos ágiles acarician con pericia las teclas blancas y negras, pero su incomodidad es palpable. Uno sabe que ha envejecido cuando pierde el interés por seducir. Sin embargo, en el fondo de su ser, Rick sabe que aún es capaz de enamorarse.
Tras varias horas
de cócteles y conversación, Maggie y Jack intercambian números de teléfono y prometen mantenerse en
contacto. Llega el momento de la despedida y, con calma, Jack le da un beso en la mejilla
mientras no aparta
sus ojos de los de ella y acaricia con delicadeza su mano izquierda. Quizá ambos saben que están en terrero incierto.
Cuando Maggie
sale del Savoy, su corazón late con fuerza. Absorta en la brisa fresca, camina por Charing Cross Road y revive la tarde que acaba de terminar. Quiere
seguir conociendo a Jack, caminar a
su lado, formar parte de la vida de alguien como él y no estar sola nunca más. Pero también sabe que cuando se enamora,
se convierte en alguien vulnerable y no
se reconoce a sí misma. En estas
fantasías, nunca hay un
final feliz.
Ya en casa, Maggie no puede dormir. Conciliar el sueño esta noche se le antoja imposible tras su encuentro inesperado en el American Bar en la víspera de su gran viaje. Mañana volará a San Francisco, donde pasará los próximos ocho meses poniendo en marcha la nueva filial de su empresa en Estados Unidos. Después de años de trabajo duro y dedicación, su jefa ha confiado en ella y será la responsable de materializar el mayor reto hasta la fecha de su carrera profesional. Es un momento crucial en su vida.
Tras dar mil vueltas en la cama, se levanta para beber un vaso de agua. También entra en Google para saber algo más de Jack R. Russell. Aparte de una larga lista de bestsellers traducidos a diferentes idiomas y algún premio que otro, encuentra algunas fotos de Jack que examina con interés. En una de ellas aparece en un escenario hablando en un evento literario. En otra, asiste a una cena de gala en Buckingham Palace, presidida por el príncipe Carlos, y acompañado por una deslumbrante actriz famosa. En otras muchas, firma libros en diferentes librerías y bibliotecas, rodeado de numerosos lectores. Maggie se siente atraída por su presencia y su éxito, pero también nota que hay una cierta tristeza en sus ojos, aunque esta tarde le han parecido chispeantes y rebosantes de vida. Se da cuenta de que no sabe nada sobre el pasado de Jack y que sus pensamientos han ido demasiado deprisa respecto a él. Deja su teléfono móvil en la mesita e intenta dormir un poco. En el silencio de la noche, escucha el sonido de una notificación de WhatsApp entrante. Aunque sabe de sobra quién es el emisor, decide no contestar esta noche. Quiere saborear la excitante sensación de tener un nuevo tono de rojo en su vida, un tono de rojo que nunca antes había experimentado: un violeta rojizo que la hace sentir viva.
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Viernes, 23 de Agosto del 2024
Miércoles, 21 de Agosto del 2024
Lunes, 8 de Julio del 2024
Domingo, 11 de Mayo del 2025
Domingo, 11 de Mayo del 2025