Ignoro
como a pesar del persistente histrionismo imperante en nuestros políticos y
representantes, su crónico cinismo y las barbaries que perpetran cuando
ostentan el poder, aún conservo cierta capacidad de sorprenderme. El caso es
que ante ciertas afirmaciones a veces siento una vesánica desazón que hace que
cuestione mi propia capacidad de raciocinio.
Ayer,
una nacionalista perteneciente a un partido catalán que se autocalifica como
progresista volvió a reivindicar el persistente déficit del estado del
bienestar de dicha comunidad autónoma como consecuencia de que recursos allí
recaudados, vía impositiva, se destinan a otros territorios, matizando que
ellos seguirán erre que erre en su sempiterna lucha para la corrección de dicha
anomalía. Dicho de otra forma, esta estupenda y moderna izquierdista pretende
cargarse de un plumazo uno de los más efectivos mecanismos redistributivos de
la riqueza, fomentando la acumulación de ésta en un territorio en concreto. ¿Es
una contradicción o me he vuelto majareta perdido?
El
cruento enfrentamiento atrincherado de ideologías nos ha inoculado un temor a
ser críticos con quienes, en teoría, son afines a nuestras convicciones, dado
que ello puede fagocitar que el adversario logre sus objetivos y acabe
vencedor. Esto debilita los básicos cimientos de nuestros principios, en tanto
sus necesarias e imprescindibles actualizaciones al contexto actual no son
sometidas al imprescindible debate, a modo de lo que actualmente se conoce como
control de calidad, cayendo con mucha frecuencia en fragantes paradojas.
Vamos
a ver progresista de postín, el hecho de que tu nacionalismo se circunscriba a
tu Comunidad Autónoma no desvirtúa su similitud con el nacionalismo de tu
oponente ideológico que, por cierto, en la pasada centuria sirvió de pretexto y
justificación para perpetrar genocidios y desgracias colectivas de distinta
intensidad, las cuales omito por suponerte enterada. En contraposición a ello, estaban
otros que pregonaban el equitativo reparto de los recursos y la mejora de las
condiciones de vida de los parias, con independencia del lugar de su
nacimiento. Si te sirve de ejemplo, la mayor expresión progresista habida en la
historia fue la extinta Unión Soviética, cuya génesis fue el derrocamiento del
régimen zarista ruso y que, al contrario de lo que tú pregonas, no se limitó a
sus fronteras y se expandió a las naciones contiguas.
Otro
logro de esa estupenda gente fue la Declaración Universal de los Derechos
Humanos, con un inequívoco carácter internacionalista que, dicho en corto,
viene a decir que todos los seres humanos son iguales y tienen derecho a una
vida digna. No sé si lo captas o no, una vida digna para todos no es muy
compatible que digamos con el nacionalismo que fomenta la acumulación de
riqueza en determinados y reducidos espacios físicos y clasistas.
Todo
lo dicho es independiente de que ambos, comunismo y derechos humanos, como ya
dije en artículos pasados, hayan quedado relegados a la categoría de utopía por
contagio de las muchas y perniciosas máculas consustanciales al ser humano,
haciendo que prevalezca los espurios intereses personales o de un determinado
grupo sobre el genérico bien de la humanidad.
A
ti solo te preocupa el bienestar de los menesterosos catalanes, importándote un
pimiento las clases humildes allende de tus minúsculas fronteras, pasándote por
la bisectriz el fundamental principio globalista de todo movimiento progresista
mínimamente riguroso y serio. Tanto es así que el partido al que perteneces,
como consecuencia de la elevación del axioma independentista a la categoría de
dogma, ha pactado durante décadas con quienes representan los intereses de la
más rancia burguesía catalana sin que le temblara el pulso y sacrificando
concesiones imprescindibles para las clases humildes. Tan grande y obsesiva es
vuestra ceguera separatista que ni siquiera las disputas y traiciones habidas
en el seno de vuestras coaliciones han hecho plantearos su ruptura.
Otra
cosa que pareces pasar por alto es que tu sicalíptica enajenación
independentista es proconservadora por naturaleza, en tanto una Cataluña
independiente debilitaría a los nuevos Estados nacientes en un contexto
globalista creado exclusivamente por el neoliberalismo para la protección y
perduración de sus intereses y vetustos privilegios, con lo cual esas clases
desfavorecidas que dices representar y proteger se verían seriamente
perjudicadas, pues el actual globalismo, hasta el momento y según los
organismos más prestigiosos y eruditos en la materia, solo ha provocado un
retroceso en materia social, y la proliferación de pequeños Estados-Nación no
es, precisamente, la medida correctiva más efectiva que digamos.
Por
cierto, tu y tus correligionarios sois ambiguos de narices y no me entero de
vuestras aviesas intenciones del todo. Eso del déficit tributario y el manido y
socorrido España nos roba está muy bien como eslogan, pero: ¿lo calculas con
los mismos criterios científicos con los que haces las estimaciones
electorales? Pues apañados están los catalanes. Tu separación implica dinamitar
el sistema de solidaridad interterritorial, por lo que inevitablemente
disminuirá el poder adquisitivo de los clientes de vuestras empresas, y en la
partida de gastos tendrás un aumento exponencial por la creación de servicios
de defensa, inteligencia, embajadas y consulados reales y no esos chiringuitos
publicitarios que de un tiempo a esta parte os habéis sacado de la manga,
representación internacional, creación de un sistema público de seguridad
social, etc. ¿Habéis tenido en cuenta todo ello? ¿Seguro que os sale a cuenta
la independencia?
Eso
que pregonáis a veces del divorcio amistoso y que nos vamos a saludar entre
españoles y catalanes con besos en los morros me toca mucho la moral, porque lo
vuestro es unilateral y tiene unos tintes de imposición horrorosos. ¿No crees
que, al menos en eso, algo tendremos que decir el resto de los ciudadanos de
esta España discutible y represora?
Que
sí, que vale, que el derecho de autodeterminación es parte integrante del
ordenamiento jurídico internacional, que hasta yo lo sé. Pero utilizas
subterfugios de dudosa moralidad para ocultar la cara de la moneda que no te
interesa divulgar. Para empezar ningún derecho es ilimitado en tanto entraría
en conflicto con el derecho de las demás personas, y el de autodeterminación no
es la excepción. También callas la relevancia que para éste tiene la cuestión
histórica y los problemas que puede haber al respecto en vuestro caso concreto por
vuestra dependencia de la Corona de Aragón. Por último, te pasas por la
bisectriz las altas complejidades técnicas que tiene el derecho, las muchas
matizaciones habidas al respecto por parte de los distintos Tribunales
Internacionales y las contestaciones contrarias a tu discurso que te da la
Unión Europea, sea de muto propio o por requerimiento vuestro.
Por
cierto, una última cosa que no tengo nada clara, en caso de que por agotamiento
se acceda a celebrar el referéndum de las narices ¿Qué mayoría consideras
suficiente para entender que la soberanía catalana lo aprueba, la simple, la
absoluta o, dada la relevancia e importancia tendría que ser una mayoría
cualificada?
Los movimientos marxistas y afines tienen su razón de ser en las paupérrimas condiciones de vida a las que se veían sometidos grandes sectores poblacionales, tanto en regímenes feudales como en sus sucesores los capitalistas, condiciones que, si bien en cierto momento histórico se vieron atenuadas, el globalismo ha vuelto a potenciar exponencialmente. El concepto nación, que no es más que una ficción jurídica en tanto la diversidad cultural no impide una pacífica convivencia basada en los fundamentales principios democráticos de tolerancia y respeto, viene siendo utilizado por el conservadurismo como justificación de sus tropelías y xenofobias. Tus pretensiones son tan loables para los menesterosos catalanes como degradantes para el resto de pobres de otros territorios, siendo ello de tal gravedad que no creo que en un riguroso examen doctrinal vosotros tuvierais cabida en alguno de los movimientos progresistas consolidados.
Ramón Moreno Carrasco es Doctor en Derecho Tributario.
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