Tomelloso

La ruta de los bombos guarda curiosos aspectos de la historia de Tomelloso

La Voz, testigo de excepción de la Ruta Senderista de los Bombos celebrada con motivo del Día del Enoturismo

Francisco Navarro | Lunes, 13 de Noviembre del 2023
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Tomelloso está celebrando distintas actividades con motivo del Día Europeo del Enoturismo. Una de ellas ha sido una caminata de senderismo, llamada Ruta de los Bombos, que tuvo lugar el pasado domingo 12 de noviembre. Organizada por Saber Sabor, participaron más de cincuenta personas, entre ellas este periodista. Una actividad con un marcado aspecto solidario, dado que el importe de la inscripción va a ser donado íntegramente a Cáritas.

En una agradable mañana otoñal pudimos conocer de primera mano, gracias a las interesantes explicaciones de nuestro guía y responsable de Saber Sabor, Antonio Bellón Márquez, estas construcciones que hacen que, junto con las cuevas, el patrimonio etnográfico de Tomelloso, sea único. Unos abrigos levantados piedra a piedra, con el afán de los hombres y mujeres de Tomelloso como única argamasa, que están perfectamente integrados en el infinito paisaje manchego. No nos cansamos de señalar que los bombos son una de las señas de identidad más indelebles de la ciudad, su pasado y la lucha por la subsistencia de sus pobladores.

Conducidos por Antonio Bellón, nos dispusimos, pasadas las 9 y media de la mañana a acometer la ruta. Nos previno nuestro cicerone de que íbamos a recorrer aproximadamente doce kilómetros en un trayecto absolutamente llano —de hecho, el único desnivel al que nos enfrentamos fue el puente que salva la autovía A-43—. Bellón, durante la presentación del recorrido, nos metió en el cuerpo el gusanillo del conocimiento anunciando que habría paradas estratégicas “sobre todo para comentar aspectos sobre nuestra historia y nuestro enorme patrimonio etnográfico, en este caso los bombos de Tomelloso”.

La Venta del Jumillano

Nos detenemos en uno de los muchos cruces del Camino Real; una intersección que atraviesan el Camino de las Carretas, que desde el cruce se llama de Santa Catalina, y el de la Venta del Jumillano. El paraje se conoce como La Venta, algo que cobra sentido con la explicación de Antonio Bellón. Nuestro guía nos relata que en esa intersección de vías se encontraba la Venta del Barón Solar Espinosa o Venta del Jumillano, de la que hubo vestigios —que nos muestra en una foto— hasta hace unas décadas. En el punto en el que nos encontramos, según la explicación del guía, los investigadores sitúan una de las aventuras del Don Quijote “donde ocurrieron algunos sucesos interesantes, como la aventura de los títeres y de Maese Pedro y su mono adivino”.

Otro episodio curioso que relató nuestro guía es que el cuarto Barón de Solar de Espinosa contrajo matrimonio con María Concepción Rodrigo de Villamayor Fernández de la Luz, que era la nieta de Ángela Peñacarrillo Morales, la persona que promovió en 1777 la construcción de la Posada de los Portales. Una hija de ese matrimonio, María Concepción Espinosa de los Monteros, fue esposa de Antonio Cánovas del Castillo, presidente del Consejo de Ministros durante la Restauración.

Infinitos tonos de ocre

Tras la interesante parada seguimos avanzando por el Camino Real, asfaltado. El otoño —para muchos y a pesar de su brevedad, la mejor estación para conocer La Mancha— nos muestra los infinitos tonos de ocre de un paisaje único. Las viñas se yerguen majestuosas a ambos lados del camino, predominan los emparrados, aunque quedan algunas viñas tradicionales. El marrón de la tierra, los ocres y amarillos de las vides y el gris del cielo componen una estampa que habría firmado, sin ninguna duda, Antonio López Torres.

Nos desviamos del camino principal hacía el sur, en dirección a Don Martín, atravesando una viña. Los majestuosos bombos —más de una docena de ellos— han escoltado desde la distancia nuestro trayecto formando parte del paisaje, integrados en él. Antonio Bellón nos anuncia que, a partir de ahora, nuestro contacto con estas construcciones únicas va a ser más cercano.

Aprovecha la parada el cicerone para indicarnos que nuestro viaje atravesará el Camino de los Bombos e irá buscando el Camino de Cicateros. La etimología de la palabra “cicatero”, apunta, es la de una persona miserable, ruin y en el lenguaje de germanía es una persona que “hurta bolsas”. Esto es, el de Cicateros era un camino de bandoleros, “que había que evitar”.

Alquerías y origen árabe

La ruta avanza por la línea imaginaria que separa los términos de Tomelloso y Villarrobledo, la linde de un emparrado y un pinar, hace en este caso de raya. Otra parada y otra gozosa referencia histórica de Antonio Bellón. Malabad, en esta ocasión. La conocida finca que está al otro lado de la A-43, Malhabad en árabe, era una antigua alquería de la época musulmana. En la época de la dominación islámica, relata Antonio Bellón, lo que ahora conocemos como Tomelloso estaba encuadrado dentro del territorio de Abeyezat, la Torre de Vejezate, “futura encomienda de la Orden de Santiago”. Los bereberes masmuda pertenecientes a la tribu de Abu–ben–Gazat, (de donde viene Torre de Gazate), ocuparon estas tierras, aprovechando los caminos y los recursos hídricos subterráneos, poniendo en marcha la ganadería intensiva y estableciéndose en alquerías, como la de Malabad.  En el siglo XVI se datan en dieciséis los asentamientos bereberes que hubo en la zona en la época musulmana. En los siglos XII y XIII estas tierras pasan a la Orden de Santiago “tras la mal llamado Reconquista”.  

De esas alquerías, de la confluencia de caminos (la Cañada Real Conquense y el Camino Real de Carreteros), del “pozo Tomilloso, se pasa al asentamiento definitivo de nuestro Tomelloso, “la gran potencia vitivinícola que es ahora”.

Camino de los Bombos y explosión vitícola

En la mitad de la ruta aumenta la densidad de los bombos, pasamos al lado de ellos, nos paramos, entramos, curioseamos y, por supuesto, hacemos fotos. Muchas. De todas tipologías tamaños y estado de conservación, algunos están restaurados, otros medio derruidos, hay encalados y enlucidos, varios en la mera piedra, alguno con una enredadera cubriendo sus murallas. Cerrados, sin puerta, abiertos, vallados, hay tantas combinaciones como propietarios.

La necesaria parada para reponer fuerzas la hacemos en un bombo abierto al que pasamos los visitantes. Tiene dos cúpulas, está encalado y enlucido. Bellón aprovecha la parada para hablarnos de la explosión vitivinícola de Tomelloso y de los bombos.

La Mancha y, sobre todo, Tomelloso, devino en una potencia vitivinícola a partir de las plagas de la filoxera que asoló los viñedos franceses. “Tenemos un terreno prácticamente inmune a ese insecto”. Esa circunstancia hace que a Tomelloso acudan gentes de otras zonas para cultivar viñedos “esa es la razón que hace que nuestra comarca sea la mayor bodega del mundo”.

De esa herencia nos queda “nuestros bombos, muchos tienen más de doscientos años”. Relata nuestro guía que hasta prácticamente los años 60 del siglo pasados “los estuvimos construyendo”. Se dejaron de erigir “porque ya no eran necesarios”. Y es que, dada la escasez de término municipal de Tomelloso, cuando comenzó el auge del viñedo “las tierras no estaban tan cerca como nos hubiese gustado”. Por lo tanto, los bombos se construían “como refugio de nuestras familias para las labores del campo. Antes de la llegada de los vehículos a motor no se podían permitir el lujo de ir y venir diariamente a Tomelloso. Por eso tenemos tantos y tan grandes bombos, algo de lo que hay que estar orgullosos”.

Para acabar, Bellón detalla que, en el término de Tomelloso, de apenas 25.000 hectáreas, hombres y mujeres llegaron a construir casi 300 bombos. Pero se levantaron 700 más en los términos colindantes “primero llegó la filoxera y luego nos expandimos los tomelloseros”. Y es que, cada vez que había una subasta fruto de las desamortizaciones de Mendizábal y Madoz, un tomellosero o tomellosera “compraba la tierra, plantaba una viña y construía un bombo”. Reitera Bellón que los construyeron las gentes de Tomelloso “y todavía se mantienen 276 en nuestro término y más de 400 en los términos colindantes”.

Pero no solo viñas hay en el paisaje, los campos de almendros y pistachos, también los pinares, se hacen sitio entre las infinitas vides. La ruta termina, como no puede ser de otra manera en estos tiempos, con una foto de grupo en uno de los bombos más espectaculares de la zona.

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