El muro del que habla Pedro Sánchez me hace recordar a aquel cordón sanitario contra la derecha de hace años. Como si de un peligro político se tratara, a los millones de votantes que han optado por votar a la derecha hay que seguir aislándolos…como sea. Esta es la idea, la sectaria pretensión, la peligrosísima teoría de un totalitario. Porque identificar a quienes no han votado a la izquierda como enemigos de la democracia, además de ser una falsedad que sólo pueden creer los fanáticos y cortos de entendimiento, es una solemne estupidez.
El muro que Pedro Sánchez dice levantar puede ser, además de antiestético en una democracia, resultar para él mismo peligroso pues es posible que quedaran al lado opuesto al suyo muchos de sus votantes y algunos socialistas que no contemplaban entonces las maniobras realizadas a posteriori para mantenerse en el poder. Un muro que dividiría de manera muy desigual a los partidarios y a los contrarios a la amnistía y que alguna encuesta, cifra en un setenta por ciento esta última opción. Un muro del que desconocemos tanto su verdadera y total dimensión como su fin último.
Unas maniobras, unos pactos que realizados desde la continua opacidad, que no desde la discreción, por mucho que la palabra trasparencia esté en labios un día sí y otro también de miembros del gobierno y del mismo presidente (que dime de qué presumes…) Una discreción que resultaría en todo caso inexplicable si lo tratado no penetrara en terrenos que no conviene saber.
Los muros nunca han sido progresistas sino todo lo contrario y la historia me remito. El verdadero progresismo es aquel que procura un avance con la colaboración de todos; y desde que la democracia es una realidad en nuestro país, tanto el Partido Popular, como Ciudadanos y PSOE (evito las formaciones extremistas, separatistas y terroristas por cuestiones obvias) han aportado muchos granos de arena para que así sea. Que el progresismo hoy no es patrimonio exclusivo de la izquierda y en algunos aspectos de ahora mismo relacionados con sus políticas de concesiones a los separatistas, de progresista nada sino todo lo contrario. Porque ya me dirán que tiene de progresista establecer la desigualdad en derechos y deberes, en responsabilidades económicas, en dar más quienes más tienen…entre la ciudadanía.
El muro que pretende Pedro Sánchez es el último eslabón de una obra realizada con el único objetivo de mantenerse en el poder, intentando confundir con conceptos como concordia, diálogo, igualdad, palabras, frases y discursos irreales que resultan siempre contrarios a la realidad que cada decisión tomada, que cada concesión a Puigdemont provoca. Un Puigdemont que cada día se siente con más peso, más determinante, sabedor de que el poder de Sánchez pende de un solo hilo, el suyo.
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Viernes, 9 de Mayo del 2025
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