Dirigida por Jonathan Glazer, director de Under The Skin y con un elenco protagonizado por Sandra Hüller, Christian Friedel, Marie Rosa Tietjen, Johan Karthaus y Daniel Holzberg entre otros muchos, narra la historia de la familia Höss viviendo al lado de Auschwitz, el mayor campo de concentración donde torturaron y asesinaron a miles de judíos, en plena Segunda Guerra Mundial.

Esta producción es una libre adaptación del libro homónimo escrito por el británico Martin Amis quién falleció antes de su estreno en el prestigioso Festival de Cannes, por suerte Glazer extrae la esencia del libro implantándolo en dicha cinta.

Tras terminar de verla tengo una extraña sensación, como si de impotencia, temor y rabia se tratase. Habré visto muchísimas películas basadas en la Segunda Guerra Mundial, tratadas desde varios puntos de vista, desde el bando estadounidense, como Salvar al Soldado Ryan o las propias víctimas del Holocausto tanto en la Lista de Schindler como El Hijo de Saúl o El Pianista, incluso del bando alemán, el mejor ejemplo es El Hundimiento.

Esta cinta es diferente, relatando la cotidianidad de la familia Höss habiendo creado su propio Paraíso en el Infierno como lo es Auschwitz. Nunca veremos imágenes oficiales de las torturas o muertes, tan sólo oiremos cuál ruido de fondo el sonido de disparos, de perros, guardias gritando incluyendo el humo de las chimeneas del propio campo.

Eso a mi parecer da más miedo que ver a un oficial alemán maltratando a una persona, es el terror invisible, el saber que está ahí y aún así justificar que al hacerlo, beneficias a tu país. Es lo que se conoce como la Banalidad del Mal y eso es lo que muchos Altos Mandos Alemanes, no solo Adolf Hitler sino también Höss, Himmler, Goering, Keitel y la lista sigue y no tiene fin, hicieron en Alemania durante esa época.

Respecto a aspectos técnicos, lo más impresionante bajo mi punto de vista es el uso de la cámara, siendo la mayor parte estática y haciendo algún travelling en ocasiones cuando un personaje se mueve, destacando planos generales e incluso cenitales. A su vez hay que destacar la fotografía, fría a mi parecer y con poco color para reflejar la realidad. Quizá lo menos destacado en mi propio caso es la banda sonora compuesta por Mica Levi y recordándome a las composiciones de Johann Johansson cuando hizo Arrival, entiendo que lo hace para inquietar, pero no es muy notable, apareciendo pocas veces a lo largo del metraje.

Podría relatar más cosas pero con estos aspectos creo que queda bastante claro mis impresiones sobre la cinta. La recomiendo pero con cautela, no es una película que te lleve de la mano, algo que agradezco porque últimamente parece que me toman por necio o peor, explicarme todo el metraje por si no ha quedado claro y eso lo detesto. Si bien es cierto que no hay mucho diálogo y es más sensorial y visual sobre todo esto último, es muy buen tema para debatir sobre tales crímenes de guerra y cuyo mensaje transciende al espectador. No solo pasaba en esa época, ¿quién me dice a mí que esto no está pasando en estos momentos mientras al otro lado del mundo hay un conflicto y lo estamos obviando?