Opinión

¿Quién es el Dios cristiano?

Fermín Gassol Peco | Martes, 26 de Marzo del 2024
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Nos encontramos en Semana Santa, unos días en donde las calles se llenan de espectadores para presenciar el paso de las imágenes que expresan los distintos momentos de la Pasión de Cristo. Unas fechas idóneas para preguntarse sobre su verdadera identidad y razón de ser.

Esta pregunta, hecha a un místico no tendría como respuesta el contenido del sesudo, académico y teórico estudio filosófico y teológico sobre unos complejos conceptos, sino que sería la fluida y serena, la sencilla y profunda expresión de una experiencia vital alimentada por la entrega completa a la voluntad de Dios y sumergida en la gozosa contemplación de su Misterio más íntimo y dinámico, el Misterio de la Trinidad.

Sabemos que el Dios cristiano no es una creencia subjetiva, una idea filosófica o vital por muy perfecta o humanista nos pueda parecer, no es tampoco el resultado de un proceso cultural, dialéctico, afectivo, intelectual o volitivo de nuestra mente. El Dios cristiano no es un dios religioso, cerrado en sí mismo, lejano y por lo tanto inalcanzable y extraño al hombre.

¿Quién es el Dios cristiano? El Dios de los cristianos es un Ser que habla e interpela al hombre y actúa en él respetando su libertad. “Movido de amor, habla a los hombres como amigos, trata con ellos para invitarlos y recibirlos en su compañía” (DV. Nº 2) Un Dios Único y Personal que sale al encuentro amoroso del ser humano al que ha ido dando a conocer su intimidad a través de su historia.

En la Tradición Histórica de Israel, Dios es, sobre todo el Autor de la Alianza, Dios Misericordioso y fiel, ”Dios de los padres” (Dt. 26,5-9).

La culminación de la Revelación llega con la encarnación de Jesucristo en quien Dios se ha manifestado plenamente como Padre, Hijo y Espíritu Santo.

“Al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley para rescatar a los que se hallaban bajo la ley y para que recibiéramos la adopción divina. La prueba de que sois hijos es que Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama Abba, Padre. De modo que ya no eres esclavo sino hijo, y si hijo, también heredero por voluntad de Dios”. (Gál, 4,4-7)

Dios se nos revela como el Dios Redentor de todo el género humano en la Persona Encarnada de su Hijo transformando la ley de Moisés en la Ley el Espíritu como Don universal y gratuito estableciendo la historia del hombre como la gran Historia de la Salvación. El Dios cristiano es un Dios Único en su Naturaleza y Trino en Personas que resultan inseparables en su ser y en su obrar.

El Dios de los cristianos es pues el Dios de la Creación del que no sólo podemos saber su identidad personal por la razón, sino al que también y sobre todo podemos conocer porque Él mismo así lo ha querido, manifestándose al hombre a través del pueblo de Israel primero, descubriendo su identidad de una manera paulatina hasta revelarla de manera total, única e irrepetible a todo el mundo en la figura de su Hijo Jesucristo como un Dios que nos ama y que nos amó hasta el extremo. “En estos últimos tiempos nos ha hablado por medio de su Hijo a quien constituyó heredero de todo (Hb.1,2). Se humilló a sí mismo (Himno Filipenses).

Un Dios que de manera gratuita y amorosa decide que el hombre pueda llegar a conocer la realidad que se da en su Naturaleza Divina, el Misterio de su Realidad Personal, la íntima Realidad Inmanente de perfecta relación entre las Tres Personas, Padre, Hijo y el Amor entre ambos, el Espíritu Santo, a través de la Encarnación de Jesucristo en la historia del hombre, transformándola mediante la Redención, en la Historia de la Salvación.

Una Trinidad Económica plenamente manifestada que transforma a la criatura humana en un hijo de Dios por adopción, haciendo que el cristiano por la acción del Espíritu así lo crea a pesar de que no pueda llegar a conocer sino de manera análoga e incompleta pero veraz la Realidad Amorosa de Dios que se da en las Relaciones entre las Tres Personas y entre el Dios Trino y el hombre cristiano.

El Dios cristiano es el Dios que Salva en la Persona del Hijo, Santifica al hombre por medio del Espíritu y nos va haciendo cada vez más semejantes al Hijo; el Hijo a su vez nos va revelando al Padre y por la acción del Espíritu Santo nos va acercando al pleno conocimiento de su identidad como un Dios Trino.

“Todo me ha sido entregado por mi Padre y nadie conoce bien al Hijo sino el Padre ni al Padre le conoce bien nadie sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar” (Mt. 11,27).

Llegar a comprender este misterio de relación amorosa por el que las Tres Personas, siendo absolutamente distintas mantienen una perfecta unión sin que por ello pierdan lo más mínimo de su identidad, comprender que aún teniendo entidad propia la una no puede “ser” sin la otra, llegar a entender que alguien es uno y tres a la vez no es materia que esté al alcance de nuestras facultades intelectuales.

Sin embargo y análogamente el verdadero amor personal que se puede llegar a dar entre las personas resulta ser un reflejo de ese Amor Trinitario. La experiencia amorosa de dos seres humanos, si es realmente personal y no es meramente cósica, lleva a tal grado de unión que aún en la ausencia, el ser amado se hace presente, una unión que mantiene sin embargo perfectamente definida la identidad y libertad de aquellos que se aman, una relación que escapa al tiempo y al espacio.

La relación personal es la relación más profunda que pueden tener dos personas entre sí. Con la relación personal descubrimos la realidad total de nuestra identidad  a través de aquella persona con la que nos relacionamos. Es una relación basada única y exclusivamente en la libre apertura y donación.

Una relación que es reflejo de la que Dios mantiene con cada persona. Una relación que es única e irrepetible porque siendo Dios siempre el mismo, se muestra de manera diferente a cada persona humana. Una relación de amistad que se descubre y profundiza a través de la Palabra, de la contemplación del Misterio del Amor, de la oración, del conocimiento intelectual y de las obras. Una relación que tiene como característica más profunda el conocimiento completo de uno mismo ya que esa relación nos hace descubrir de manera gozosa nuestra verdadera identidad, la de ser Hijos de Dios.

Ésta es la máxima expresión que puede darse entre las personas, una expresión que trascendiendo nuestra capacidad natural de amar, satisface y colma a nuestra propia naturaleza, a la vez que hace que nos sintamos sorprendidos por la dimensión que ese acto de amor conlleva. Se trata pues de una experiencia real que inunda a todo el edificio del ser humano y que se alza más allá de él mismo…hasta perderse en la inmensidad de lo Eterno.

Si estas líneas quisieran tener únicamente un fin literario, posiblemente tendrían que haber terminado aquí porque en el recorrido pretendido, carecería de sentido continuar con más etapas. Sin embargo no es este el caso. Ni el que escribe, ni el que lee lo hacemos por un mero interés cultural o intelectual, que también, sino ante todo o así debería ser, por un interés vivencial y eso modifica necesariamente el final del trayecto, es más, ese interés es el que precisamente permite el necesario aterrizaje de todo lo rezado…en nuestras vidas.

Lo más probable es que usted querido lector, si ha tenido la curiosidad y la paciencia de haber llegado a este punto, sea una persona que ha recibido el Don de la Fe por el Sacramento del Bautismo; que participa de y en los Sacramentos, medita la Palabra de Dios y hasta realiza algún tipo de acción caritativa, es decir intenta llevar en su vida, la Buena Nueva del Evangelio.

No obstante, creo que no estaría de más hacerse ahora la siguiente pregunta: ¿En qué parte del trayecto que hemos realizado me encuentro? Por supuesto que nadie, creo, se encontrará retenido a estas alturas en la fría y oscura noche de la nada, sino que gozará de la cálida luz de Dios. Sí, pero ¿de qué Dios?: ¿El Dios cósmico?, ¿El Dios creador?, ¿El Dios religioso?, ¿El Dios de las ideas?, ¿El Dios de las normas?, ¿El Dios de la ética?, ¿El Dios de las tradiciones?, ¿El Dios milagrero?, ¿El Dios de la justicia social?, ¿El Dios “político” ?, ¿El Dios de unos pocos?, ¿El Dios de los míos? ¿El Dios a mi medida?, ¿Mi Dios?, O el Dios del Amor Universal revelado en Jesucristo….que permanece hoy vivo en la vida de la Iglesia….


Fermín Gassol Peco


Graduado en Teología

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