Opinión

Luciano, el hombre de la luz, doña Clemencia y sus criados

Juan José Sánchez Ondal | Martes, 2 de Abril del 2024
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IV.- Balbina Expósito, la doncella de doña Clemencia 

Balbina, como Régulo, fue entregada en el hospicio provincial en 1822 y en él permaneció hasta los 14 años en que ingresó en el noviciado del monasterio de Santa Triana, de la orden de las Jovistas de San Cloto, de la que, a la sazón, era priora doña Clemencia. Siempre, y particularmente desde que doña Clemencia tomó el mando del monasterio, éste mantenía un estrecho contacto con el hospicio, tanto para la captación de femeninas vocaciones como para el desempeño de los trabajos monásticos. Conocida la vocación de Balbina y su procedencia, pronto la priora la tomó bajo su protección y cuando, al poco tiempo se produjo la exclaustración y hubieron de abandonar el cenobio, se la llevó como doncella a su pueblo.

Fue después de fallecida la señora cuando, un día, Balbina le desveló a Régulo, ante las preguntas de éste, el motivo de que tuviera que ayudarla a acostarse y hacerlo con la luz de Luciano.

--La madre, – Balbina siempre la denominó así en vez de señora- desde que la conocí en el monasterio, dormía con un singular cilicio que debía ser puesto con especial cuidado y por eso solicitaba el servicio de la luz blanca de Luciano.

--¿Y qué singularidad tenía es cilicio en cuestión? Preguntaba Régulo.

--No debería desvelarlo, pero como ya hace tiempo que falleció y confío en tu discreción, sólo puedo decirte que la singularidad estaba en el lugar de su colocación, que era, como ella decía “por do más pecado había”.

A la muerte de doña Clemencia, Balbina heredó la casa de la plaza y uno de los olivares y Régulo las demás fincas y algún dinero en efectivo con el adquirió una pequeña casa junto a una de las viñas de su propiedad. La relación entre los dos Expósitos, hermanos de acogida, siguió siendo afectuosa y protectora por parte de Régulo que permaneció soltero durante toda su vida. Tampoco Balbina contrajo matrimonio, a pesar de que no le faltaron proposiciones en tal sentido. Alternaba su tiempo entre las tareas domésticas, ayudada por una joven sirvienta, las devociones religiosas, misa diaria y novenas, y los actos de caridad y ayuda a la maestra de primeras letras con las niñas. De sus tareas agrarias se ocupaba Régulo que, después, le entregaba, puntual y escrupulosamente, el rendimiento líquido de la cosecha olivarera.

Tras diversas pesquisas hemos obtenido información oral de que las olivas productoras del aceite tinto, que al parecer fueron pocas, correspondieron a Balbina, pero ésta, en homenaje a su benefactora, entendiendo que tal producción cuasi milagrosa era algo exclusivo de la madre, decidió mezclar su aceituna con la de las demás olivas y dejar de producir el purpúreo oleo.

--¿Nunca has tenido la curiosidad de saber quiénes fueron tus verdaderos padres?, le preguntó una tarde Régulo.

-- Para mí sólo ha habido una madre, madre Clemencia, y no la habrán tenido mejor los condes de Argisola, le contestó. ¿Acaso tu no sientes lo mismo?

--Claro que sí, mujer, pero me hubiera gustado saber quién me engendró y me tuvo y cuáles fueron los motivos del abandono.

--¿Para, a lo mejor, entérate de que fueron un facineroso y una cualquiera?

--¡Mujer! Es que no sé por qué tengo el presentimiento de que, al menos mi madre, debió tener sus importantes motivos para actuar como lo hizo.

--Sí, o que tu padre fue el infante don Clodoveo. Déjate de sueños. Tuvimos una protectora que no sólo nos mantuvo en vida, sino que nos dejó todo su capital. ¿Acaso nuestros padres hubieran hecho más?  Porque ¿no estarás dándole vueltas a los infundios de que somos hermanos e hijos de doña Clemencia, como se murmura en el pueblo?

--No, mujer, son preguntas que se hace uno. Cuando algo es desconocido…se despierta la curiosidad. 

--La curiosidad mató al gato, dicen, por eso yo, ni me lo planteo.

--Mejor.

-- Y tú deberías hacer otro tanto, como hago yo cada día: rezar por el eterno descanso de la santa madre, porque estoy segura de que está en el cielo, y porque nuestros pecadores padres salgan cuanto antes del purgatorio cumplida la penitencia por sus pecados que debieron ser muchos.

--Amén, respondió Régulo con cierta sorna y no poca tranquilidad.

           Madrid, 1 de abril de 2024.

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