Opinión

Pasotismo, indiferencia e indolencia social

Fermín Gassol | Domingo, 7 de Abril del 2024
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Creo no estar equivocado al afirmar que a la ciudadanía cada día le importan menos cosas...que no estén relacionadas con sus vidas personales, en especial con sus bolsillos. En consecuencia, todo aquello que traspasa esa frontera, las noticias y hechos de los que no forma parte, son cuestiones que directamente les resbalan, quizá por el desánimo e impotencia de no poder cambiarlas. 

La expresión "es lo que hay" responde de una manera gráfica a este estado de ánimo, a esas actitudes mentales ante los hechos que la vida nos trae sobre algo que supone algún conflicto o problema social político o económico que no es de nuestro agrado. ¿Resignación, aceptación con lo que nos viene o tenemos encima, tragar a regañadientes con lo que otros deciden? La frase denota desde luego cierta impotencia, cierta complacencia involuntaria para querer justificar no poder cambiar lo que no nos gusta o aquello con lo que no estamos de acuerdo.

La pregunta surge: ¿Por qué en un mundo de libertades existe el sometimiento de pensamiento y de acción? ¿Por qué existen las "dictaduras en el comportamiento cotidiano social, político, económico, familiar"? De manera habitual es frecuente encontrarse en situaciones con las que tenemos que convivir como si fueran las más normales del mundo y que no siéndolo, responden al conocido y popular "ajo y agua". Nadie sabe por qué las han impuesto, aunque si conocemos quienes han sido y cómo lo han hecho. 

Cada cual sabrá sobre sus claudicaciones más o menos voluntarias, las particulares bajadas de pantalones existenciales que tiene que soportar a diario. dictadores del comportamiento familiar, de las normas más básicas de comportamiento, de la integridad mental y física, claudicaciones ante la falta de honradez política y la corrupción económica, ante la lógica y sentido común, ante la salud y sobre todo ante la vida. La frase "esto es lo que hay" suena, sabe y huele a una alarmante falta de espíritu revolucionario, a un alarmante pasotismo, indiferencia e indolencia social.

El mundo necesita una revolución de agua limpia, luz blanca y letras claras, una revolución en la naturaleza de la inteligencia y los sentidos, donde todo sea más nítido, donde cada día haya más hijos de la luz y menos de la noche, más oxígeno y menos humo y niebla en las mentes, más inocencia en las acciones, más bonanza en el horizonte, más verdad y menos mentira. El sometimiento sicológico y vital a las personas no necesita de metralletas, ni bombas racimo para imponerse, basta con implantar la negación de los argumentos racionales más básicos, pisándolos con las botas de la ignorancia y suficiencia.

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