“Fortuna que se canta siempre se la lleva el aire” José Zorrilla.
Cuánta verdad encierra el famoso refrán que dice “donde menos esperas salta la liebre”. Y es que la vida de vez en cuanto nos da sorpresas, de ahí que no podamos distraernos ni un momento pues basta que por un segundo perdamos de vista aquello que buscamos para que alguien que esté más atento de la jugada se quede con lo que más apreciamos. Es algo parecido a la ley de la selva donde los seres humanos siempre hemos estado sumidos y en la que los más astutos aprovechan las pájaras de los más confiados o descuidados.
Hoy les relato algo relacionado con ese refrán, aunque el sentido del sitio y de la liebre tiene otra lógica. Y es que las liebres que saltaron en cuestión después de encontrar la madriguera camuflada fueron billetes de contar, dinerito que aguardaba agazapado en las entrañas de una caja fuerte abandonada en un descuido incomprensible o en un ejercicio de exceso de liquidez; lo demás es de pura lógica porque el terreno donde se encontraban los valiosos lepóridos de papel moneda había estado destinado a una sucursal bancaria.
El hallazgo se produjo cuando el propietario actual tras comprar el local a un banco decidió hacer obras de rehabilitación para establecer en él un despacho de abogados. Fue en la época cuando se estaba estableciendo el euro como nueva moneda europea y debe datar de unas fechas en las que los bancos admitían todavía los francos, marcos liras o pesetas... y los euros. ¿Se acuerdan? Cómo pasa el tiempo.
La sorpresa al abrir “la madriguera” tuvo que ser mayúscula una vez que pudieron desactivar la combinación que la mantenía cerrada. Allí estaban los billetes quietecitos y ordenados esperando pasar a otras manos o quizá a ningunas que en su caso sería como pasar a mejor vida. La fecha del estadillo los delataba, treinta y uno de diciembre de dos mil uno. No sabemos la cantidad que la caja fuerte atesoraba, aunque no debía ser muy alta ni sabemos tampoco si fue el banco quien lo dejó allí a propósito a modo de una pequeña entrega a cuenta en la cifra final de la compra.
Sin embargo, no parece que fuera así porque al honesto comprador le faltó tiempo para denunciarlo a la policía pese a formar parte de la “masa hereditaria”; siendo abogado pensó quizá que no tendría todas consigo. La reacción que tuvo el banco fue muy propia de su esencia. Lejos de continuar dándolos como fallidos se tiró en plancha sobre ellos. Es lo que tienen los bancos, que son capaces de cometer esas torpezas, pero también de demostrar en toda su plenitud la avaricia que les mueve.
Porque lo más lógico es que al tratarse de una cantidad no demasiado elevada, la entidad financiera hubiera hecho publicidad de sí misma diciendo que al honrado cazador le habían abierto una cuenta, pues si nos ponemos a pensar en el porqué de ese descuido la impresión es la de que ganaron tanto que bien pudieron dejarlo como propina a la hora de pagarlo. Pero no fue ese el caso pues todos sabemos que los bancos son así, euro veo, euro quiero.
Dicen las crónicas que días más tarde los banqueros estuvieron pensando en darle una pequeña recompensa, seguro que consistiría en dejarle dentro de la caja fuerte ya vacía una carta de agradecimiento en su interior firmada por su presidente, que los bancos estos detalles los saben hacer muy bien. Al final hay que reconocer que Zorrilla tenía razón; fortuna que se canta siempre se la lleva el…banco.
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Domingo, 16 de Marzo del 2025
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