Cada
9 de mayo celebramos el Día de Europa. Conmemoramos el discurso de
Robert Schuman en 1950, piedra angular de un proyecto político inédito
que nació para evitar nuevas guerras entre países vecinos y construir,
paso a paso, una comunidad basada en la paz, la cooperación y el
bienestar compartido. Esa visión se tradujo en décadas de prosperidad,
derechos y libertades. Pero hoy, cuando el mundo se polariza, el
populismo crece y la guerra regresa a las fronteras europeas, ese
espíritu fundacional se vuelve más necesario que nunca.
Europa
ha sido, y debe seguir siendo, un muro de contención frente a quienes
desprecian la democracia y los derechos humanos. Pero para ello necesita
afrontar con valentía los grandes retos que marcarán estos próximos
años. Una Europa fuerte, unida y justa no es un ideal abstracto, sino un
objetivo político tangible que exige compromiso, liderazgo y decisiones
concretas.
Luchar contra el cambio climático con justicia social y apoyo a quienes más lo necesitan
La
transición ecológica es un compromiso ineludible. Pero no puede hacerse a
costa de quienes más esfuerzo están realizando. En la anterior
legislatura, la Comisión Europea centró sus políticas en los sectores
más directamente afectados por la descarbonización, como la industria o
el transporte. Hoy, reivindico que pongamos en el centro a quienes están
sufriendo en primera línea las consecuencias del cambio climático: los
agricultores y agricultoras.
Ellos
son los primeros interesados en frenarlo, pero también los más
golpeados por sequías, fenómenos extremos e incertidumbre. Exigirles
más, sin darles herramientas para sobrevivir y competir, es empujarles
al abismo. Mi compromiso será claro: conseguir compromisos firmes que
garanticen explotaciones agrícolas rentables, sostenibles y justas, que
además aseguren el acceso a alimentos seguros para todo el mundo.
Frente a la guerra comercial de Trump, firmeza y defensa del modelo europeo
El
regreso de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos ha traído
consigo lo que muchos temíamos: una escalada arancelaria injustificada,
guiada más por intereses electorales y retórica nacionalista que por
lógica económica. Su intención de imponer aranceles generalizados
—incluso a países aliados— ha generado una reacción inmediata no solo
desde Europa, sino también desde el propio sector financiero
estadounidense, que ha advertido del riesgo de empobrecer las cadenas de
valor globales y disparar los precios para los consumidores.
La
presión de los mercados y las contramedidas anunciadas por las grandes
potencias afectadas, entre ellas, la Unión Europa han forzado, por
ahora, a Trump a frenar ese impulso inicial. Pero en Bruselas lo tenemos
claro: no vamos a actuar desde la provocación, pero tampoco desde la
sumisión. Primero, negociación. Siempre negociación. Porque las guerras
comerciales no benefician a nadie y castigan a quienes menos tienen.
Pero si la vía diplomática fracasa, responderemos con medidas de
retorsión proporcionadas.
Las guerras y el papel de la Unión: Ucrania, Gaza y el doble rasero que debemos romper
La
agresión de Rusia a Ucrania ha demostrado que Europa puede estar a la
altura. Hemos sido firmes en la condena, generosos en el apoyo y claros
en la perspectiva europea del pueblo ucraniano. Pero esa determinación
contrasta con la ambigüedad —cuando no silencio— de la Comisión Europea
ante el exterminio del pueblo palestino en Gaza.
La
defensa de los derechos humanos no puede ser selectiva ni condicional.
Si queremos ser referentes globales, debemos mantener la coherencia
ética en todos los conflictos. Callar ante una masacre es abrir grietas
en nuestra credibilidad internacional. Europa debe ser igual de firme en
la condena del exterminio en Gaza como lo ha sido con la guerra en
Ucrania y otros conflictos. Solo así será creíble su compromiso con la
paz y la legalidad internacional.
Defender la democracia frente a las guerras híbridas y las injerencias externas
Europa
resulta incómoda para quienes no creen en la democracia. Por eso está
siendo objeto de ataques híbridos: desinformación, ciberataques,
campañas de odio y manipulación. Estas estrategias buscan minar la
confianza ciudadana, polarizar nuestras sociedades y debilitar nuestras
instituciones desde dentro.
Necesitamos
blindar la democracia, proteger nuestros procesos electorales y
construir una ciudadanía crítica, informada y activa. La democracia no
es un regalo: es una conquista diaria que debe defenderse con decisión.
Europa: el buque democrático que debe liderar la paz, la justicia y el progreso
Por
todo ello, este nuevo tiempo será clave para decidir qué Europa
queremos: una Europa valiente o una Europa sumisa. No todos los partidos
están comprometidos con este proyecto común. La ultraderecha europea,
en sus diferentes organizaciones, entre las que se integra Vox, no
esconde su desprecio a Europa, a sus valores ni a sus instituciones. Lo
preocupante es que el Partido Popular no se atreva a romper con ellos,
ni en España ni en Bruselas, donde la blanquea por su propia debilidad.
Esa estrategia no solo es cobarde: es irresponsable.
Frente
a todo ello, la socialdemocracia europea representa hoy la mejor
garantía para proteger este proyecto común. Somos quienes hemos
construido la Europa de los derechos laborales, la igualdad de género,
la paz y el respeto a las minorías. Creemos en una Europa fuerte, que no
renuncie a liderar ni dentro ni fuera. Y, sobre todo, creemos en una
Europa humana, justa, comprometida con su gente.
Porque si Europa no es eso… ¿entonces qué sentido tendría?