La cita comenzó a las 11 de la mañana con una decena de niños de entre 7 y 10 años dispuestos a descubrir los secretos del color. Sobre mesas cubiertas de papel, con acuarelas, pinceles y paletas, los jóvenes aprendices de artista fueron guiados por un entusiasta Martín Pérez, quien desde el primer momento supo conectar con ellos: “Hoy vamos a hacer magia con nuestras manos”, anunció, dando paso a un didáctico vídeo sobre la historia de la acuarela y el uso del círculo cromático.

La sala, habitualmente silenciosa y elegante, se transformó en un laboratorio efervescente donde cada niño exploró la mezcla de colores primarios para dar lugar a secundarios y terciarios. El asombro surgía con cada nuevo matiz: el verde, el violeta, el naranja… La espontaneidad y el gozo se palpaban en el ambiente mientras los pequeños descubrían el poder expresivo de los pigmentos.

El momento culminante llegó con una demostración en vivo del acuarelista José Luis Martín, quien rodeado por los niños pintó una acuarela que condensaba todo lo aprendido durante la sesión. La obra, enmarcada al instante, fue sorteada entre los participantes, cerrando así una jornada donde el aprendizaje y la emoción se dieron la mano.

Mientras tanto, los padres, sentados al fondo del salón, observaron con admiración los trabajos realizados. Sus hijos, orgullosos, explicaban los colores inventados, los nombres que les habían puesto y las sensaciones que habían vivido. Porque, más allá de la teoría del color, esta actividad les regaló algo más profundo: la libertad de experimentar sin miedo, el placer del juego artístico y el descubrimiento de que el arte puede ser una aventura compartida.