Tomelloso guarda un rotundo patrimonio que se
confunde con la tierra, los bombos. Esas construcciones circulares,
coronadas por una cúpula de piedra, que desde hace siglos sirven de refugio y constituyen
uno de los símbolos de la ciudad manchega. En apariencia humildes, pero de una
perfección geométrica y técnica admirable, los bombos son el testimonio de una
estirpe de agricultores que, sin planos ni arquitectos, levantó con sus manos
estas moles de piedra.
El profesor Jerónimo Pedrero, miembro de la
asociación Arquitectura de Piedra Seca. Los Bombos de Tomelloso, que preside Natividad Cepeda, lleva
más de tres décadas dedicado a investigar, catalogar y difundir este
patrimonio único. Su voz se ha convertido en referencia en la defensa de estas
construcciones que condensan la identidad tomellosera.
Su libro “Inventario de los bombos del término municipal
de Tomelloso”, publicado en 1999, fue el primer estudio exhaustivo
sobre estas estructuras. En él documentó 296 bombos distribuidos por el
municipio. Además, señala, los tomelloseros erigieron otros seiscientos en los
términos cercanos. Hoy, lamenta, “más de una tercera parte ya no existen”.
Una arquitectura nacida del ingenio popular
Los bombos no son simples chozos. Son verdaderas obras
maestras de ingeniería popular, levantadas piedra a piedra sin argamasa,
siguiendo una técnica ancestral, la falsa cúpula por aproximación de hiladas.
“Los campesinos aprovechaban lo que tenían, la piedra caliza
extraída al labrar los campos”, explica Pedrero. “Era un sistema constructivo
de pura lógica estructural. Cada piedra apoya ligeramente sobre la
anterior, reduciendo el diámetro hasta cerrar la cúpula.”
La técnica, conocida en todo el Mediterráneo, está
emparentada con los trulli de Alberobello (Italia), las bories de
Provenza, los nuraghe sardos o los refugios de piedra seca de
Baleares. “Pero los bombos de Tomelloso son distintos, más austeros, más
desnudos, más honestos”, apunta el investigador. “Reflejan la sobriedad
manchega, la inteligencia de quien trabaja con lo mínimo.”
Construidos entre los siglos XVIII, XIX y XX, los bombos servían como vivienda temporal del agricultor, refugio frente al calor el frío o las inclemencias, y a veces como almacén de aperos y cuadra de animales. Algunos contaban con chimenea, poyos, alacenas (alambores) en los muros o incluso cuadras.
Del esplendor al abandono
“Cada bombo es un pequeño milagro técnico y humano”, resume
Pedrero. Pero el abandono rural, la mecanización agrícola y el cambio en los
modos de producción provocaron su declive. “A medida que el campo se vació, los
bombos quedaron sin uso y empezaron a desmoronarse lentamente”, lamenta.
El estudio que Pedrero realizó a finales de los noventa ya
alertaba del riesgo. “Encontré muchos en estado precario, y otros que habían
sido reformados con cemento, perdiendo su autenticidad.”
Pese a que la Ley de Patrimonio Cultural de Castilla-La
Mancha (2013) reconoce la obligación de conservarlos, en la práctica apenas
existen programas de apoyo. “La administración pide a los propietarios que los
mantengan, pero no ofrece ayudas ni formación”, denuncia el investigador. “Y
restaurar piedra seca no es como levantar un muro moderno. Requiere oficio y
conocimiento.”
La pérdida del saber constructivo es uno de los
grandes desafíos. “Los antiguos bomberos sabían leer la piedra. Hoy casi nadie
puede reconstruir un bombo con la misma técnica. Hay que recuperar ese lenguaje
antes de que desaparezca.”
Un movimiento que cruza fronteras
El pasado sábado, Pedrero compartió experiencias y conocimiento con Teodoro Sánchez-Migallón Jiménez, de la Asociación Cultural Venta del Borondo (Daimiel), David Cejudo Lara, de El Zaque Asociación Cultural (Manzanares), Antonio Salinero, Ingeniero de la Edificación, con experiencia en construcción en piedra seca y Maria Frauke Streubel, arquitecta alemana de la organización Interessengemeinschaft BauernHaus e.V., experta en patrimonio rural europeo. También asistió el concejal de Patrimonio de Tomelloso, Benjamín de Sebastián, mostrando el apoyo institucional al proyecto.
Bajo el lema “Tomelloso: cúpulas entre viñas”, este
encuentro supuso un punto de partida para la colaboración entre investigadores,
instituciones y asociaciones culturales de dentro y fuera de España.
“Queremos crear una red de piedra seca europea, que
conecte Tomelloso con otros territorios que comparten esta tradición
constructiva”, explica Pedrero. “No se trata solo de conservar piedras, sino de
preservar un conocimiento y una forma de vida.”
Frauke Streubel, tras recorrer los bombos manchegos, quedó
fascinada. “En Alemania hay construcciones rurales valiosas, pero aquí la integración
entre arquitectura y paisaje es excepcional”, dijo. “Cada bombo parece
haber nacido de la tierra misma.”
El arquitecto Teodoro Sánchez-Migallón destacó la
importancia de unir esfuerzos entre asociaciones locales. “Daimiel, Manzanares
o Argamasilla también tienen refugios similares. Es momento de pensar en una
estrategia comarcal que dé visibilidad a este patrimonio.”
La piedra como memoria colectiva
En sus estudios, Pedrero ha clasificado varios tipos de
bombos según su tamaño y función: los meloneros, pequeños y de uso
estacional; los viñeros, que podían albergar a una familia y sus
animales; y los triples o de trébol, de planta más compleja.
Cada variante revela una adaptación al terreno y a las
necesidades del agricultor. “No hay dos iguales”, insiste. “Y todos comparten
un rasgo común: la inteligencia constructiva del anonimato. Ningún
maestro firmó su obra, pero su legado es monumental.”
Para el investigador, los bombos son algo más que piedra, son símbolos identitarios. “Representan el esfuerzo colectivo, la relación entre el hombre y su paisaje. Son, literalmente, las raíces de Tomelloso hechas arquitectura.”
A menudo, señala Pedrero, quienes los han conocido, se
emocionan al recordarlos. “Muchos rememoran haber dormido en un bombo. Son
recuerdos que forman parte de la memoria oral de nuestras familias.”
Restaurar para vivir, no solo para mirar
El proyecto “Cúpulas entre viñas” no se limita a la
conservación pasiva. Pretende devolver uso y vida a los bombos mediante
actividades culturales, educativas y turísticas sostenibles. La iniciativa persigue
preservar y poner en valor ese patrimonio mediante un enfoque
participativo y técnico.
La iniciativa contempla la creación de una red ciudadana “Amigos
de los Bombos”, talleres anuales de reconstrucción parcial, excursiones
formativas con expertos y la difusión de información en varias lenguas a
través de los portales institucionales.
Con la colaboración del Ayuntamiento, la UCLM
y el Colegio Oficial de Arquitectos de Castilla-La Mancha, el proyecto
busca generar conciencia sobre la importancia del patrimonio vernáculo y
reactivar el vínculo entre la población y su paisaje cultural, integrando
memoria, identidad y sostenibilidad.
Patrimonio de la UNESCO
Jerónimo Pedrero aclara que los bombos forman parte
del Patrimonio Inmaterial de la Humanidad dentro del “Arte de la
construcción en piedra seca, conocimientos y técnica” reconocido por la UNESCO.
Explica que, aunque fueron siete comunidades españolas las que impulsaron la candidatura, esta no se limita a ellas, sino que abarca toda el área mediterránea y países como Irlanda o Eslovenia. Subraya que existe confusión al pensar que Castilla-La Mancha quedó fuera, cuando en realidad los bombos están plenamente incluidos. La UNESCO, insiste, protege la cultura humana asociada a la piedra seca: los métodos, la tradición y el conocimiento que dieron forma a muros, bancales, majanos o bombos en todo el territorio.
Una llamada a la acción
Pedrero, optimista pero realista, sabe que el reto es
grande. “Restaurar cuesta dinero y tiempo, pero el primer paso es crear
conciencia. Si la gente no valora lo que tiene, no luchará por
conservarlo.”
Algunos propietarios, como los del Bombo Al Vino en
la zona de Perrote, han convertido sus construcciones en pequeños espacios
turísticos o familiares, demostrando que la conservación y el uso son
compatibles. “Cuando un bombo vuelve a tener vida, aunque sea como casa rural o
aula cultural, el entorno se transforma”, celebra Pedrero.
Para él, los bombos son “cúpulas que laten”. “Cada
piedra cuenta la historia de quien la colocó. Recuperarlas es recuperar la
dignidad de un pueblo que, con sus manos, hizo arquitectura sin arquitectos”.
Los bombos guardan el eco de voces antiguas, de generaciones que trabajaron la tierra con paciencia y dignidad. Tomelloso debe volver a reconocerse en esos gigantes que han escrito la historia colectiva de un pueblo.
{{comentario.contenido}}
"{{comentariohijo.contenido}}"
Miércoles, 22 de Octubre del 2025
Miércoles, 22 de Octubre del 2025
Miércoles, 22 de Octubre del 2025
Miércoles, 22 de Octubre del 2025
Miércoles, 22 de Octubre del 2025
Miércoles, 22 de Octubre del 2025