Opinión

Cuando censuramos en otros lo que nosotros también hacemos

Fermín Gassol Peco | Jueves, 15 de Mayo del 2025
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El inteligente humorista y dramaturgo Enrique Jardiel Poncela fue autor de ocurrentes y acertadas frases, una de las cuales hace referencia a la manera más idónea según él, de proceder en algunos momentos de nuestra existencia y que dice, “Cuando tiene que decidir el corazón es mejor que decida la cabeza.” Fino observador del alma hispana, con esta frase hacía referencia a nuestra apasionada visceralidad a la hora de hablar, decidir, justificar o reprobar pensamientos o conductas obedeciendo de manera primordial, primaria y recurrente a los impulsivos dictados de ese noble, pero ciego músculo vital que es el corazón.

Llama poderosamente la atención la acentuada subjetividad que mantenemos buena parte de los españoles a la hora de analizar los hechos acaecidos de manera cotidiana del cariz que propongamos, pero sobre todo en el mundo de la política. En general somos personas poco proclives a analizar y discernir las ideas o programas electorales, cuando tenemos la suerte de que existan y nos los expliquen de manera fría, más objetiva y elaborada sin posturas preconcebidas porque quizá es más fácil recurrir al método de actuar pensando afectivamente en “contra de los otros” más que hacerlo a “favor de los míos” sobre todo cuando no existen elementos positivos y razonados para inclinarse por una u otra opción. 

De esta manera no actuamos de una manera pragmática ni progresamos en” nuestro” conocimiento de las cosas al despreciar el mundo que nos es emocionalmente ajeno, ni nos preocupamos de conocer el porqué del comportamiento de los que defienden otras posturas.

Así, por ejemplo, sintonizamos con los medios de comunicación que nos dicen lo que de antemano queremos oír o leer. Para nada ayudan además a este afán los penosos y vacíos discursos electorales en que se convierten de manera asidua los mítines de los partidos políticos en donde el único programa que parecen tener es la descalificación del contrario, criticando cuestiones parecidas a las que ellos mismos hacen o han hecho, a veces no muy lejos en el espacio o en el tiempo. 

Evidente que no somos ni es aconsejable ser puro intelecto, pero en la vida las decisiones más importantes hay que tomarlas tras haber analizado entre las posibles la más conveniente, no arrastrados por el precipitado e irreflexivo golpe del corazón, sobre todo cuando censuramos en otros lo que nosotros también hacemos; cuestión de decencia moral y coherencia mental.  

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