Opinión

Meretrices-prostitución: “El oficio más antiguo del mundo” (Il)

Salvador Jiménez Ramírez | Sábado, 17 de Mayo del 2025
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La meretriz Meliké, se servía de un reloj de agua, por lo que la apodaban “Clepsidra”, con el que medía el tiempo empleado con cada cliente. Y la talentosa hetaira, cortesana griega, Aspasia, se “codeaba” con lo más “selecto” de la sociedad ateniense. “Entontecido” con ella Pericles, acabó desdeñando a esposa e hijos… Otro “atontolinado” con la hetaira Filomena, ésta le contestó a sus misivas de amor: “¿Por qué me escribes tan largas cartas? Necesito cincuenta monedas de oro y no epístolas. Si me quieres paga…”.

El político y orador griego Demóstenes, estaba obsesionado con conocer a la hetaira Lais de Corintio. Tras visitarla y decirle que la deseaba, la hetaira le exigió bastante dinero, a lo que él se negó… Aquella Lais, solía comentar sobre filósofos y sabios con los que alternaba: “Yo no sé de ellos más que lo que me cuentan. No he leído sus libros, pero no creo en su sabiduría. ¡Si supieseis lo que me piden y hacen estos sabios y filósofos cuando están a solas conmigo!”.

El famoso escultor griego del s. v. a. C., autor del Discóbolo y de estatuas del grupo de Atenea y Marsias, se le “cruzaron los cables” y se fue a ver a Lais, pero ella lo desdeñó… Como él creyera que el rechazo se debía a su pelo canoso, se lo tintó… Pero ni así… La bella Frine era otra hetaira  que no utilizaba ni “pomadas ni afeites”, (C. Fisas) a la que el también escultor Praxíteles llegó a ofrecerle sus obras para que se quedara con la que más le gustara… Tras utilizar ciertas artimañas, la hetaira  escogió a Cupido.

Por narradores que “desbrozan” lo que la historia oculta, (aunque hay “justicias” de la historia que suelen “saltar” de manera irrevocable) sabemos que la emperatriz romana Mesalina, disponía de un cuartucho  en alquiler en un cochambroso lupanar de Roma; (lupanar nombre derivado de lupa-loba) figurando en la puerta el “nombre de batalla” de Lycisca. En el cuchitril  recibía a la profusa clientela, hasta que al amanecer volvía a “palacio”… El “leno” era el regente-cobrador de los lupanares, de donde procede “lenocinio” y los cubiles de los lupanares se denominaban “fornices”, de ahí el verbo fornicar… 

En la “larga noche de la Edad Media, cuando había Papas papás y monarcas con ristras de vástago “bastardos”, aparecen leyes, ordenanzas, “decretos”…, en los que se contemplaba y especificaba, que las meretrices no podían vestir como las otras mujeres llamadas “honestas”. Los atavíos de las meretrices variaban con arreglo a las “normas” de cada territorio. Alonso o Alfonso Fernández de Palencia, dejó un testimonio sobre unas damas que acompañaban a la reina Juana, esposa de Enrique lV de Castilla, que no iban ataviadas como las mujeres “honestas”: “… (…), antes descubrían el seno hasta más allá del ombligo…”. En Europa (C. Fisas), en el siglo XIII, se comenzó a usar la palabra “puta” y se empezaron a reglamentar los burdeles. San Luis, rey de Francia, Alfonso X, Alfonso XI en Castilla, los reyes de Aragón y el Conde de Barcelona, dictaron directrices y más directrices, para el “ejemplar seguimiento de las prostitutas”. Sancho (Don Quijote de la Mancha, segunda parte, cap. XIII), responde a del Bosque: “Ni ella es puta, ni lo fue su madre, ni lo será ninguna de las dos, Dios queriendo mientras yo viviere. Y háblese más comedidamente; que para haberse criado vuesa merced entre caballeros andantes, que son la misma cortesía, no me parecen muy concertadas esas palabras…”.

En provincias de España, como era el caso de Barcelona, las meretrices que se negaban a inscribirse voluntariamente en el padrón; con arreglo al artículo 22, de la ley Provincial de 29 de Agosto de 1882, eran puestas a disposición de la Autoridad Gubernativa. No podían presentarse en público con “trajes indecorosos ni llamativos, ni pararse en las calles…”. Estando obligadas a presentarse en el Registro de Higiene, portando “Cartilla Sanitaria con su retrato”. “Siendo completamente voluntario el ejercicio de la prostitución, las mujeres inscritas podían negarse a satisfacer las pretensiones obscenas de sus solicitantes…”.  Teniendo derecho a reclamar, en caso necesario, el auxilio de las autoridades…        


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