De cuando fue más importante
saber escribir vino con “v”, que saber elaborar el propio vino.
Cuentan que impartiendo una charla un profesor de
universidad sobre la despoblación, apareció en el Power Point que le servía de
apoyo, una casa donde se leía el siguiente cartel: ”SE VENDE BINO”. Las risas de
los oyentes nacieron seguidas. Automáticamente el orador preguntó a la sala:
¿Quién de ustedes sabe hacer vino? El hermetismo fue total, nadie contestó. Segunda pregunta: ¿Quién creen Vds. que
es más ignorante, quien no sabe escribir la palabra vino, o quien no sabe
elaborar el vino?
Durante muchos años el fenómeno de la despoblación en España
a nadie preocupó, es ahora cuando parece que este fenómeno que desangra a todas
las zonas rurales de España, empieza a preocupar. Dicen que ya hemos abandonado
más de 3000 pueblos principalmente de la meseta, pues no hay que obviar que es
en las zonas costeras donde se asienta la mayor parte de la población, a
excepción de Madrid. Pero no nos engañemos, para analizar este fenómeno negativo
que arrasa la España interior, habría que retrotraerse varias décadas para
poder situar el problema.
El abandono rural tiene mucho que ver con la perdida de la cultura
campesina. Si pusiéramos el foco en conocer esa cultura que gestionó esos
espacios, conoceríamos mejor que les pasa a nuestros pueblos y como
solucionarlo.
En líneas generales el conocimiento técnico y científico se puede adquirir mediante libros y ahora a través de internet. El conocimiento local casi nunca tiene soporte escrito, se transmite a duras penas de forma oral por las gentes de más edad de la localidad que conocieron ese mundo campesino rural. Los labradores no escribieron nada, o mejor dicho, lo que escribieron lo hicieron en el paisaje, por eso en parte se desprecia esta cultura.
Una película o un libro que desarrolle su argumento en un pueblo, se dice que es una obra rural, siempre activando el “rural” como peyorativo. La palabra rural está asociada a la incultura, no es así. Lo rural es otra cultura que no está escrita, que tiene otros códigos.
El contacto entre el campo y la ciudad lo hemos perdido. Hace 60 años que nos relacionamos con el campo a través de iconos, de imágenes, de cosas raras. Las escuelas de los años sesenta-setenta en estas zonas también tuvieron mucho que ver en esa ruptura. A los niños no se les enraizaba en el paisaje (para Unamuno ya estábamos “despaisajados”), no se les explicaba cuál es el vínculo que les unía con su pueblo, no se les afianzaba el sentimiento de pertenencia. Únicamente con planes educativos urbanos, se les preparaba para que se marcharan del pueblo, y ojo que no estoy diciendo que no tuvieran que salir a formarse con estudios y carreras de rango superior. Lo que digo es que estando activado en la edad temprana el vínculo campesino, esos chicos seria más fácil que volvieran al pueblo después de haberse formado, o más tarde.
El modelo tradicional, urbano se agota, es insostenible.
Cada vez más personas ampliamente cualificadas regresan a los pueblos. Hoy en
día internet suple las carencias técnicas de interconexión con la otra
sociedad, la ciudadana. Nuevas iniciativas sostenibles, de turismo rural, agroecológicas
nacen en nuestros pueblos, pero no nos engañemos todavía está infravalorada la
sociedad rural, quien regresa al pueblo es tachado de “hippie” o de loco.
La sociedad campesina sobreviviente del siglo XXI, debe
estar basada a la fuerza en los modelos agroecológicos y agronómicos de nuestros
antepasados y apoyados con la ciencia y la técnica de hoy. En zonas antaño desangradas
por el éxodo ciudadano como Las Hurdes, han surgido iniciativas aglutinadoras
en torno a un producto tan antiguo como la miel y a través de cooperativas,
aglutinan y dan sustento económico a infinidad de familias de la zona.
Los intentos de volver al campo en solitario no son
sencillos. El individuo necesita del grupo, precisa de sociedades campesinas
que disminuyan la marginación, el aislamiento, la soledad, la falta de servicios,
etc.
Otra tarea es vincular a los que emigraron y sus descendientes, con los pueblos que abandonaron. Consumir productos elaborados en las cooperativas del pueblo. Comprometerse fielmente con esas empresas, ser socio de ellas, para que su relación con los pueblos no se produzca solo en vacaciones, o en viajes esporádicos.
Cuando nuestros abuelos y padres emigraron de nuestros pueblos había vida en ellos. Ahora los pueblos tienen teléfono, luz, e internet, pero no tienen vida, que gran paradoja. Lorca ya dijo que le importaban más las gentes que habitaban el paisaje, que el paisaje mismo. Porque no nos engañemos, es la gente la que cuida de nuestros pueblos y la que ha desarrollado toda una ciencia de supervivencia en estas zonas rurales.
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Viernes, 6 de Junio del 2025
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