Este año, en el Festival de Cannes, el nivel no ha estado a la altura como en otros años.
Propuestas como la nueva película de Ari Aster o Julia Ducournau han sido vapuleadas por la crítica especializada. Sin embargo, creo que a todos nos ha sorprendido que el Gran Premio del Jurado sea ex aequo. Por una parte, la primera película ha sido Sentimental Values de Joachim Trier (La peor persona del mundo), y la otra es esta: Sirat.
Dirigida por Óliver Laxe y protagonizada por Sergi López, esta película nos presenta a un padre dispuesto a encontrar a su hija en una rave en pleno desierto de Marruecos.
He de decir que no esperaba nada de esta película, pero al descubrir que esta cinta venía con premio incluido, entonces mis expectativas aumentaron. Me parece un acierto que Movistar+ no lo anunciase por todo lo alto ni le diera bombo; únicamente lanzó un tráiler, y por suerte eso no es nada para lo que luego es la película en sí.
No quiero destripar nada, creo que es a gusto de cada uno que la vea y saque sus propias conclusiones.
Sabéis lo molesto que estoy con el cine actual porque últimamente o hacen cosas que ya me han contado —no quiero mirar a nadie— o hacen películas para que vayas cogidito de la mano. Laxe consigue meter de lleno al espectador en una rave y, a partir de ese momento, te suelta en pleno viaje por el desierto y te deja a tu antojo.
En lo técnico, es sublime. La puesta en escena, los grandes planos del desierto —recordando a Dune, de Denis Villeneuve, a Mad Max e incluso a las películas del oeste de John Ford y Sergio Leone— son espectaculares. Es más, uno de los momentos de más tensión me recordó a Incendies, también de Denis Villeneuve. No diré cuál es, pero si la habéis visto sabréis a qué escena en concreto me refiero.
El desierto no solo es un escenario donde se desarrolla la trama, es también un personaje. La cinta no solo te entra por los ojos, sino también por los oídos, especialmente si la veis en una sala grande. Mientras la veía, quedaba hipnotizado y muy dentro. Teniendo en cuenta que no hay grandes diálogos, hay que estar muy atento porque, en el momento que parpadeas, te lo pierdes. Sumando una música electrónica que se te mete en los oídos y retumba en tu cabeza de principio a fin y que sirve también como banda sonora, es simplemente bonito y elegante.
En cuanto al ritmo, pese a durar menos de dos horas, estás pegado a la butaca con un estrés constante, y para cuando la terminas, lo más probable es que salgas en silencio y replanteándote muchas cosas. ¿Y qué decir de las actuaciones? Pese a que los raveros sean personas corrientes —algo típico en Óliver Laxe, el contar con personas de dicho mundo en vez de con actores—, el único actor es Sergi López. Sergi lo hace de maravilla y construye una química con este grupo variopinto que casi podría ser una familia disfuncional, pero con intenciones mutuas. En parte me recuerda a lo que hizo en su día Chloé Zhao cuando hizo Nomadland.
Sirat es un viaje, un viaje a nuestro interior y a nuestro dolor. Sinceramente, necesitamos más películas como esta y menos comedietas españolas. Pese al poco presupuesto, Óliver Laxe ha hecho una película muy parecida a un blockbuster de Hollywood y, si soy sincero, al contrario que Anora, esta sí se merece el Premio del Jurado y el resto de galardones que le vayan dando por el camino.
He de advertir que no es para todo el mundo, pero si llegáis a entrar, os toparéis con una experiencia nunca antes vista en una sala de cine.
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