Opinión

Ahogamientos en Ruidera

Juan José Sánchez Ondal | Lunes, 14 de Julio del 2025
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En España, en 2024, se registraron 471 fallecimientos por ahogamiento no intencional en espacios acuáticos. Esta cifra representa un aumento del 11.6% en comparación con el año anterior y en el año en curso no parece que la cifra vaya a disminuir.

Salvador Jiménez Ramírez, el viernes, 30 de Julio del 2021, publicaba en este periódico, su artículo “Se ahogó en la laguna “Santos Morcillo”, a las cuatro de la tarde, el veintinueve de junio, de mil novecientos sesenta y seis”, en el que nos cuenta que “el occiso fue José Granada Fornieles, de cincuenta y nueve años, viudo, natural de Linares (Jaén) y la causa de la muerte: “Asfixia por Sumersión”.”

En mis indagaciones tomelloseras había topado con otros tres ahogamientos anteriores, también en Ruidera. Uno de un vecino de Tomelloso, otro de un empleado de la fábrica de la luz, y otro, más reciente, del que daba cuenta el “Diario de Burgos”: de avisos y noticias: 1985 junio 25, p. 20. Según éste, a primera hora de la tarde del día anterior, unos bañistas y el conductor de un coche de bomberos que se encontraban en el lugar, sacaron, del sitio conocido por “El Estrecho”, entre las lagunas de Redondilla y San Pedro, el cuerpo del que resultó ser Pedro Moreno Moreno, de 28 años de edad, tipógrafo de profesión, natural y vecino de Albacete, que había perecido ahogado. Había ido a pasar el día a las Lagunas de Ruidera con su novia y los padres de ésta y allí encontró su fin. 

El más antiguo aparece en El Imparcial del 31/7/1904, página 3, en el que Escribano, el corresponsal en Argamasilla, comunica por telégrafo el 24 anterior, a las 7,40 de la tarde, que “En la toma de aguas de la Fábrica de luz eléctrica situada en el sitio denominado Miraletes cerca de Ruidera, ha ocurrido un sensible accidente. El maquinista electricista Fidel Gómez Hiniesta, que había tomado posesión anteayer desapareció á las ocho de la noche del siguiente día, encontrándole esta mañana sus hijos en el fondo del cauce sin dar señales de vida. A los gritos de los que ya se creían huérfanos, acudió gente que consiguió extraer el cadáver. La victima deja mujer é hijos.”

Más próximo a la curiosidad de Tomelloso es, sin duda, el que, con todo lujo de detalles, Antonio Moreno, en “El pueblo manchego: diario de información, 1913 agosto 7, p. 1, nos da cuenta del desgraciado accidente ocurrido en Ruidera y del heroico comportamiento de un discreto joven cuya intervención evitó una desgracia de mayor consideración, en la que fueron parte unos vecinos de Tomelloso. Como el tema es algo complicado, hasta el extremo que el propio comunicante confunde a uno de los intervinientes, trataremos de exponerlo lo más sencillamente posible.

Regresaban de la Osa de Montiel en dirección a Manzanares, con cinco carros cargados de candeal, los siguientes vecinos de Tomelloso: los hermanos Ricardo y Matías Picazo García, Julián Becerra y su hijo de 9 años, Julián Becerra Picazo; José Antonio Cepeda y Manuel Rodrigo.

Al llegar a Ruidera hicieron alto sobre el puente “bajo el cual, por uno de sus ojos pasa el canal de la fábrica de electricidad S. Alberto, de la Sociedad Energía Eléctrica del Centro de España (antes Sedano y Cª), procediendo a dar agua al ganado.”

Ricardo, de 32 años, decidió bañarse a unos quince metros del puente, en una toma de agua que el canal tiene en la laguna del Rey y, a pesar de no saber nadar, se arrojó al agua en aquel lugar, donde la profundidad era de unos tres metros. Al oír el ruido que produjo el cuerpo al chocar con el agua, se acercaron los demás y advirtieron que Ricardo se encontraba en el fondo, boca abajo y sin movimiento. Comenzaron a pedir auxilio y su hermano Matías atándose una soga, se lanzó al agua, con la mala fortuna de que se desató la soga, quedando también él a merced de la corriente. Con la confusión cayó también el niño. Sin saber por dónde, apareció un joven de 22 años, que resultó ser y llamarse José Salvador Gijón, electricista de San Alberto, que trabajaba a unos cincuenta metros en la fábrica, y después de poner la soga en manos de Matías con la que consiguieron trepar y ponerse a salvo tanto él como el niño, se sumergió, apareciendo con el cuerpo casi exánime de Ricardo y, ayudado por el maquinista de S. Alberto, José María Naranjo, le ataron a la soga y consiguieron izarlo. Salió y trato de reanimar a Ricardo practicándole la respiración artificial, pero ya había expirado, dejando viuda y tres hijos pequeños.

El comunicante destaca la acción del joven José Salvador que “cuando oyó pedir auxilio, echo a todo  correr y vestido se arrojó al canal sin reparar en el gran peligro que corría habiendo dos personas casi asfixiadas, que con el ansia de salvarse pudieron asirse a él, dejarlo sin movimiento para nadar y haber perecido; las salvó de una muerte segura e igualmente hubiese conseguido con el desgraciado  Ricardo, al no ser, porque éste al arrojarse al agua, debió darse un fuerte golpe, por el cual le sobrevino instantáneamente una congestión traumática más la fractura de una costilla. (Según certificación de la autopxia (sic)).” Y, tras insistir en la modestia del joven el cronista solicita para “el heroico salvador” la Cruz de Beneficencia.

 Probablemente no habrán sido éstos los únicos casos que se hayan cobrado las lagunas.

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