Hay historias que no se escriben con tinta, sino con la amalgama de un amor profundo, una lucha sin cuartel y la esperanza de un sueño sencillo. Esta es la crónica de Luis, un hombre cuya vida se vio truncada por la Leucemia Mieloide Aguda (LMA), pero cuyo legado de afecto y anhelos perdura a través de Manoli, el amor de su vida, y su hija Valeria. Es también el relato de un viejo coche, un símbolo de un pasado feliz y de un futuro deseado, y de la incansable labor de la asociación Lanza Sueños, una entidad que trabaja “en la sombra” para ser un “bálsamo” en el alma de los pacientes oncológicos y sus familias. Esta crónica periodística se adentra en el corazón de un sueño que no pudo cumplirse, pero cuyo intento es un testamento de lo que significa la verdadera humanidad en el acompañamiento a la enfermedad.
La fotografía de Luis con su hija Valeria, donde sus frentes casi se tocan y sus ojos se encuentran en una conexión inefable, captura la esencia de un amor que trasciende cualquier adversidad. Es una imagen que habla de la ternura de un padre y de la “ilusión” que representaba su hija durante el año y medio que la pudo disfrutar. A su lado, la imagen del coche de su padre, un vehículo de antaño, deteriorado y polvoriento, aguarda en un garaje bajo un cartel de “sin salida”. Este coche no es solo un objeto; es el recipiente de un recuerdo de infancia y el escenario de un anhelo de futuro. Era el deseo de Luis, su última voluntad: poder revivir ese sentimiento de libertad de un paseo, ahora al lado de su propia familia.
Un amor de 20 años y una lucha sin cuartel
Manoli, la mujer de
Luis, relata con una voz que, a pesar de todo, se mantiene firme en el
recuerdo, la historia de su vida juntos. “Luis era el amor de mi vida”, afirma,
una verdad que se consolidó durante casi dos décadas. En octubre habrían cumplido
20 años de camino compartido, un viaje que se vio profundamente enriquecido con
la llegada de Valeria. Manoli define a su hija como “el regalo más bonito de mi
vida”, un presente que Luis le dejó para llenar el vacío de su inminente
ausencia. Él se marchó, pero dejó una prueba tangible de su amor, una niña que
se ha convertido en el faro de Manoli.
La vida de Luis, sin embargo, se vio asediada por la Leucemia Mieloide Aguda (LMA), una enfermedad que se presentó con “dos mutaciones de las más complejas”. Durante “dos años”, Luis llevó con valentía “su lucha”, mostrando una fuerza inquebrantable ante un diagnóstico implacable. En este tiempo, se mantuvo como un “buen padre con su niña, para quien su hija de un año y medio era su “ilusión”. La enfermedad no consiguió arrebatarle su rol como padre, ni su amor.
En el transcurso de este combate, la asociación Lanza Sueños se convirtió en un pilar fundamental. Para Luis, la asociación se había transformado en su “ídolo”, un faro de valores y fuerza en un momento de gran vulnerabilidad. Fue el propio Luis quien confió a Lanza Sueños su sueño más íntimo: la posibilidad de pasear con su mujer y su hija en el coche de su padre, replicando los paseos de su niñez. Luis, que aspiraba a “pocas cosas”, solo pedía “disfrutar de esas cosas pequeñas de grandes valores”. Un deseo simple en apariencia, pero de una profundidad emocional inmensa.
La carrera de Lanza Sueños: El esfuerzo en la sombra
Al conocer el sueño
de Luis, Lanza Sueños no dudó en actuar. La asociación se “empezó a elaborar la
forma de conseguir el sueño”, planeando “darle esa sorpresa”. Lo que siguió fue
una carrera frenética contra el reloj. Lanza Sueños se encargó de buscar
talleres y “pagar el arreglo y puesta en funcionamiento del coche”, un gesto de
una inmensa generosidad que no se limitaba a un simple apoyo logístico. Era una
inversión en la felicidad de un paciente, una muestra de que, para la
asociación, la labor asistencial, que incluye la organización de “cursos,
talleres, congresos, jornadas, quedadas”, no lo es todo. También está “esa
parte de la cercanía y el acompañamiento total del paciente y de la familia”,
una labor “tan bonita y a la vez tan dura de cumplir los sueños y voluntades de
los pacientes”.
Lo que hace a Lanza Sueños diferente, y lo que querían
transmitir a la sociedad, es que invierten “en lo humano”. Se trata de un
trabajo que realizan “en silencio íntimo que requiere la situación familiar y
personal del paciente”, priorizando esta intimidad “por encima de la publicidad
y marketing en el escaparate del suceso”. El valor de su trabajo no se mide en
fotos institucionales, sino en el agradecimiento de los pacientes y familiares.
A pesar de los esfuerzos, y aunque la asociación logró
arreglar el coche, la enfermedad avanzó más rápido que el tiempo. “Al final no
ha podido ser”, lamenta Manoli. Luis falleció antes de poder cumplir su sueño,
pero el gesto de Lanza Sueños no fue en vano. La asociación siente que “lo que
ha merecido la pena es haber conseguido ser partícipe de los sueños de los
pacientes y familiares y permanecer a su lado hasta el final de su viaje”. El
agradecimiento de la familia, que reconoce el “ingenioso e impagable acto de Lanza
Sueños” de organizar el arreglo del coche, es la verdadera recompensa de la
asociación.
Un legado de esperanza
El último viaje de Luis no fue en el coche de su padre, sino
en los recuerdos de su mujer y su hija, un legado de amor que perdura. La
historia de Luis, Manoli y Valeria, con el viejo coche como testigo de una
promesa, es un poderoso recordatorio de que, en el acompañamiento a la
enfermedad, los pequeños actos de bondad y humanidad tienen un valor
inconmensurable. Lanza Sueños no solo brinda apoyo logístico y asistencial; se fusiona
con el “núcleo familiar, incluso en los difíciles “procesos de duelo donde la
angustia desborda a los familiares del fallecido”.
Esta asociación, que continúa sus actividades para financiarse y poder ofrecer estos servicios tan humanos, ha demostrado que su labor va mucho más allá de lo material. Su recompensa, su herencia, es una verdad tan simple como conmovedora: “Con cada pérdida de un paciente, gana una familia”. El sueño de Luis, aunque incompleto, se ha transformado en un símbolo de esperanza, y en la prueba de que el amor y la dedicación en la sombra son capaces de generar un impacto que perdura mucho más allá de la vida. La labor humana en silencio de Lanza Sueños queda pagada con el agradecimiento de lo realizado por parte de pacientes y familiares, y con la promesa de Manoli de dar “la vuelta con nuestra hija Valeria para que él nos pueda ver desde allí arriba”, un último homenaje que honra la memoria de un padre, un esposo, y un sueño que se mantuvo vivo hasta el final.
{{comentario.contenido}}
"{{comentariohijo.contenido}}"
Domingo, 10 de Agosto del 2025
Lunes, 11 de Agosto del 2025
Lunes, 11 de Agosto del 2025