Tomelloso

“Entiéndeme tú a mí”, empatía y mucho humor en el Marcelo Grande

La veterana compañía cántabra Cocorotta Teatro arrancó carcajadas y una gran ovación con cuatro historias ingeniosas que muestran la dificultad de ponerse en el lugar del otro

Francisco Navarro | Domingo, 14 de Septiembre del 2025
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Hay un proverbio siux que dice que “antes de juzgar a alguien camina tres lunas sobre sus zapatos”. Ponernos en el lugar del otro es algo que nunca hacemos, por regla general no suele ser la empatía una de las cualidades humanas más extendidas. Esa es la premisa —la comprensión de nuestros semejantes— de “Entiéndeme tú a mí”, una comedia con cuatro historias (todas distintas, pero muy parecidas), con la que la compañía cántabra Cocorotta Teatro cosechó este sábado en el Marcelo Grande una sonora ovación.

Llegaba “Entiéndeme tú a mí” a Tomelloso como intercambio de la Federación de Grupos de Teatro Aficionado de Castilla-La Mancha, FETEACLM, y su homónima de Cantabria, FETEACAN. Hubo buena entrada el Marcelo Grande, casi se llenó la platea para ver a la veterana compañía de Reinosa (fundada en 1985).

“Entiéndeme tú a mí”, con libreto de Eloy Arenas y dirección de José Andrés García, ofreció cuatro cuadros, con diálogos ingeniosos, que sorprenden, tienen mensaje y, lo más importante, divierten y hacen reír al público. Ocho personajes a los que dan vida tres actores, David, Cobo, Javier González y Antonio González Camacho, que divierten con su histrionismo, su vis cómica y su buen hacer.

Los tres se recrean en situaciones inesperadas en las que no falta el humor negro. Y es que, “Entiéndeme tú a mí” es un mosaico agudo e hilarante sobre nuestra incapacidad de ponernos en el lugar del otro. Si la empatía produce situaciones deseables, la falta de ella provoca escenas —cuatro sobre las tablas del Marcelo Grande— torpes y descacharrantes.

Chema, que se le ha roto la computadora, recibe a Rom, un singular ordenador de origen humano, un clon con cerebro, numerosos discos duros y propiedades impresionantes. Manolo solo entiende la cultura masculina y Lucía, su mujer, que lo quiere mucho, sufre un proceso de metamorfosis por el que se convierte temporalmente en hombre.

David es un triunfador que no pueden entender como su mujer tenga como amante a un vendedor de clínex en un semáforo. Y en la apoteosis final, al estilo de “No me chilles que no te veo”, Mario y Pepe han tenido un accidente. Uno ciego y el otro no puede mover los brazos; comparten piso y se necesitan para sobrevivir…  lo que provoca situaciones inimaginables.

Los cuadros (que transcurren en un escenario prácticamente vacío), se nos presentan con un rock and roll.  En definitiva, la comedia, a través de situaciones inverosímiles y descacharrantes, nos explica que la clave es ponerse en el lugar del otro… A pesar de los limites que nos planteó Cocorotta. El público premio a los reinosanos con una sonora ovación. 

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