“A las ocho y siete minutos de la mañana, María Parra empezaba a dar zancadas por el Alzheimer en la pista del campo Miguel Moreno de la Ciudad Deportiva. A las ocho y siete minutos de la tarde, María culminaba su gesta tras correr 91 kilómetros. Las últimas vueltas han sido apoteósicas por la gran cantidad de atletas que la han acompañado.
Llegaba exhausta, pero feliz, reconfortada por los aplausos y gritos de aliento de quienes la han acompañado durante esta inolvidable jornada. Sus padres le abrazaban en la línea de meta y al fondo todos los atletas le tributaban un prolongado aplauso. Mucha gente lloraba de emoción en un intenso momento”. Así iniciábamos nuestra crónica que titulábamos con una sola palabra “Grande” que se hacía eco del reto de María Parra Mora, realizado y culminado el pasado sábado. Doce horas corriendo, 91 kilómetros de distancia, 227 vueltas dadas a la pista de la Ciudad Deportiva y temperaturas que, en las horas centrales del día, superaron los treinta grados, son los asombrosos datos de una proeza que se recordará durante mucho tiempo.
Ella puso todo el esfuerzo y energía, pero nunca estuvo sola. Siempre tuvo atletas corriendo a su lado, nunca faltó público para aplaudirla y alentarla, le dieron calor los voluntarios y empleados del Área de Deportes que anduvieron pendientes y diligentes de todo con una admirable entrega, del carro tiraron también las empresas que colaboraron; en realidad, con María estuvo toda una ciudad y así el titánico esfuerzo resultó más llevadero. Como periodista, y ya llevo un largo camino andado, es uno de los acontecimientos más emotivos y sobrecogedores de los que he podido ser testigo.
La gran actriz barcelonesa, Carme Elías, ganadora de un Goya en el 2009 por su formidable papel en la película “Camino” padece Alzheimer. En un loable ejercicio de solidaridad escribió el libro Cuando ya no sea yo” para dar visibilidad a una enfermedad de la que, en España, cada año se diagnostican unos cuarenta mil nuevos casos, según la Sociedad Española de Neurología. Hablaba Carme, desde la crudísima realidad que vive, de una enfermedad invisible, traicionera que poco a poco se apodera del cuerpo y mente de la persona. Ella notaba los avances y estragos que causa el Alzheimer y los iba escribiendo, para así dejar el impresionante testimonio de una enfermedad “que no tiene vuelta atrás todavía, que te encierra en casa, que te toma el ser”.
María y todos lo que la auparon en su gesta del sábado cumplieron, ahora les toca a los responsables públicos aplicarse en hacer realidad las peticiones del manifiesto leído un día antes en el Centro de San Rafael: el derecho a un diagnóstico precoz; unas leyes justas que protejan a los enfermos y cuidadores y unos cuidados muy específicos para una patología muy específica, en definitiva, el derecho a lo que ya tienen los que sufren otras patologías. Y le toca a la ciencia no perder paso en la investigación. Ésta es muchas veces una carrera de fondo, como la que protagonizó María el pasado sábado, una carrera constante, de avance continuo, de no desfallecer jamás y una inquebrantable fe en un futuro mejor.
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