“Reconocernos
en nuestros correctos pasos, ya es un gran avance; porque adentrarse, en uno
mismo, es comenzar a valorar el sueño de aprender a reprendernos. Son estas
situaciones las que nos revelan nuestra fragilidad, las ocasiones privilegiadas
para repensar. En el fondo, todos precisamos: sentir cercanía, compasión y
ternura”.
A nuestras diferentes
contrariedades, con sus manifiestos obstáculos, no hay que temerles, sino
robustecernos y trabajar por superar, cualquiera de las dificultades, que la
vida nos pone en el camino. Hay que tener fe en nuestra continua y persistente
búsqueda, sin endiosarnos porque somos endebles, pero con el convencimiento de
una perpetua esperanza, recobraremos el entusiasmo por vivir y rehacernos. El
desánimo es lo último, siempre nos asistirá una fuerza innata segura en la que
se puede confiar; ya que, lo trascendente, es el valor personal y espiritual
volcado en el horizonte. Lo importante es crecer socialmente juntos más allá de
todas las barreras, sabiendo que este tiempo de prueba, en el que suele haber muchas
tormentas interiores, requiere de un compartir fraterno.
No es de recibo, el derroche,
porque es destructor existencial. De ningún modo, perdamos el tiempo en
necedades. Somos seres en incesante cambio, que requiere de todos sus análogos,
para superar desconciertos e incertidumbres. Otra de las cuestiones a
considerar es la de percibirse, atenderse y entenderse, para poder escuchar a
los demás. No olvidemos, que nadie puede amar; si antes, el propio ser, tampoco
se quiere. El vínculo está ahí, no podemos fragmentarnos, nos requerimos mutuamente
con humildad y valentía. En consecuencia, tanto el desperdicio de fuerzas como
el desperdicio de alimentos, es otro de nuestros míseros despechos. Sea como
fuere, aceptemos la decepción finita, pero jamás perdamos el infinito anhelo de
batallar con sigilo, haciéndolo cada cual consigo mismo.
La necesidad de que nos
centremos en la adopción inclusiva, ya no sólo en la protección de enfoques
integrados concebidos para la reducción de la pérdida y el desperdicio de
alimentos, sino también en el abandono de latidos imprescindibles y únicos para
ese orbe armónico, que todos solicitamos para sustentar y sostenernos. Lo
trascendente de nuestro paso por aquí abajo, no radica en mantenerse vivo, sino
en custodiarse humano. Siempre he creído que la humanidad es una familia unida
e indivisible, que súplica calor de hogar y ruega unión de pulsos. Despertemos,
pues, y hagamos realidad el espíritu fraterno. Ningún poblador es una isla,
sino una parte de un conjunto visible e invisible, con una cara oscura que no
enseña y otra cara resplandeciente que ilumina.
Reconocernos en nuestros correctos
pasos, ya es un gran avance; porque adentrarse, en uno mismo, es comenzar a
valorar el sueño de aprender a reprendernos. Son estas situaciones las que nos
revelan nuestra fragilidad, las ocasiones privilegiadas para repensar. En el
fondo, todos precisamos: sentir cercanía, compasión y ternura. El objetivo para
conseguirlo es la educación; apoyada en la formación de seres capaces para
regirse libremente, sin esclavitud por parte de nadie, mutándonos en bondad,
para ser un buen ciudadano. Predicar con el ejemplo, desde luego, es lo suyo.
Lo que es un contrasentido más, es que aún los Estados destinen más dinero a la
educación de los niños ricos que a la de los pobres, lo que provoca además efectos
negativos, en el aprendizaje y en el desarrollo.
Bajo este injusto panorama
desigual, tan real como la vida misma, los más indigentes tendrán pocas
esperanzas de escapar de la multitud de desfavorecidos, de aprender las
aptitudes necesarias para competir y tener éxito en el mundo de hoy, y de
contribuir a las economías de sus países. Indudablemente, la pobreza no es un
fracaso del individuo, sino de la sociedad; por ello, debemos estar dispuestos
a sufrir en primera persona la incomprensión, el rechazo y la persecución. No
es la espada del dominador la que reconstruye la paz, sino la cruz de quien
sufre, de quien sabe donar su propia vida, para que el rencor ceda el paso a la
clemencia, la división al espíritu reconciliador, el odio al amor, la violencia
a la docilidad. En el nuevo reino, entonces, la celeste concordia será real.
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Sábado, 27 de Septiembre del 2025
Domingo, 28 de Septiembre del 2025
Domingo, 28 de Septiembre del 2025
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