—No debía
haber venido esta tarde al café, pero me ha podido la necesidad de vernos y
charlar de nuestras cosas, que al fin y al cabo son reflejos de la sociedad.
Tengo un constipado de marca. Además, he pedido cita en el centro de salud y me
dan para dentro de 15 días, a urgencias no me gusta ir, porque necesitas horas
para que te atiendan y puedes traerte algo más que el resfriado que llevas, es
que no contratan suficiente personal sanitario. Así que estoy a base de “juanolas”
y vahos de eucalipto preparados por mi mujer.
Así se
presenta Ciri con su pañuelo blanco de tela protegiéndose la boca por los
estornudos impertinentes. Me sorprende la voz parecida al trasnochador de
fiesta, que palpa la puerta de su casa al amanecer, en intentos fallidos de
colocar la llave en la cerradura; es como de un bajo desentonado profiriendo “gallos”
sin parar.
No le falta
una rebeca al hombro con misión no sé si de elegancia refinada o de protección
inservible, puesto que la temperatura es propia del “Veranillo de San Miguel” o
para los menos beatos “del sol del membrillo”.
Se me ocurre
después de habernos sentado y dar buena cuenta de las magdalenas sugerirle la
noticia de la flotilla internacional por la liberación de Gaza. Me ha
respondido entre toses, carraspeos y
ahogos:
—¡Por favor,
por favor, de eso no, de eso no!
Obedezco
fielmente. Rebobino ideas con la pérfida intención de que, como apenas puede
hablar mi amigo, voy a hacer yo todo el gasto de saliva en la charla. Se me
pasa por la cabeza recordarle el repaso que dio el Atlético al Madrid el sábado
anterior, pero sería demasiado sangrante; es merengue desde antes de nacer y
cada vez más “cérrimo”, comenta él a veces con afán hacer reír.
No me extraña
que haya respondido tan tajante el compañero, lo entiendo. Hay tal manipulación
política con este acontecimiento que el utilizar un determinado adjetivo o
sustantivo es suficiente para que te tilden de izquierdas o derechas: Si para
denominar esos sucesos utilizas la palabra genocidio eres de izquierdas
y si por el contrario guerra eres de derechas. Este nivel de estupidez y
tontería, gilipollez, en jerga manchega
que es más contundente, solo puede ser superado por un nuevo dictador
ideológico, surgido como hongo obtuso, usando las redes sociales como látigos
contra esclavos subyugados.
—Bueno, Ciri,
vamos a disfrutar de nuestro rato y del soberbio café que tenemos delante.
—Me parece
excelente —responde el compañero con la voz casi recuperada—. Hace un par de
semanas recordábamos a Diógenes de Sinope con la frase aquella del asno. Me
resultó interesante el personaje y ayudado por el mayor centro intelectual que
tenemos a golpe de dedo, o sea, internet, busqué información sobre él. Qué
interesante su vida, su comportamiento y su talento. Encontré también frases suyas,
pero hubo una que no llegué a entenderla del todo. Espera un instante.
Como en otras ocasiones
Ciri rebusca en su móvil y tras varios toques táctiles lee:
—«El insulto
deshonra a quien lo infiere, no a quien lo recibe.» Según mi experiencia cuando
me han insultado, sí me han ofendido, y me ha puesto de un genio que…
—Evidente,
compañero, tu enfado está justificado al completo, pero si lees la frase otra
vez, observarás que no habla de ofensa al insultado.
—Pues
explícate porque no te veo muy clarividente —replica mi amigo con intención
picajosa, para espolear la conversación.
—Atiende
discípulo querido —le respondo con retintín, observo que va remitiendo su
constipado por momentos—. Cuando una persona insulta es porque quiere hacer
daño a su oponente. Se sitúa enfrente como enemigo, queriendo hacer daño. No
utiliza instrumento material como lo harían nuestros ancestros para imponer su
idea. Usa palabras como si fueran armas.
—Hasta ahí
comprendido —interviene mi oyente.
—Por qué dice
Diógenes el insulto “deshonra a quien lo infiere”, pues porque el insultador no
encuentra o no sabe utilizar otros argumentos intelectuales de convencimiento o
aprobación de sus ideas. Con lo cual demuestra la poca inteligencia, distintivo
esencial de los humanos, desparpajo o
saber hacer que tiene, para relacionarse con sus semejantes.
—He de ser más
inteligente que quien me insulta, para no reaccionar de modo aireado que es lo
que pretende. Añadiendo gran cantidad de estoicismo del bueno, para no partirle
la cara.
—No ves, Ciri,
ya te ha salido la vena neurasténica violenta —le respondo con tono suave de
reproche, al modo de monje franciscano llamando a personal arrepntimiento y con
suficiente cachaza añado—, tranquilidad, aplomo, quietud…
Nos reímos con
gana. Descubrimos que en el sustrato de nuestras aparentes discusiones o
tomaduras de pelo persiste indeleble una gran confraternidad.
—Me está
tentando una visita para recoger un par de
helados por este tiempo tan agradable
—comento al amigo—, pero debido al gravísimo catarro que tienes podemos
cambiarnos por unas copas de anís tomellosero.
—Así sea
—concluye Ciri juntando las manos como si en misa se sintiera, animando los
ojos con un alegría complaciente.
{{comentario.contenido}}
"{{comentariohijo.contenido}}"
Viernes, 3 de Octubre del 2025
Sábado, 4 de Octubre del 2025
Sábado, 4 de Octubre del 2025
Sábado, 4 de Octubre del 2025