Opinión

La falsedad, epidemia silenciosa

La Voz | Sábado, 6 de Diciembre del 2025
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Vivimos en una época en la que la información corre más rápido que la reflexión. Cada segundo, millones de datos, imágenes y frases cruzan el mundo, se comparten, se transforman y se vuelven a lanzar como verdades absolutas y en medio de este torbellino, la falsedad ha encontrado su terreno más fértil. Ya no necesita demasiados disfraces con que suene convincente, con qué despierte emoción y conforme a lo que alguien quiere creer.

Las falsedades de hoy no son las mismas de antes a juzgar por los matices y aprovechar las anotaciones, que nos muestran solo aquello que refuerza nuestras ideas. Una noticia inventada puede recorrer, el planeta antes que la verdad tenga tiempo de detectar una respuesta. No importa si algo es cierto o no: sólo Importa que sea compartida. La mentira, cuando se repite lo suficiente, acaba pareciendo real. 

Sin embargo, el problema no está solo en la tecnología, también está en nosotros. Hemos empezado a aceptar la falsedad como parte del paisaje, como si mentir fuera una herramienta más de la supervivencia. Fingimos en redes, exageramos en las conversaciones y callamos cuando la verdad incómoda. A veces mentimos para protegernos y otras para guardar, la duda que es simplemente por costumbre. Y así, poco a poco la frontera entre lo verdadero y lo falso se va borrando.

Vivimos rodeados de apariencias de sonrisas que no sentimos, de discursos que no creemos, de imágenes editadas que nos venden vidas perfectas de moda reemplazada por la convivencia. Pero la falsedad, por más brillante y se presente, siempre deja un vacío, porque lo falso no puede sostener una imagen, ni tampoco nunca una conciencia.

Y, sin embargo, y pese a todo ello, la verdad no desaparece. Puede ocultarse, puede seguir ignorada, pero siempre espera. Tarde o temprano vuelve la verdad que no grita, que no busca nada y que no necesita titulares, pero simplemente permanece. Porque al final, nada se sostiene sobre la mentira. Todo lo que nace de lo falso acaba cayendo, incluso cuando haya brillado demasiado y cuando eso ocurre el decorado se derrumba y solo queda lo real que, aunque duela siempre ha sido así y el único camino que no se quiebra es la razón y la verdad. 

De la verdad más culta el tiempo tiene la llave, y a la corta o la alarga el tiempo tiene la llave.


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