Opinión

Ciri próximo a la ufología

Joaquín Patón Pardina | Domingo, 19 de Octubre del 2025
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Más de mediados de octubre y continuamos disfrutando de los paseos por el campo con el sol del membrillo. Hay que reconocer que es una gozada. 

El sombrero, que mi amigo traía hace unos días, permanece en el árbol perchero a la entrada de su casa.  

Este ambiente agradable hace brotar la amabilidad en los rostros y el disfrute de los críos detrás del balón.

Nosotros seguimos prefiriendo el café con su leche bien caliente, humeante la taza, esparciendo fragancia desde nuestra mesa.

—La charla que tuvimos la semana pasada ha levantado ampollas —interviene Ciri masticando el primer bocado magdalenil.

—Te refieres a lo que hablamos de distinguir entre “hostia” y “ostia”, la función del ostiario, evidentemente.

—Sí. Ha habido un grupo en Facebook que ha bloqueado la publicación y también en nuestro periódico digital La Voz cuando iba en torno a las mil ochocientas visitas lo han bajado a mil setenta. He mirado en otros artículos del mismo día y alrededores y a ninguno le ha ocurrido lo mismo —concluye mi amigo algo sombrío.

—Pero ese recorte no se lo puedes achacar a ninguno de los responsables de la redacción. Me consta, porque los conozco bien, que son personas muy abiertas de mente, de ideas y por descontado que admiten opiniones discordantes, lo ves continuamente en los artículos de los colaboradores.  Ojalá y hubiera más gente así. El recorte del que hablas, fácilmente se deba al programa de software desde el que funciona el  periódico.  

Instantes de silencio aprovechados para escanciar un sorbito de café tras el pedazo de magdalena, sin dejar escapar las migas. Retoma Ciri la conversación con su modo propio, es decir preguntando.

—Oye, compañero, ¿tú podrías asegurar que no has sido abducido por algún extraterrestre?

—¡Joer, Ciri, te has pasado tres pueblos! ¡Qué tontería más grande acabas de expulsar por esa “boquita” tuya! ¿Yo poseído por un extraterrestre, que vive en mí y que actúa a través de mi persona? ¿Cuántas películas de ovnis te has visto esta semana? ¡Por Dios!

Os aseguro, queridos lector y lectora, que a veces juraría que Ciri no piensa lo que dice. El disparate de hoy es tremendo.

—Tranquilo, compañero —me insiste—, no te enfades ni te pongas nervioso. Cuando te pregunto algo es para saber tu opinión, la cual siempre o casi siempre está firmada por la cordura.

No me mira mientras este comentario, se silencia con la excusa de continuar con la merienda, utiliza movimientos ralentizados para tomar un bocado o acercarse la taza a la boca. Esto me pone más nervioso, porque pienso que quiere dar a entender que él sí ha sido abducido.

—Podrías decir, dilecto colega, a cuento de qué viene esta conversación de críos de parvulitos?

—De ningún modo es lo que afirmas. Si aguantas un momento silenciado te informo bien —condiciona Ciri con aparente paciencia. Llevo un tiempo viendo documentales, algunos de universidades de Estados Unidos, que estudian la presencia de seres de otros planetas en nuestra querida Tierra. Incluso afirman que muchos de los avances tecnológicos, que nos apropiamos, como conseguidos por los humanos, en realidad han sido transmitidos por seres más inteligentes introducidos en personas como tú y como yo.

Miro de reojo a mi amigo con sensación de incredulidad, escepticismo y casi desprecio a sus aseveraciones. Aprovecha mi actitud silenciosa para insistir.

—¿Tampoco has oído hablar de la ufología?

—Sí. Y sé que está considerada por los auténticos científicos como  pseudociencia, es decir, para que te enteres, un ciencia pero falsa, por lo tanto absolutamente nada fiable.

—No dirías lo mismo —presiona el colega— si hubieras visto a mi vecino  durante algunos instantes, en los que se manifiesta esa presencia de algún ser en él.  El último caso anteayer; estábamos los dos sentados en un banco del jardín, aprovechando los rayos de sol tan dulces en este tiempo.  De pronto mi vecino se pone de pie, habla con alguien en un idioma sin palabras solo sonidos guturales y corporales que no voy a nombrar porque podrían resultar poco higiénicos. Hace gestos con las piernas como subiendo escaleras, suena un silbido y desaparece.

Mi carcajada resuena en toda la cafetería, pienso que Ciri se ha dormido con las caricias del sol al atardecer y ha soñado como otras veces algo que cree real, igual que en otras ocasiones. Varias caras se vuelven hacia nosotros investigando con los ojos la causa de mi alboroto. Uno de los presentes se acerca hasta nuestra mesa, viene bastante serio, quizás me reprenderá por mi exagerada muestra de jovialidad.  Con mucha educación nos saluda, pide permiso para sentarse y se dirige a mí diciendo.

—Me llamo Gabriel y su compañero y yo hemos tenido varias charlas sobre la que usted, desafortunadamente descalifica, llamada ufología. A mí también me interesa el tema que estaban comentando. Si le parece bien tome a pie juntillas este consejo: No se mofe de lo que desconoce. El universo aparece casi infinito para ustedes los terráqueos, nosotros, al no estar sometidos a las coordenadas de espacio y tiempo, hemos descubierto que es maravilloso y digno de disfrutarlo.

Dirijo la mirada para apurar si resta algo de café y al apurarlo descubro que ha desaparecido el insólito contertulio. 

Confundido  y mareado pido a Ciri que me acompañe a casa porque no me encuentro  bien.


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