La Voz en reflexión

Conservar los bombos, una tarea de todos para no perder el alma de Tomelloso

Francisco Navarro | Martes, 28 de Octubre del 2025
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El patrimonio de Tomelloso se asienta sobre tres fabulosos pilares. Las cuevas, perlas que engarzan por decenas la maravillosa joya que es el subsuelo de nuestra ciudad. Ahora en el candelero gracias, entre otros, a la modesta labor de promoción La Voz, que, sube a la superficie de la actualidad esos tesoros, semana a semana, para que puedan ser admirados y reconocidos. Las chimeneas, y toda herencia de las industria alcoholera y vitivinícola de Tomelloso. Merecería atención ese acervo fabril; no debemos dejar en el olvido ese conjunto de elementos, técnicas y cultura del “primer productor mundial de alcohol vínico”. Y, por supuesto, los bombos. Los bombos de Tomelloso. Esas majestuosas moles de piedra seca que, hasta no hace tanto, servían de refugio de los hombres y mujeres de nuestro pueblo en su epopeya por conquistar la ingrata tierra de La Mancha.

Al hilo del nacimiento de la iniciativa “Tomelloso: cúpulas entre viñas”, nos vamos a detener en esta hoja del trébol de patrimonio de Tomelloso. La semana pasada nos contaba Jerónimo Pedrero —que editó el 1999 el primer catálogo de esas construcciones y es uno de los impulsores de la iniciativa— que “cada bombo es un milagro técnico y humano”. Advertía el estudioso de la piedra seca que el abandono rural, la mecanización agrícola y el cambio en los modos de producción provocaron su declive y a medida que el campo se vació, los bombos quedaron sin uso.

El recordado Lorenzo Sánchez subrayaba en su libro “El bombo tomellosero, espacio y tiempo en el paisaje”, que esos abrigos únicos deberían ser la verdadera imagen de La Mancha, dado que los molinos de viento fueron importados por flamencos del séquito del emperador Carlos. El libró del profesor universitario; el del Pedrero “Inventario de los bombos del término municipal de Tomelloso”; la “tesina” de Eva María Grande López sobre esos gigantes; la tesis de Javier Bernalte; los numerosos trabajados académicos, como el de Santiago Arroyo y la incansable labor de la asociación Arquitectura de Piedra Seca. Los Bombos de Tomelloso, que preside Natividad Cepeda, han hecho mucho por la difusión de estas majestuosas construcciones, perfectamente integradas en el territorio. Y, por supuesto, los escritores y artistas de nuestra “Atenas de La Mancha”, no han hecho poco para que los bombos sean conocidos.

De los cerca de mil bombos que catalogó Pedrero, doscientos noventa y seis en el término de Tomelloso, más de un tercio no existe. Los bombos forman parte del Patrimonio Inmaterial de la Humanidad dentro del “Arte de la construcción en piedra seca, conocimientos y técnica” reconocido por la UNESCO. Bueno, más que los edificios en sí, el organismo de la ONU protege la cultura humana asociada a la piedra seca: los métodos, la tradición y el conocimiento que dieron forma a muros, bancales, majanos o bombos en todo el territorio.

Amparados en la Ley de Patrimonio Cultural de Castilla-La Mancha, que reconoce la obligación de conservarlos, en la práctica apenas hay programas de apoyo. Es necesario la implicación de la administración —en todos sus niveles para conservar unos tesoros que se nos van desmoronado. La obligación de mantener estos refugios de piedra recae sobre los propietarios, mientras que los estamentos públicos no ofrecen ayudas ni formación.

Se pierden (si nos es que ya lo han hecho) las técnicas constructivas y la cultura asociada a erigir los bombos de los Valera o los Cota. Aseguraba Pedrero que los antiguos bomberos sabían leer la piedra y hoy casi nadie —o nadie—sabe construir un bombo. Hay que recuperar ese lenguaje antes de que desaparezca. Nada menos que el patrimonio inmaterial de la humanidad.

Es tarea de todos recuperar estos gigantes, las administraciones tienen que lograr que sea interesante mantenerlos. Tenemos que difundirlos, que sean un recurso turístico válido —ahí estás las rutas, ya marcadas, que oferta la empresa Saber Sabor—y que toda la labor que tantos han hecho no caiga en saco roto.

Parece una tarea hercúlea, pero más era levantar un bombo y quienes nos precedieron hicieron más de mil.

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