José
López Martínez será homenajeado el próximo 22 de noviembre por la Casa de
Castilla-La Mancha y la Asociación Cultural de Tomelloso en Madrid.
Aquel día, el teléfono sonaba insistente y
su reclamo se perdía huérfano en la estancia. Unos días más tarde pude hablar
con él y sus palabras quedaron vagando
en mi mente. Hoy sé que, de alguna forma, se estaba marchando. Y aunque sigue
entre nosotros y esperamos poder abrazarle en esta fecha, José ha empezado a
despedirse, a descansar de su enorme entrega en el oficio de escritor.
Desde el primer instante de conocerle quedé
cautiva en la huella de este maestro de la palabra, hombre versátil y humanista.
Enseguida fui consciente de que estaba ante alguien muy singular.
José López Martínez llegó a mí como un regalo de la
providencia. A veces las mejores historias comienzan así. Realmente no sé si
fue casualidad o causalidad, el hecho es que aquel hueco en la mesa de la
comida de la Asociación de Escritores de Castilla-La Mancha dio comienzo a una
amistad que, si bien no ha sido de muchos años, si los idóneos para
enriquecerme y atesorar esos bellos momentos. Aquellas primeras palabras de
intercambio, los posteriores correos… todo en él era elegante, comedido y
prudente en las formas y en la palabra. Sus anécdotas y recuerdos eran siempre
aunando razón y emoción. Discernía con un criterio que daba poco lugar a malos
entendidos o discusiones.
En la entrevista que su amigo Juan Van-Halen le hace para
el número 26 de revista “Pámpanas” López Martínez dice, “Mi vida y mi obra
están tan unidas, tan identificadas con mi propia conciencia que no puedo
separarlas”
En mi mapa emocional está el tiempo compartido en Tomelloso
con motivo de su prólogo para mi libro, Ligera
de equipaje. Siempre le agradecí que se personase aquí con todo lo que ello
conlleva. Aquel viernes 3 de mayo le recogimos en la estación de Alcázar a
media mañana y partió al día siguiente antes del mediodía. La comida junto a mi
familia en un valorado restaurante de nuestra ciudad. Aquella charla sosegada
en la Cafetería Sol (hoy cerrada) después de la presentación y antes de
cruzarse al hotel. Todas son maravillosas instantáneas.
En Madrid, aparte de las comidas con la citada Asociación
en las que coincidimos tres o cuatro veces si la memoria no me falla, pude
disfrutar de su compañía en otros momentos. Aprovechando mis viajes a la
capital para estar con mi hijo y previa consulta de su apretada agenda,
compartimos mantel y mesa en otras dos ocasiones. Sólo hice fotos de la primera
comida, imágenes que utilicé para anunciar
la presentación del citado libro. En realidad, aparte del regalo de su
prólogo, escucharle hablar y opinar de
distintos temas en aquellos pequeños paseos por Madrid hasta llegar al
restaurante en cuestión, eran mi mayor presente y lo único que necesitaba. Los
recuerdos importantes quedan siempre en nuestra esencia. No necesitaba más. Por
ello, en este sencillo homenaje no hago referencia a su dilatada trayectoria
como escritor en medios nacionales e internacionales. De alguna forma lo hice
en mi artículo “El compromiso de José López Martínez” con motivo de su libro, Este mundo comienza a no ser mío, publicado
en Lanza
y en La Voz de Tomelloso. Libro que
junto a otros suyos dedicados, guardo con un enorme cariño. Mi memoria quiere evocar esas puntuales estampas de una persona cercana,
sencilla. Un gran ser humano.
Aquellas últimas palabras a través del auricular siguen
sonando en mi mente: Lo he dado todo.
Gracias por tanto.
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Martes, 18 de Noviembre del 2025
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Miércoles, 19 de Noviembre del 2025
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