En Tomelloso, cuando noviembre se despereza entre nieblas bajas y el campo huele a leña y a tierra dormida, hay un vino que no se bebe: se escucha. Se llama simplemente Airén, y no es que tenga voz, pero sí memoria. Y yo, que no soy sumiller ni poeta, pero sí manchego de los de antes, lo siento como mío.
Porque este vino no se anuncia con trompetas ni se viste de gala. No presume de casta ni de linaje, aunque lo tenga. Es como esos hombres de campo que no necesitan hablar para que se les respete. Nació en el corazón de La Mancha, donde el vino no es negocio, sino herencia. Allí, entre depósitos de acero y manos curtidas, se elabora este blanco que huele a uva recién pisada y a conversación de portal.
Lo descubrí una tarde de noviembre, cuando el frío empezaba a colarse por las rendijas y el brasero ya tenía su brasilla roja. Lo serví sin ceremonia, en un vaso de cristal grueso, de esos que aguantan lo mismo un vino que un golpe de azar. Y al primer sorbo, me vi en la vendimia de mi infancia, con las manos pegajosas de mosto y los pies llenos de polvo. Me vi en la bodega-cueva de mi abuelo, donde el vino se cataba con pan y queso, y el juicio lo daba el silencio que seguía al trago.
El Airén no es un vino para entendidos, sino para quienes saben apreciar lo auténtico. No busca impresionar, sino acompañar. Va bien con un pescado al horno, sí, pero también con una tortilla de patatas o con unas aceitunas partidas. Es fresco, directo, sin dobleces. Como la gente de aquí. Como la tierra que lo vio nacer, entre viñedos que aún resisten al paso del tiempo y al empuje del progreso.
Y ahora que el Airén tiene su día, el 30 de noviembre, me alegra pensar que por fin se le hace justicia. Que ya no es el vino de relleno, el que nadie nombra. Que por fin se le mira a los ojos y se le dice: “gracias por estar siempre”. Porque el Airén ha sido como esa madre que no pide nada y lo da todo. Y en su humildad luminosa, representa como nadie el alma de esta tierra.
Así que hoy, cuando levante mi copa, no brindaré por modas ni por etiquetas. Brindaré por lo nuestro. Por lo que siempre estuvo ahí. Por ese vino que, sin saberlo, me ha acompañado toda la vida.
Y si alguien me pregunta qué quiero beber, no lo dudaré ni un segundo:
Un Airén, por favor.
Félix Díaz Espinosa
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Lunes, 1 de Diciembre del 2025
Domingo, 30 de Noviembre del 2025
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