Pese a que la política sigue cerrando las puertas al tren por Tomelloso, los argumentos siguen siendo incontestables. Por entidad de población y desarrollo económico, el hecho de ubicarse en una posición estratégica en la región, de crear sinergias que puedan potenciar el hospital y, por encima de todo, de dar carpetazo a la marginación histórica de ser la única ciudad de la región con más de treinta mil habitantes que no cuenta con tren. Tomelloso, al que los propios políticos siempre ponen como ejemplo de ciudad dinámica y emprendedora, también quiere subirse al carro de ese futuro que pasa por sistemas de transporte limpios, que vertebren territorios y le conecten con todo el país.

A la reivindicación suma el hecho de que Argamasilla de Alba sea la cuna del Quijote, que viene a ser la marca cultural más reconocida de España en el mundo. 

Los técnicos, que muchas veces tienen el mismo poder o más que los propios políticos, tampoco han facilitado que la reivindicación de pasos adelante. Pero sus argumentos son rebatibles fácilmente, empezando por la facilidad de concertar por tren a una ciudad en un terreno completamente llano y que incluso tendría la ventaja de utilizar parte del antiguo trazado, el que discurre en paralelo a la A-43, como oportunamente se recordó en la concentración del pasado domingo. 

Tomelloso no arroja la toalla sobre el tren y hace bien. Reclama lo que en justicia le corresponde. Una reivindicación que todavía se acomoda mejor en el contexto del cambio climático que atravesamos, que aboga por la necesidad de utilizar energías limpias, de lucha contra la despoblación, de vertebrar territorios, de ampliar los horizontes y las oportunidades de los cincuenta mil vecinos de las dos poblaciones…Para todo esto, el tren es necesario e imprescindible.