Cuando la Navidad llega como lo hace sin ruido, como un abrazo que no empuja, pero se siente y espera. No siempre trae luces encendidas y mesas completas, a veces viene envuelta en silencio, en una tarde fría o en un recuerdo que insiste. Y, aun así, se queda.
Es el tiempo de mirar despacio de entender que un abrazo no siempre usa los brazos, también puede ser una palabra justa, un mensaje a tiempo, una escuchar sin prisas. En la Navidad el abrazo se vuelve gesto cotidiano, pequeño, pero verdadero. No exige alegría permanente ni sonrisa forzadas; acepta la nostalgia, el cansancio y las ausencias.
Celebrar no es olvidar lo que duele, sino hacerlo un poco más ligero compartiéndolo. Por eso, la Navidad no pregunta cómo deberíamos sentirnos, sino cómo estamos de verdad. Y desde ahí, ofrece calor, unión, amor y paz,
Un abrazo puede unir lo que el año se paró. Puede reconciliar, perdonar, o simplemente acompañar. Puede ser para otros o para uno mismo, que también hace falta.
Que esta Navidad nos encuentre unidos, humanos, sensibles y presentes. Que sepamos darnos ese abrazo sencillo que no promete nada, pero lo sostiene todo.
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Sábado, 27 de Diciembre del 2025
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