A buen recaudo las sonrisas, sacó la espada para enfrentar
el día. Se concentró en el reflejo de su filo. Un paso adelante, profunda
inspiración y hombros erguidos. El triunfo tenía que ser suyo. Solamente suyo.
Se vistió con solemnidad. La mejor corbata.
No obstante la determinación, fue poner el pie en el portal
y todo a una comenzó a temblar. El labio inferior, las piernas, los brazos.
Hubiera jurado que sus párpados adquirían vida independiente. Visualizó el peor
escenario por una vez. Repitió mentalmente la escena. Una tercera vez. El
hombre es el único animal capaz de arruinarse anímicamente en milésimas de
segundo.
La voz del vecino le sacó del túnel ¿Va a salir? No se
preocupe, no. Estoy esperando a alguien. Su mentirá atronó. En las cuatro
esquinas de mármol. Qué mala es la cobardía.
Sin moros en la costa, decidió tomar cartas serias en el
asunto. Tres respiraciones profundas. Agarró el pomo de la puerta. Su mano se
negaba a girar. Unos cuantos minutos observando a la gente pasar a través del
cristal. Un niño con su madre. El vecino del gran danés rumbo al parque. Un
anciano en silla de ruedas empujado diligentemente por mujer asiática. No tenía
saliva, nada que tragar. Soltó el pomo, subió evitando el ascensor y entró en
casa. Se desplomó en el sofá.
Mañana tendría éxito. Seguro. O quizá no. Si pudiera,
trituraría con sus propias manos a esa puñetera agorafobia.
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Sábado, 11 de Mayo del 2024
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