Hola soy Cálamus (el
Plumilla), cronista que vivió durante
los primeros años de esta época recorriendo las tierras de Jesús de Nazaret; Os
he hecho alguna visita anteriormente
contando anécdotas y sucesos.
María llevaba cerca de
veinte años cuidando de Juan y viceversa en Éfeso, pero los años pasan y ya es
anciana. Aunque allí está bien porque vive en una casita con alguna higuera, un
rosal que da flores que alegran sus ojos y perfuman el ambiente. No les falta
la comida ni la compañía de otras familias con sus niños, que se extasían
oyéndola hablar de Jesús, de cómo curaba a la gente y de la senda de alegría
que dejaba a su paso. No habla mucho de cómo lo mataron en la cruz; cuando
cuenta cómo se fue al cielo se le transforma el semblante, parece que lo vive,
ralentiza las palabras cargándolas de emoción. Su cara arrugada parece
rejuvenecer. Los ojos le brillan intensamente y mira al cielo; es como si allí viera
a su Hijo feliz con Papá-Dios.
Lleva unos días en Jerusalén,
repite de vez en cuando que “pronto va a unirse con su Hijo en la gloria” (es
como se expresa para hablar de su muerte).
Me resulta extraña esa actitud,
porque parece que se alegra, como si cada minuto que pasa estuviera más cerca
su partida y ella más contenta. Sus amistades están confusas, ya que la muerte
a todos nos produce pánico; no sabemos qué habrá al otro lado. Pero ella está
feliz, dice que va a unirse con todos sus familiares que ya partieron y que cuando
llegue va a darle un abrazo a Jesús que lo va a estrujar.
Estos días están
regresando algunos de los amigos de cuando Jesús estaba por estas tierras.
Vienen muy fatigados de viajar. Pedro se ha refinado muchísimo, ha pulido su
lenguaje, ya no “dice tacos”. Se expresa en griego bastante bien. Su corazón
enorme sigue cobijando a todo el que
mira. Jesús lo nombró Jefe del grupo
cuando se fue, de ahí el pseudónimo de
“Pedro o Cefas”, pero más que jefe parece el servidor de todos; está atento a cualquier
necesidad, bueno… como se descuiden las mujeres hasta friega los platos después
de comer. Si alguien viene cansado, enseguida está allí Pedro con la jofaina y
la toalla para que se refresque y se ponga cómodo. Pero lo más grande es cuando
habla de sus vivencias con el Maestro, se emociona muchas veces, incluso se le
entrecorta la voz y habla con tal convicción que nos deja perplejos. A mucha
gente le ha ayudado a mejorar su vida.
También han venido
Santiago y Juan, Andrés, Felipe… están casi todos. Pasan las horas contando
cómo les va por el mundo; a algunos se les reconocen en el habla las modulaciones
de las ciudades por las que han pasado. Coinciden todos en que el Espíritu de
Jesús está con ellos. Lo palpan sobre todo cuando viven malos ratos.
Yo como soy el “Plumilla”
voy de grupo en grupo enterándome de lo que dicen unos y otros; me atrevo a
preguntarles algún detalle y me atienden como si fuera uno de ellos. Así da
gusto hacer reportajes no a los centuriones romanos que son la mar de creídos y
soberbios.
Presiento que han venido a
despedirse de María.
He observado que la
abrazan como a una madre y le dicen con mucha alegría frases como: “Qué poco te queda para ver a Jesús”. “Cuando estés con Él dale muchos besos de
nuestra parte”. “Sabemos que no te vas a olvidar de nosotros”.
“A Papá-Dios dile que no nos lo ponga tan difícil porque hay ocasiones que casi
dejamos la vida”. Todo con un gozo que emociona.
María es tan mayor que le
queda poca vida y sin embargo parece que
la envidian, como si cualquiera de ellos estuviera dispuesto a cambiarse
por ella. A todos a tiende, sonríe, abraza, para cada uno tiene una frase de
ternura que siempre concluye con un “hasta
pronto en la casa del Padre”.
Hay mucho silencio en la
casa, no se oyen ni los niños. Ha pasado
mala noche, no ha podido descansar. Todos, hombres y mujeres, tienen el
semblante serio. Algunas lágrimas se deslizan por las caras barbudas. Los duros
patrones de Galilea suspiran tapándose la boca con sus manos. El día clarea y
ajusta sus rayos por la ventana de la habitación. Allí junto a la pared del
fondo, en el suelo, sobre una estera de
esparto cocido, protegida la espalda por una túnica tejida a mano, MARÍA SE HA DORMIDO.
Nadie llora, todos
observan atentos. Quieren grabar el momento en sus mentes. Sus corazones
acompañan a la Mamá de Jesús en estos
instantes últimos.
De pronto Pedro con su
vozarrón trabajado en el Mar de Galilea grita: ¡Vive María! Y todos responden: ¡Vive! Y se abrazan entre llantos de emoción y risas mientras adivinan
a María corriendo al encuentro de su Hijo.
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Lunes, 12 de Mayo del 2025
Martes, 13 de Mayo del 2025
Martes, 13 de Mayo del 2025