Casi setenta años de
festejo de la cultura, en general, y de la Literatura, en particular, imponen
que, entre todos, observemos un ejercicio de cuidado y embellecimiento de
nuestra Fiesta de las Letras (el acto cultural de mayor calado de nuestra
población y, posiblemente, uno de los más prestigiosos, de tal índole, de
nuestra región).
En los últimos años, y
no necesariamente comulgando con el cambio de signo del Gobierno municipal, la
Fiesta de las Letras ha ofrecido un viraje (novedoso, pero no necesariamente
beneficioso) enfocado hacia la escenografía y la presentación pretiriendo el
intrínseco y primordial valor de un evento literario, la importancia de la
palabra.
Un esquema que, quizá,
satisfaga a los amantes de lo visual y lo escénico pero que, a todas luces,
resulta insuficiente y paupérrimo para aquéllos que (como el que suscribe)
entienden que la Fiesta de las Letras ha de asentarse (y encastillarse, llegado
el caso) en lo literario.
De ahí que, según mi
visión, resulte necesario, a estas alturas, y con la mirada puesta en el
cercano septuagésimo aniversario de su celebración, abrir un amplio diálogo
(debate crítico, en suma) sobre si el actual es el formato que la Fiesta de las
Letras requiere (y merece).
Partamos del hecho,
indiscutible, que la Fiesta de las Letras es (y ha de ser) un evento que
ensalce, encumbre y glose las virtudes de la Literatura y que, sin obviar ello,
ha de acompasarse con ciertas reglas de los eventos sociales (en especial, en
cuanto hace a su duración, que invita a no sobrepasar las dos horas de
extensión).
Sentado lo anterior, y
con un ánimo de necesaria brevedad, cuatro son los aspectos que habrían de
modificarse en la celebración de la Fiesta de las Letras, según se detalla a
continuación:
Priorizar
la función del Mantenedor. La figura estrella y sobre la que
pivote el acto de la Fiesta de las Letras ha de ser la del Mantenedor.
En ningún caso ha de
encorsetarse al Mantenedor en una temática predeterminada, sino que ha de
ofrecérsele la oportunidad de que fluya libremente por los senderos literarios
que estime y, por ende, ampliar su participación, permitiendo que su alocución
se extienda por término no inferior a los cuarenta y cinco minutos.
Resulta obvio que este
cambio de perspectiva exige que la labor de elección del Mantenedor se anticipe
y que se explique a éste la magnitud y los pormenores del acto para que el
autor elegido pueda elaborar un trabajo detallado, cuidado y acorde a las
expectativas del público que acude a un evento literario de la envergadura del
que nos contrae.
Esta alternativa
evitaría episodios, como los sufridos en algunos de los últimos años, en los
que el Mantenedor acude a la Fiesta de las Letras con un discurso basado en la
mera experiencia personal (de valor anecdotario pero de dudosa altura y
profundidad literaria) y que no se prodiga en los ineludibles senderos del
análisis y las sensaciones de la alta Literatura.
Internacionalizar
la Fiesta de las Letras. La Fiesta de las Letras ha de ser
ambiciosa y acudir, en la elección del Mantenedor, a escritores, poetas y/o
periodistas de diversas nacionalidades y no necesariamente castellano
parlantes.
Sin duda, evitar la
traducción de la exposición del Mantenedor se encarna como un lastre que
acarrea una enorme pérdida de posibilidades, de opiniones, de visiones.
Y es que actuaciones
como la actual, en suma, circunscriben y acotan, sin sentido alguno, el
prestigio y la calidad de los personajes que puedan asumir la labor de mantenimiento
de la Fiesta de las Letras, reduciendo las oportunidades de disfrutar de
grandes creadores extranjeros.
Convertir
el acto en meramente literario. La Fiesta de las
Letras, como antaño, ha de limitarse a la Literatura, sin convertirse en una
sucesión de entrega de premios de otras disciplinas artísticas (igual de
respetables) que comulga, más, de la lectura de actas de un jurado
heteróclitamente cultural.
Esta variante, además
de ampliar las posibilidades temporales del evento, no impediría que los
premiados de los certámenes de pintura, dibujo y fotografía puedan ser
igualmente agasajados, si bien en otro evento diferenciado y, a buen seguro,
ubicado en el entorno de las exposiciones donde cuelgan sus obras
(circunstancia que, por otra parte, y como me consta por experiencias vividas
en diversos años, haría las delicias de la mayor parte de los pintores y
fotógrafos, que se sienten menos pacíficos en un acto en el que la palabra
reina).
Ofrecer
una tribuna a los autores premiados. Si, como ya se exponía
previamente, el Mantenedor ha de ocupar el papel preponderante, los autores
premiados han de contar con la oportunidad de que su presencia en el mismo no
se ciña a un mero agradecimiento en la recogida del premio.
De los autores se
espera que puedan contar con el uso y disfrute del tiempo y el espacio para
lanzar sus reflexiones, argumentar sin la premura o el acotamiento de las
prisas y, sobre todo, si así lo desean, ofrecer al respetable la interpretación
de parte de su obra galardonada.
El recurso a la lectura
por un tercero del extracto que éste (y no el autor) considera más relevante
del trabajo es un sucedáneo que, como puede entenderse, no desagravia al
escritor ni recompensa al respetable.
Éstos son, a mi juicio,
los cuatro pilares fundamentales que han de mover la modernización (aun cuando
algunos aspectos de los expuestos puedan arraigarse a un ámbito más
tradicional) de la Fiesta de las Letras.
Otras cuestiones, como
la participación de las Madrinas (como trasunto de las musas inspiradoras del
artista, pero con la necesaria ilustración previa sobre la obra del Mantenedor
y de los premiados), la del presentador (que habría de asumir su papel de mero
conductor y no de protagonista) y de la necesaria consideración y respeto por
la etiqueta de la gala del evento, contando con su indudable importancia, son
menos perentorios, en cuanto a su acometida, que aquéllos que se ha hecho
elenco previamente.
Espero haber aportado
ciertas ideas en cuanto a la conformación de la Fiesta de las Letras y, sobre
todo, haber estimulado e invitado a que los responsables de la misma, y otros
sujetos y agentes que la envuelven (todos los tomelloseros amantes de la
Literatura), dediquen las horas y minutos a la reflexión y mejora que nuestra
Fiesta merece.
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Domingo, 28 de Abril del 2024