Antonio Tocornal ha ganado el Premio de Poesía “José Antonio
Torres” de la LXIX Fiesta de las Letras “Ciudad de Tomelloso” con “Anuncios por
palabras”. Un “antipoema de los pies a
la cabeza”, un divertimento formal que el jurado ha considerado ser merecedor
del galardón. Tocornal comenzó a escribir en la madurez, con cuarenta y seis
años, no obstante le ha dado tiempo a recibir importantes premios de novela y
relato (y uno de poesía).
Charlamos con el autor sobre su obra, el “no-poema” ganador,
Tomelloso y la Fiesta de las Letras.
Antonio Tocornal (San Fernando, Cádiz, 1964) cursó estudios
de Bellas Artes en Sevilla y tras una larga estancia en París, se instaló
definitivamente en la isla de Mallorca. Comenzó a escribir en 2010. No lo hizo
antes porque estuvo ocupado leyendo durante unos cuarenta años y porque quizás
tampoco tenía mucho que contar. Es autor de la novela La ley de los similares,
publicada por editorial Dauro en 2013. Su segunda novela, La noche en que pude
haber visto tocar a Dizzy Gillespie fue ganadora del XXII Premio de Novela
“Vargas Llosa” y publicada por Editorial Aguaclara en 2018. Su novela Bajamares
ganó el XIX Premio de Novela Corta “Diputación de Córdoba” en 2018. Además, ha
obtenido cerca de cuarenta premios de relatos y uno, el de la Fiesta de las
Letras de Tomelloso, de poesía Muchos de sus relatos han sido publicados en
antologías. Es colaborador y reseñador literario en la revista RSC Culture
Magazine.
—Usted es un laureado
escritor. ¿Qué supone recibir un premio en la Fiesta de las Letras de Tomelloso
«aun sin ser poeta», como usted dice?
―Lo que tiene de particular la concesión de este premio es
que, aun siendo un certamen de poesía, se ha fallado a favor de un texto ―no
seré yo quien lo llame poema― que, sin pertenecer al género poesía, contiene
poesía en sí. El jurado ha sabido verla y, según tengo entendido, la ha
descubierto y recibido con entusiasmo; ha sabido encontrar y apreciar la poesía
subyacente en el texto hasta el punto de declararlo ganador del certamen a
sabiendas de que el fallo no sería entendido por todos; de esta forma, el
jurado ha hecho suyo el acto creativo como una apropiación, y me ha devuelto la
pelota, en forma de premio, en un diálogo que yo comencé de forma un tanto
provocativa o, casi casi, gamberra, al decidir enviar el texto para que
participase.
La verdad es que lo envié como el náufrago que envía un
mensaje en una botella sin demasiada esperanza de que sea encontrada por nadie,
convencido de que no tendría ninguna posibilidad.
Para mi sorpresa, el jurado dio con la botella. En ese
sentido tengo que alabar el valor de los miembros, ellos sí, poetas
consagradísimos. Lo más fácil para ellos habría sido conceder el premio a un
poema estándar, de buena factura, y que cumpliese con todos los cánones del
género.
—La vocación
literaria le llegó tarde. ¿Qué le movió a coger la pluma?
—Uno no decide hacerse escritor como puede decidir hacerse
guardiacivil o vegano o hacerse del Celta de Vigo. No es una elección más o
menos inmediata.
Yo publiqué mi
primera novela con cuarenta y nueve años. Ahora estoy muy contento de ello
porque, de haberla publicado antes, ahora estaría arrepentido de que circulase
todo ese material inmaduro escrito por mí y publicado antes de tiempo. Sin
embargo, creo que empecé a escribir cuarenta años antes, cuando empecé a leer. Yo
no diferencio entre lectura y escritura. Creo que son la misma actividad, igual
que injertar olivos y recoger aceitunas son dos actividades dentro de la
agricultura del olivar.
En cualquier caso, yo no creo haber empezado muy tarde.
Antes de que salgan cosas de uno hay que dejar que entren primero. Por el
contrario, creo es que hay muchos escritores que empiezan a publicar demasiado
pronto; antes de madurar.
Siempre he sido más lector que escritor. Podría apropiarme
de las palabras de Vila-Matas y decir que «al fin y al cabo la escritura no es
más que una consecuencia lógica de la lectura, la última parte del alambique de
la lectura, la gota de esencia que se destila de todas las lecturas
anteriores».
—¿A qué se debe esta
incursión poética? ¿Va a seguir cultivando el verso?
—Bueno, en Anuncios
por palabras no hay ni un solo verso. Voy a seguir buscando la poesía donde
se encuentre. La poesía es un género literario, eso nadie lo pone en duda, pero
también es una cualidad que se puede encontrar en otras formas de
manifestaciones literarias ―entendida la literatura como forma de contar
historias― como la narrativa, el cine, la fotografía, una pintada callejera,
una canción, una publicación en una red social, etc. También, por qué no, en
otros textos sin «intención literaria», como podrían ser los anuncios por
palabras de un periódico cualquiera. Todo depende de la mirada que el receptor
pose sobre ellos.
La mayoría de los narradores que me gustan infiltran esa «poesía
de incógnito» en sus textos en prosa, y eso es lo que los hace grandes.
De esta forma quiero reivindicar que la poesía no se
encuentra solamente dentro de los límites academicistas a los que los poetas
nos tienen acostumbrados. No he descubierto la cuadratura del círculo, eso está
claro. Llevamos cien años de vanguardias artísticas ―también poéticas― durante
los cuales se han ido explorando los límites de cada disciplina artística con
más o menos éxito.
—Ahora toca una
pregunta tópica, ya sabe lo previsibles que somos los periodistas: ¿con qué se
siente más cómodo?, ¿con la prosa o con el verso?
—Como expliqué antes, yo no cultivo la poesía como género
aunque la rastree como cualidad. Yo soy más «rastreador» de ese tipo de poesía
que poeta.
El texto que ha ganado este certamen no contiene ni un solo
verso, ni métrica ni rima. Ni siquiera es prosa poética Yo soy un narrador, no
un poeta. La verdad es que primero escribí el texto sin saber muy bien lo que
escribía, guiándome por intuiciones, y después encontré que había poesía en él
y decidí pulirlo y enviarlo a un certamen de poesía por el placer de jugar,
aunque pude haberlo enviado de igual forma a uno de relato y también habría
parecido inusual aunque habría tenido cabida en él. Creo que fue en ese momento
cuando se puso él solo la etiqueta de «poema», aunque lo único que tiene de
poema es haber sido metido en un saco en el que participaban unos cientos de
textos más que sí eran considerados poemas por sus autores. De todas maneras,
llevamos ya, como dije antes, cien años de vanguardias artísticas durante los
cuales estamos acostumbrados a enfrentarnos a obras que lo son por la simple
intención o declaración de su autor, y eso nos basta.
A este juego solo se puede jugar desde fuera, desde cierto
descreimiento y desde el humor. Creo que si uno se considera «poeta» no tiene
más remedio que someterse a la servidumbre de escribir poesía con todo su manto
de solemnidad. Yo no me considero poeta sino, como dije antes, narrador; un
narrador que husmea donde podría encontrarse cierta poesía sin etiquetas. Desde
esa atalaya de la narración, creo que los horizontes que se otean son más
lejanos y más despejados de bruma.
—¿Qué va a encontrar
el lector en Anuncios por palabras?
—Ante todo un divertimento.
La verdad es que tiene el texto tanto de poema como de
relato, de divertimento formal, o de algún tipo de híbrido experimental. En
cualquier caso, es un antipoema de los pies a la cabeza. No es ninguna novedad:
el concepto antipoema lleva tiempo en
los manuales de poesía. Ya en 1954 lo utilizó Nicanor Parra, quien a su vez es
heredero de Rimbaud, Huidobro, Baudelaire o Breton.
Escribí el texto en una tarde, después de haberlo concebido
durante una siesta un poco «febricular» (Gracias, Juan José Millás por el
término) y lo corregí a la mañana siguiente, poco antes de enviarlo el mismo
día que se cerraba el plazo de admisión.
Me gustaría que se leyese con anchura de miras y, si el
lector reconoce poesía en él aunque no sea un poema, y eso le hace plantearse
que tal vez los límites de la poesía no estén donde antes pensaba o al menos
son movedizos, me daré por satisfecho.
De todas maneras, si no gusta, también estoy preparado para
que me tiren piedras. Para mí es un juego.
—La Fiesta de las
Letras de Tomelloso es un referente literario y artístico ¿Qué le parecen
iniciativas como esta? ¿Había participado antes en ella?
—Esta es la primera vez que participo, por lo que mi
agradecimiento y mi sorpresa por haber sido premiado a la primera son por
fuerza sinceros e intensos.
Es cierto que La Fiesta de las Letras de Tomelloso es un
referente literario y artístico. Me consta, además, que dada la alta
participación, la dotación de los premios, la seriedad con la que el jurado
hace su trabajo y el elenco de nombres que han ganado con anterioridad, es uno
de los certámenes literarios más apetecibles para la mayoría de los escritores
que nos dedicamos a este «juego» de los concursos literarios en este país y en
toda la comunidad de habla hispana.
—¿Conoce Tomelloso?
¿Sabe de su fama artística y literaria?
—No había estado en Tomelloso hasta ahora y la verdad es que
una parte importante del premio consiste en tener la oportunidad de ir dentro
de poco a conocerlo y pasar unas horas con sus paisanos. Sé que es la cuna nada
menos que de Antonio López, pero también de escritores como García Pavón, Félix
Grande o Eladio Cabañero.
—¿En qué anda metido
actualmente? Si se puede contar, claro.
—Sigo sin ser poeta. Ahora soy un no-poeta con un premio de
poesía concedido a un no-poema. Seguiré con mi vida cotidiana, que consiste en
leer mucho encerrado en mi isla, sobre todo leer; escribir relatos cortos y
novelas cuando tenga algo que decir y, si no, callar. Estoy trabajando en la edición
de la novela Bajamares que ganó el
XIX Premio de Novela de la Diputación de Córdoba hace unos meses y, al mismo
tiempo, sigo componiendo algunos textos de difícil clasificación que, de
publicarse, podrían destensar prejuicios y provocar controversias, aunque no por
afán de provocación, sino por la búsqueda de la diversión propia del explorador.
También estoy intentado aprender a perder el tiempo sin sentirme
culpable por ello. No es fácil.
―¿Desea añadir alguna
cosa?
—Por supuesto que sí: no quiero acabar la entrevista sin dar
las gracias al pueblo de Tomelloso y a su Ayuntamiento, a los organizadores del
certamen y al jurado, entre los que se encuentran poetas ―ellos sí― de
primerísima fila: Guadalupe Grande Aguirre, Juan Carlos Pérez Mestre y Jesús
García Lorenzo (Urceloy), por haberse
atrevido, a pesar de la que les puede caer encima, a premiar una obra como la
que envié y que seguramente ―seguro― será criticada por muchos al igual que
será criticada la trasgresión del jurado. Un aplauso para ellos.
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