Creo que fue allá por el año 1980, salía de Presidente
Clemente Cuesta Santandreu, y entraba Rafael Torres Jiménez, (q.e.p.d.), y para
recomponer la Junta, que por entonces se renovaba por la mitad de sus miembros,
empezaron a reclutar o a intentarlo por
lo menos, a lo más “granaíco” del pueblo, y entre los varios en que se fijaron
fue en mi persona, me abordó un día por la calle mi entonces conocido Miguel
Huertas, me expuso la razón del abordaje que si podía formar parte de la
Hermandad, que eran solo cuatro años, etc., etc., total que me convenció y a mí
me pilló con el paso cambiado y accedí y caí en sus redes.
En la primera reunión donde se destinaron los cargos, yo pedí
por favor que me dieran lo que fuera, pero lejos de los mandos, yo quería ser
de la plebe, y así se hizo, quedo Presidente Rafael Torres Jiménez , Secretario
Luciano González Casajuana,(también fallecido), Tesorero Miguel Huertas Torres,
creo que fue así, todo es de memoria, y ya los plebeyos, Jesús Bernardino,
Moisés López, Justo Díaz, Justo Zafra, (q.e.p.d.), Ezequiel López, Vicente
López y un servidor, que las malas lenguas decían que nos juntamos las dos
cabezas más destacadas de Tomelloso. De Consiliario fue, creo, Don Esaú. Puede
que se me olvide alguno, el que no mencione que me perdone. Una anécdota: como
había dos Justos yo bauticé a uno el malo y a otro el bueno, y no se me enfadaron y lo llevaban bien.
Una vez hechas las presentaciones, nos ponemos manos a la obra, y nunca mejor
dicho, el Presidente tenía mucha ilusión con hacer una cocinilla, creo que
había una pero era muy pequeña, y una tarde allí en la puerta de la ermita, nos
empezó a contar su idea, estábamos Miguel Huertas y yo y no nos pareció ningún
disparate, ya al mismo tiempo le comentamos que en vez de encalar todos los años la
ermita, la podíamos revocar con cemento y nos ahorraríamos un dinero en los
próximos años, y al mismo tiempo le daría más consistencia al edificio, todo
esto se convocó una Junta, se expuso y se aprobó por mayoría, tuvimos un voto
en contra, pero como es secreto de confesión, pues eso.
Bien ya empezamos la obra, yo iba todas las tardes para
seguir los trabajos, y algunas mañanas, bastantes, por si necesitaban algo los
maestros, nos juntábamos Miguel, el Presidente, Vicente, bueno todos iban
rotando….pero una mañana fichamos de guardés a José Angel, que tendría que ir a vivir con su
madre, ya mayor, ahí hubo como en los toros, división de opiniones, pero al fin
reinó la cordura y lo contratamos. Luego fueron unas personas excepcionales en
el trato y tenían todo muy limpio. Y
aquí tuvimos un rifirrafe, gordo, entre un miembro de la Junta y yo, pues
propuse que ya que estábamos de albañiles, deberíamos adecentar la vivienda del
casero y dejarla lo más habitable posible, por ejemplo poner un cuarto de aseo,
e instalar un termo eléctrico para que se pudieran asear y vivir lo más
dignamente posible, se sometió a votación y gracias a Dios salió adelante, el disidente con el tiempo es uno de mis
mejores amigos.
Una vez metidos en harina, bueno en yeso, nos pasó a nosotros lo que a nuestras mujeres
cuando van a casa los pintores, que empiezan con el “yaque”, pues eso dijimos
podíamos cambiar el piso, hacer los ventanales abatibles, total que nos metimos
en un fregado de narices y…..sin un duro, solución pues la de todas las
asociaciones que se hacían entones sortear un coche, pero el coche había que
pagarlo, y entre tres formalizamos una póliza, que luego quedó solucionado sin
problema ninguno. Bueno en la liquidación de los beneficios, nos engañó un poco
Don Esaú, pues coincidimos con él en la reforma de la Parroquia de la Asunción
y también sorteó otro vehículo, y en el reparto no salimos muy airosos.
Durante la obra hubo nuestros más y menos, por ejemplo a la
propuesta de llevar un tendido eléctrico para los feriantes durante las
Romerías, al fin todo se realizaba, sin altercados de importancia.
Tenemos varias anécdotas durante la obra y después. Yo
visitaba a los albañiles muchas mañanas y en una de ellas el maestro, creo que
se llamaba Julián, me dijo que le hacía falta una escalera para llegar a los
ventanales, de unos 5 o 6 metros, todo esto a las 12 de la mañana, y yo le dije
no te preocupes a las 4 de la tarde la tienes aquí, el debió pensar que estaba
loco; me vine al taller de cerrajería de Fernando Medina, que entonces vivía su
padre y estaba en la calle Acuña, le conté el caso, el era una bellísima
persona, me miró de arriba abajo y me dice: -Tinete tú no estás bien de la
cabeza, mira que horas son, pero si te has comprometido a las cuatro la tienes.
Eran las cuatro y media y me presento con la escalera, por
allí andaba Vicente López, investigando las obras y cuando le conté el caso,
cogió un bote de pintura y en un lateral puso “ESCALERA DE TINETE”.
A Pinilla íbamos todos los domingos, si no todos casi todos,
tempranico a las ocho de la mañana, cosa que no había hecho en mi vida,
levantarme los domingos a tan temprana hora, bien para limpiar las bolsas de
los pinos de la procesionaria, que llegábamos a nuestras casas con unos
picores, bien a limpiar de bolsas y de guarrerías que dejaban los usuarios, o
bien a descargar otro día el terrazo del piso de la ermita, en fin oficios
múltiples. Teníamos la costumbre de desayunar a media mañana en los cenadores
que dejó hechos un gran colaborador que fue Vicentillo Parra, y así relajarnos
un poco.
Y aquí viene una anécdota; una mañana por la causa que fuera
fuimos sin hato, y me dice Vicente:
-Tinete podías ir al pueblo y traerte un chocolate y unos
buñuelos.
-Le contesto: vale.
Cojo mi seiscientos, y por el camino voy pensando a ver donde
llevo el chocolate, y me digo ya sé, me voy a la tienda del Pasadizo paso a la
trastienda pillo un orinal, ni qué decir tiene que era nuevo, y me voy a la
churrería,
-Buenos días, María hazme dos roscas de buñuelos y lléname
esto de chocolate.
La María al ver el orinal se echa manos a la cabeza y dice:
-Ahí? Quita, quita, no dirás yo no te echo en eso el
chocolate, pasa y díselo a Manolo.
Paso al obrador con mi orinal, y le digo a Manolo que me lo
llene de chocolate, al ver Manolo el recipiente da un bote y me dice:
-Si quieres el chocolate en un orinal, ahí tienes el cazo y
te lo pones tú, pero lo que es yo “ni siquiera ná”, ¡qué disparate!.
Lleno mi orinal, les pago, cargo la mercancía en el auto y
rumbo a Pinilla, que allí me estaban esperando los socios con los brazos
abiertos, les pido ayuda para la descarga y no se me olvidará nunca la cara de
Luciano González al ver el orinal lleno de chocolate
-Yo no mojo ahí ni una sopa, que disparate, pero a quien se
le ocurre semejante guarrería.
- A mí, pero no tengas cuidado que lo he limpiado bien y no
hay ningún rastro de nada, le dije de broma.
Al final todos mojamos nuestros buñuelos, y nos sentaron,
como dice mi gran amigo Miguel Huertas, tan ricamente.
Recuerdo los días de romería Miguel y yo tratando de cobrarles
a los de los puestos, que a algunos les costaba lo suyo soltar los denarios, y
las discusiones que formaban los de las
berenjenas por coger el mejor sitio, y a mi tío Eugenio Serrano, que
también era miembro de la Junta, vendiendo los recuerdos de la Virgen, cosa que
hizo durante muchos años y no se ha merecido ser nombrado Mayoral de Honor,
¡qué cosas de la vida! .
Fueron cuatro años que me enseñaron mucho, y me dieron más que yo di, aprendí a convivir con personas que las conocía apenas de hola y adiós, que tuvimos algún que otro desacuerdo, como es normal, pero que ahora que han pasado más de cuarenta años seguimos siendo amigos, y con algunos, mis amigos del alma, que no los cambiaría por nada del mundo.
José Antonio Negrillo Martínez.
Nota:
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Domingo, 11 de Mayo del 2025
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