Explica Eugenio que los antiguos propietarios de la cueva eran de la familia Cepeda Plaza. Llevan ya treinta y seis años en una casa que enseña una atractiva mezcla de la arquitectura tradicional manchega con elementos más modernos.

Las paredes y peldaños de la escalera están revestidos de cemento. No tardamos encontrar curiosos detalles como una bombona cubierta de esparto, colocada en una especie de alacena. Unos cuantos peldaños abajo encontraremos una pequeña tinaja, justo cuando la escalera tuerce a la derecha, formando una preciosa esquina a modo de abanico, en el punto donde empieza a ganar en anchura. Un pasamanos de forja es señal inequívoca de que los propietarios cuidan los detalles y enseñan a la gente esta cueva, que según apunta, José María Díaz, fue construida antes del 1900. 

Tocando ya el suelo de la construcción, con una canaleta por el perímetro y un pocillo, observamos un curioso detalle: un pavimento adornado con trozos de las antiguas tinajas de barro. La cueva alberga seis tinajas de cemento de cuatrocientas arrobas de capacidad que fueron construidas en torno a 1930.  Anteriormente, albergó pequeñas tinajas de barro, que delatan la antigüedad de la construcción. Los propietarios rememoran el episodio de una cueva que se cayó cuando los albañiles estaban arreglando la cueva. Afortunadamente, solo hubo que lamentar daños materiales.

Las paredes aparecen en su estado original, con su color terroso, sin ningún tipo de revestimiento. Lo mismo sucede con el techo, en la pura tosca, y horadado por una lumbrera con desgarre trapezoidal que discurre paralelo a un pilar de refuerzo, grueso y alto. Este desgarre y las paredes descubren las distintas capas contra los que se peleaban los esforzados picadores que dieron forma a las singulares cuevas de Tomelloso.

Presenta buen estado el empotrado y los rabos que separan unas tinajas de otras. Ambos elementos mezclan el blanco con el azul añil tan típicos de la Mancha. En la panza de otras tinajas hay otros elementos decorativas pintados en un tono sanguina. Como está muy bien iluminada podemos saborear cada rincón de la cueva y disfrutar de una temperatura maravillosa.

Vista la cueva, Encarnación nos muestra otras dependencias de la casa que acoge elementos y muebles de otro tiempo magistralmente restaurados. Una de las hijas del matrimonio se dedica a la restauración y por todos lados asoman grandes obras de artesanía, a cual más original. Daría para otro reportaje.

Antes de la despedida, Eugenio rememora sus años de trabajo en La Fraternidad, nada más y nada menos que 51, periodo de tiempo que le permitió comprobar la pujanza y fuerza de las empresas y trabajadores de la ciudad. “Tomelloso es increíble”, apostilla José María y es una gran verdad.