Dionisio Cañas, a través de la antología (“la contra-antología”)
que sobre su obra ha editado el poeta y gestor cultural chileno Héctor
Hernández Montecinos “El mundo era un hermoso espejismo”, protagonizó el
encuentro “Siglo de Oro de la Poesía Latinoamericana 1922-2022” este lunes en
el Instituto Cervantes de Madrid. El acto fue un homenaje al artista nacido en
Tomelloso y a la poesía de la otra orilla, de la que ha sido uno de sus puentes
más comprometidos y entusiastas.
El encuentro, que estuvo dirigido y presentado por el
escritor y miembro del equipo de actividades del Cervantes, Juan Carlos Méndez
Guédez, contó con la presencia de la profesora y estudiosa de la obra de Cañas,
Idoli Castro, además de Héctor Hernández y el propio Dionisio Cañas. El salón
de actos del Instituto Cervantes acogió una buena cantidad de público durante el
evento, que fue transmitido en directo.
Idoli Castro abrió el turno de intervenciones hablando de
Cañas y de “El mundo era un hermoso espejismo”. Destacó que el poeta, de raíces
manchegas, tiene ramas neoyorquinas que se extienden por América Latina o el
próximo oriente. Dionisio Cañas recorre ese mundo que “era un hermoso espejismo”.
Fue recorriendo Castro el libro de Héctor Hernández deteniéndose en cada una de
las nueve partes en que está dividido. El habla del mundo, Nueva York en un
poeta, Estrujenbank, Preguntas al mundo, La balada del hombremujer, El Gran poema
de nadie, La noche del mundo y Vídeopoemas. El libro tiene un décimo capítulo,
Diálogos de un no lugar, el fragmento de una conversación de Dionisio con
Orlando José Hernández.
Dionisio huye de las etiquetas
Después, Héctor Hernández y Dionisio Cañas mantuvieron un
diálogo sobre la obra y la vida del segundo. El chileno confesó que le hacía
especial ilusión que Dionisio Cañas se sumase a la iniciativa «Siglo de Oro de
la Poesía Latinoamericana 1922-2022», que está llevando a cabo el propio Héctor
Hernández. Explicó que tenía referencias de un poeta misterioso del que nadie
sabía nada. “Fui un detective salvaje” a la búsqueda de Dionisio hasta que
Jaime Siles (de quien también ha escrito Idoli Castro) le dio referencias. Acceder
a su ingente obra le permitió conocer una poética que no solo está en los poemas
escritos o recitados.
El chileno aseguró que le interesa mucho como los poetas
piensan el mundo. Así, decide emprender un libro sobre Dionisio que ahora es
una realidad, “El mundo era un hermoso espejismo”, un escritor que logra
encontrar sentido en los espacios desplazados. Reconduciendo su poética, “huye
de las etiquetas para no renunciar a su libertad”.
Considera Hernández que en los primeros libros de Cañas “hay
una voz muy potente, está el espíritu de que luego escribe “El fin de las razas
felices”, un niño que se sorprende del mundo. Pregunta a Cañas que si ese niño
sigue existiendo. “Creo que lo que me salva en la vejez —respondió el manchego
tras hacer un recorrido por su primera década como escritor—es seguir siendo un
niño. Como no podía ser de otra forma, Nueva York estuvo presente en la charla
entre los dos poetas. “Me encontré en la ciudad que era el centro cultural del
mundo, allí escuchaba las voces de toda Latinoamérica. Rompí con el discurso
`poético español y escribí ‘El fin de las razas felices’, que es más hispano”.
La sexualidad, “que también contribuye al desplazamiento”, apuntó
Héctor Hernández fue el último de los asuntos tratados en la conversación. “Venía
de la Francia del mayo del 68, allí descubrí la homosexualidad de manera
intuitiva”. En otro pasaje de la conversación aseguró Dionisio que por su
condición sexual “no ha tenido problemas en ningún sitio, ni en mi pueblo que
en ese sentido es un lugar muy avanzado”.
Por último, Dionisio Cañas se acercó al atril para recitar
unos poemas. Pero antes, y sacando unas tijeras de su bolso, se cortó sendos
mechones de pelo por las mujeres de Irán y Afganistán. Señaló que existen miles
de cosas en las que aparece la poesía, no solo escrita o leída, “se trata de
tener los sentidos abiertos. Desde el verdor perecedero hasta la piedra más
duradera”. Y es que, “lo poético puede ser tan dulce y tan amargo como un beso”.
El poeta declamo, para acabar, varios de sus poemas.
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