Nuestro recorrido semanal de cuevas nos lleva hoy a la calle Libertad, donde Paco Simón, un solanero que ejerce la docencia en el Instituto Alto Guadiana, y Pilar Navarro, su mujer, también profesora en el Félix Grande, nos han enseñado una cueva con muchas singularidades y aspectos curiosos. De ellos ha disfrutado el periodista y también nuestro experto tinajero, José María Díaz y la arquitecta, Ana Palacios, que nos han acompañado en esta agradable visita.
Cuando entramos a la cueva vemos una recta y larga escalera, con los peldaños pintados en gris y algunos curiosos elementos decorativos como una orza que está introducida en la pared. Antes de llegar abajo, nos topamos con una fresquera, que era el remedio sabio que se utilizaba antes para suplir la ausencia de frigoríficos. En un día de calor intenso, se agradece la agradable temperatura que se respira, en torno a los catorce grados. No tardamos en ver el impecable estado de conservación de una cueva que fue construida en los años sesenta, pocos años antes de la aparición de las cooperativas. Fue de las últimas que se hicieron en la ciudad y los propietarios nos cuenta que perteneció a Eugenio Sedas. “Vivíamos en un piso en la calle Desengaño y surgió la oportunidad de esta casa que acabamos comprando”.
Descubre José María Díaz que las tinajas fueron construidas por Justo Espinosa que aprendió el oficio al abrigo del padre de José María "como tantos otros tinajeros de la ciudad", apostilla. No todas son de la misma capacidad, si bien la mayoría son de cuatrocientas arrobas. Las bocas de las tinajas están protegidas por unas tapas de anea que el propietario ya se encontró en la cueva. Están separadas por unos rabos estriados, pintados en blanco con detalles rojos.
Uno de los aspectos más llamativos de la cueva es que contiene una noria. No solía haber muchas en Tomelloso, pero en esta cueva hemos encontrado este vestigio de la antigua agricultura. El balaustre está perfecto. Uno sigue una línea vertical y otro horizontal, haciendo un bonito efecto. La moldura también ofrece un impecable aspecto. En la contramina, hay cinco pequeñas tinajas, a modo de bodega, que están construidas con un exquisito gusto.
Estamos en una zona de buena tosca y se demuestra en esta cueva que solo cuenta con una lumbrera de desgarre trapezoidal estrecho. Al final hacemos una fotografía a la familia propietaria, el matrimonio y sus dos hijas, con los que hemos pasado un agradable rato. Antes de despedirnos, hablamos de los orígenes solaneros del propietario. Todos los apellidados Simón allí son familia. Una curiosidad más que nos llevamos en la mochila tras visitar esta estupenda cueva.
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