Buscamos la entrada de la cueva y nos encontramos con dos prensas en muy buen estado de conservación, una es de campana y otra de tarugos. Bajamos por una ancha escalera, con techo abovedado con un arco aplanado y paredes de tierra encaladas. A la derecha observamos la primera cueva que alberga seis tinajas de cemento, de quinientas arrobas de capacidad  cada una, separados por unos rabos estriados policromados. Algunas todavía conservan la tapa de anea. Las tinaja fueron construidas por José María Díaz Benito, el padre de nuestro experto tinajero, que nos acompaña, al igual que la arquitecta, Ana Palacios, que no para de disparar con su cámara recogiendo todos los detalles de unas construcciones que le apasionan.

En esta primera cueva, la lumbrera tiene un desgarre trapezoidal. En la otra cueva, el desgarre es circular, señal inequívoca de que introdujeron las tinajas de barro por ese hueco. En esta segunda construcción se mezclan las tinajas de barro, cinco de unas trescientas arrobas; y cuatro de cemento, de unas cuatrocientas arrobas de capacidad cada una. Vemos también el resto del pocillo que recogía el mosto que se derramaba cuando reventaba alguna tinaja, el empotre realizado en cemento blanco y un balaustre de hierro algo castigado por el paso del tiempo. El techo presenta zona que está en la tosca, pero en otras está recubierto de tierra. 

Nos topamos también con una olla de barro muy antigua. José María recuerda que en este recipiente se  cocinaban exquisitos caldos de patatas y potajes, también vemos bombonas cubiertas de esparto y algún que otro apero que nos traslada a la viticultura de la época. Al final, Antonio nos aporta un dato curioso; todos los Andújar que viven en Tomelloso tienen algún lazo de parentesco entre ellos. De hecho, La Voz ya ha visitado varias cuevas de esta conocida familia que hizo del trabajo su razón de ser.