Opinión

Ciri en el patio de mi casa

Joaquín Patón Pardina | Sábado, 21 de Junio del 2025
{{Imagen.Descripcion}}

He cumplido la promesa que debía a Ciri. 

Al despedirnos el último día le comenté que, si le parecía bien, cambiaríamos la cafetería por el patio de mi casa, para nuestro encuentro semanal. Le pareció bien y aquí estamos. 

Ha venido acompañado por uno de sus hermanos, son muy parecidos en la complexión física, incluida la cara. He tenido un fallo en el momento de recibirlos, porque ”el doble” de Ciri tiene una cabellera muy densa a pesar de los años, a la vez, por la pereza en visitar al peluquero, lo mantiene con estilo de “postizo añadido”, pero hace unos días él mismo se pasó la afeitadora por la cabeza, con lo que ha quedado semejante a un monje shaoli. 

Mi metedura de pata ha sido tardar demasiados minutos en reconocerlo. ¡Hasta he llegado a tratarlo de usted!, por educación claro. A Ciri no le ha faltado más que tirarse al suelo riendo. Creo que tal presentación la traía amañada de casa. 

A estas horas han descendido el sol y la temperatura. Tras un riego a las macetas y al suelo el ambiente es de maravilla. 

Pero como ocurre con todo en la vida, nada es perfecto, algo había de faltar; efectivamente lo que estáis pensando queridos lectora y lector: las magdalenas y el café. 

Mi señora que es muy previsora se adelantó a la ausencia y nos ha homenajeado con un bizcocho al horno que quita el hipo. El café ha quedado a muchos puntos del habitual, no me contratarán para repetirlo y no vale haber tenido buena voluntad, como aseveran los estultos para evadir responsabilidades. 

Ciri, Gran persona, se percata del fallo  y para quitar  hierro al asunto sale por peteneras.

—Oye compañero, ¿el patio de tu casa es particular?

—Evidente, ya lo ves, no lo comparto con ningún vecino.

—Por eso, según la canción, «cuando llueve se moja como los demás…»

Muy barato el chiste, pero sirve para reírnos los tres. 

Los vencejos en el aire dibujan líneas imposibles de copiar para el mejor piloto, se acercan chillando y cuando temes que se estrellen contra las paredes del alto edificio, con una electrificante pirueta se lanzan al espacio infinito. El maravilloso movimiento se nubla por otros miles casi marcados con tiralíneas y ejecutados con precisión milimétrica. Durante unos instantes hemos estado los tres espectadores entusiasmados, moviendo levemente las cabezas, intentando seguir los dibujos efímeros de estos artistas alados. 

—¡Que maravilla! —clama el hermano de Ciri absorto.

—Estamos demasiado acostumbrados a ver preciosidades en nuestro entorno y convivimos con ellas como si fueran normales, —añade mi compañero— creo, siendo pesimista, que no las valoramos en la medida que deberíamos. 

—Las dos últimas reuniones hemos disfrutado y aprendido distinguiendo mentiras, falacias, descubriendo cómo abundan en nuestros ambientes sociales demasiado cosificados. Como seres racionales discernir, es nuestra actitud distintiva del resto de compañeros animales, sin embargo, pienso que necesitamos dedicar más tiempo a observar solamente, meditar,  no por distracción, sino como función vital.

—¿Os parece bien —interrumpe Ciri— que dediquemos unos minutos a contemplar lo que nos rodea? Me comentaron en una de la asambleas en el centro de barrio que es muy sencillo, solo hay que dejarse llevar por el entorno, permitiendo que entre libremente por nuestros sentidos.

Nos pareció bien la iniciativa del colega, empezamos a disfrutar transcurridos varios minutos, en los que nos observábamos (mal hecho) entre nosotros, con lo que nos sentíamos ridículos incluyendo ciertos ataques de risa que poco a poco fuimos dominando.

En una ocasión se asomó mi señora al patio extrañada del silencio que había, después de mirarnos uno a uno preguntó añadiendo varios tonos a su voz habitual: «¿Qué hacéis tan callados si vosotros sois de algarabía incesante? Parecéis muchachos castigados en el recreo.» Y claro, hasta ahí llegó la concentración. Ciri y su hermano “el monje shaoli” rompieron a reír sin poder contenerse, llegó un momento que sus caras cambiaron a tonos rojos y evidente me contagié yo también.

Cuando por fin conseguimos la cordura volviendo a la serenidad, Ciri tomó el modo filosófico, como esas veces en las que se siente inspirado y se concentra para expresarse bien.

—¿Os habéis fijado en la parra?

—Y en las uvas lo buenas que van a estar cuando maduren —responde el hermano saboreando en primicia lo que serán.

—Ciri nos hemos fijado los tres, es demasiado grande como para no verla, —le respondo con necesidad de que se aclare.

—He observado —toma de nuevo la palabra el colega— que la Naturaleza, como dicen los eruditos, es sabia. Mirad cómo de cada sarmiento cuelgan  los racimos cerca del tronco, para tener mejor acceso a la savia y nutrientes, a los que cubre protegiendo del sol y demás elementos perniciosos con hojas grandes. También tiene como unos cordoncillos se llaman zarcillos, con ellos se va entrelazando con elementos que le pueden servir para extenderse más, cuando lo encuentran van enroscándose a modo de tornillo invertido. Ah y todo ello sin “maestro oficial”.

Teníamos toda esta obra de ingeniería delante de nuestros ojos, la habíamos visto, pero no observado y valorado.

—Lo que nos ha ocurrido con la parra podremos disfrutarlo con cualquier otra planta, animal, paisaje, salida o puesta del sol, personas, etc.

Necesitamos celebrar lo que hemos descubierto esta tarde. Unas copas y una botella de mistela regalo en las navidades pasadas cumplen la tarea.


467 usuarios han visto esta noticia
Comentarios

Debe Iniciar Sesión para comentar

{{userSocial.nombreUsuario}}
{{comentario.usuario.nombreUsuario}} - {{comentario.fechaAmigable}}

{{comentario.contenido}}

Eliminar Comentario

{{comentariohijo.usuario.nombreUsuario}} - {{comentariohijo.fechaAmigable}}

"{{comentariohijo.contenido}}"

Eliminar Comentario

En esta misma categoría...

Haga click para iniciar sesion con

facebook
Instagram
Google+
Twitter

Haga click para iniciar sesion con

facebook
Instagram
Google+
Twitter
  • {{obligatorio}}