Opinión

El arte de parar: una reflexión sobre el autocuidado y la belleza que sana

Cristina Grueso García | Miércoles, 30 de Julio del 2025
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Vivimos en un mundo que glorifica la prisa. Se premia el rendimiento, la productividad, la hiperconexión, como si detenerse fuera una traición al ritmo impuesto. Pero ¿y si parar no fuera rendirse, sino volver a uno mismo? ¿Y si darnos un tiempo, aunque sea breve, fuera la forma más honesta de recordar quiénes somos?

El autocuidado ha sido secuestrado durante años por el marketing vacío. Lo hemos visto reducido a simples rutinas cosméticas, a eslóganes sin alma. Pero el verdadero cuidado de uno mismo es un acto profundamente político, íntimo y, sobre todo, humano. Implica escuchar el cuerpo, observar la mente, permitirnos sentir sin juicio, y también —por qué no— mirarnos con ternura frente al espejo.

La estética, cuando se divorcia del artificio y se abraza como una herramienta de expresión y reparación, se transforma en medicina. Es ahí donde entra en escena una nueva manera de entender la belleza: como refugio, como pausa, como ritual.

En lugares como Nails Factory Tomelloso, esa idea cobra cuerpo. No se trata únicamente de un salón de belleza. Es, en esencia, un espacio de contención. Un pequeño templo en mitad del ruido donde todo está pensado para que el tiempo adquiera otro ritmo. Allí, el silencio se vuelve cómplice, las manos que cuidan tienen memoria, y cada gesto —de mano a mano, del color al aroma— parece decir: “estás aquí, puedes respirar”.

En Tomelloso, la franquiciada Mónica García Carmona ha sabido imprimir a su centro Nails Factory Tomelloso esa calidez difícil de fingir. Su mirada no es la de quien dirige un negocio, sino la de quien comprende, desde lo hondo, que la belleza puede ser un canal hacia la recuperación de la autoestima, hacia la calma, hacia la identidad.

Y esto no es un lujo. Es una necesidad.

Darse un respiro no es solo una indulgencia de fin de semana. Es un derecho. Es una forma de resistencia frente al agotamiento colectivo. Sentarse un momento, dejarse cuidar, salir del piloto automático. Volver a casa con el cabello renovado y el alma más ligera. No porque alguien nos haya “embellecido”, sino porque hemos decidido priorizarnos. Aunque solo sea por una hora. Aunque sea por primera vez en meses.

Lo que Mónica y su equipo proponen no es una transformación superficial, sino una vivencia: la experiencia de estar presente, de reconectar con el placer de habitar nuestro cuerpo sin culpa, de permitirnos ser vistas desde lo bello, lo sutil, lo que brilla sin estridencia.

Parar es un acto radical. Es una forma de amarse. Y en tiempos donde todo nos empuja al olvido de nosotros mismos, crear espacios donde el cuidado es más que una palabra —donde es tacto, luz, silencio, escucha— debería ser no solo valorado, sino celebrado.

Quizá hoy sea un buen día para hacerlo.


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