Opinión

El influjo de la humanidad; en la adhesión global

Víctor Corcoba Herrero | Jueves, 4 de Septiembre del 2025
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“Los actos de empatía, totalmente desinteresados, de iniciativa propia y sin fines de lucro, son expresiones de entrega, para crear un astro más equitativo, sostenible y solidario, que apoye a las personas y puedan tener la familia que desean”.

Lo transcendental no es permanecer en viva acción, sino también perseverar humanitario; y, en consecuencia, nada de lo que sea humano debe resultarnos extraño. No olvidemos que, el vínculo esencial que tenemos en común, es que todos moramos en este pequeño planeta, respirando el mismo aire y bajo el mismo techo celeste. Nos merecemos entre sí, por tanto, la mano extendida como expresión de solidaridad integral e integradora. Indudablemente, en ese perdurar más allá de la asistencia urgente, el espíritu benéfico fortalece la inclusión de la salud, la educación, la preservación cultural y la protección de los grupos vulnerables. Precisamente, aquello que se cultiva corazón a corazón, es lo que revoluciona y evoluciona mancomunado.

En efecto, a poco que aunemos latidos conjuntos, germinará el verdadero afecto con su desprendimiento, haciendo que todo se reconduzca y progrese solidariamente, cuestión fundamental para abordar las causas más profundas de los desfavorecidos y las tremendas desigualdades. Pensemos en la pobreza, que no es solo falta de ingresos, también significa necesidad, exclusión, condiciones de vida inseguras y carencias como el acceso limitado a la formación o a la atención sanitaria. A propósito, la ONU reconoce que, en términos de desarrollo, los gobiernos no pueden actuar solos y que el voluntariado y la filantropía cívicas desempeñan un papel esencial, tanto para aumentar la concienciación acerca de la dificultad de los desafíos, como para impulsar una gesta colectiva en temas mundiales.

Justamente, somos fragmentos necesarios e imprescindibles, con la facultad de esclarecer y aclarar, con el coraje o ánimo de agente y los sentidos que obedecen a la razón. Porque, tras este lenguaje meditativo en busca de alianzas, es lo que incrementa la confianza entre los diversos grupos, para construir y reconstruir el llamado capital benefactor. Eliminar las barreras sociales y culturales y crear cohesión, por consiguiente, ha de ser nuestro afán y desvelo prioritario, desarrollando la resiliencia a través de la hazaña comunitaria y mejorando el sentido de responsabilidad grupal. De lo contrario, la inhumanidad será notoria y la indiferencia gobernará nuestro propio interior humano. Por ende, la atención de los necesitados y a los que sufren, no es algo accesorio, sino sustancial.

Desde luego, el influjo de la humanidad en la adhesión global es vital; al menos para que resurja la cooperación frente a los desastres, naturales o provocados por el ser humano. El cambio climático amenaza a quienes ya viven en la pobreza, haciendo más incierto el acceso a alimentos, agua y vivienda; pero, además, la incertidumbre se ha convertido en el nuevo arancel que toda la economía mundial está pagando. Sin duda, este aluvión de situaciones alienta y alimenta la volatilidad en las cadenas de suministro, erosionando la tranquilidad, por lo que habría que restaurar la estabilidad y la previsibilidad con el fin de que las empresas inviertan, las economías crezcan y el comercio cumpla su papel como motor de desarrollo general.

Ante una realidad en la que se dan graves restricciones de todo tipo, el impulso benefactor que todos los seres humanos llevamos dentro, es primordial para mejorar el espíritu armónico y la concordia para todos. Los actos de empatía, totalmente desinteresados, de iniciativa propia y sin fines de lucro, son expresiones de entrega, para crear un astro más equitativo, sostenible y solidario, que apoye a las personas y puedan tener la familia que desean. En este sentido, nos alegra que jóvenes de todo el mundo estén creando empresas sociales, liderando la actuación climática y reinventando el desarrollo comunitario. Ellos son nuestra esperanza, así como las herramientas digitales, que hacen que donar sea más accesible y transparente. La caridad, pues, es un deber. ¡Ejercitémosla!

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