Tarareando suavemente un
aguilandero manido por las repeticiones
de años y voces, aparece mi colega esta tarde de diciembre a pocas fechas de la
Navidad.
No niega el tiempo que
vivimos los días de diciembre mediado; ambiente frío a pesar de llamarlo
“fresquito”, sereno el aire, la tarde con capa de cielo seminublado, las gentes,
acuciadas por la prisa, se lamentan de no
llegar a ningún sitio a tiempo, saludan agitando las manos enguantadas.
Ciri percibe los halos de melancolía
difuminados en el ambiente de la cafetería que me han invadido. Se silencia
después de los saludos en espera del café y magdalenas.
—Te veo con cara si no
triste algo preocupada —comenta el compañero achicando los ojos como para dar
más agudeza a su mirada—, ya estás
tardando en compartir lo que te bulle en la sesera.
—Que me da mucha pena la
pobre Navidad —le respondo tras unos segundos resumiendo mi estado y sus
razones.
Ya conocéis a Ciri y sabéis
que es reflexivo y toma en serio las situaciones, antes de ningún comentario lo
piensa dos veces. No está muy aclarado y pregunta.
—Que te da pena la Navidad…
¿qué quieres decir con eso? No te comprendo bien. Si es uno de los tiempos más
emotivos del año, cuando se junta la familia, se refuerzan los lazos de amigos,
la gente parece más alegre. ¿No será que añoras los tiempos infantiles de
vacaciones colegiales, mañanas sin madrugar, mantecados, figuritas de mazapán,
chocolate calentito, churros? No puedes entristecerte ahora que llega.
—No es eso, compañero. A ver
si me aclaro bien y te explico: Imagínate la tienda de un gran supermercado repleta
de toda clase de artículos que van desde comida, limpieza, ropa,
electrodomésticos, etc. Piensa que avisan por las calles de la ciudad, que a
tal hora se abrirán las puertas y cada cual podrá llevarse, sin pagar, lo que
quiera, lo necesite o no.
Solo unos segundos de
silencio necesita mi amigo para hacerse a la idea.
—Ya está imaginado —responde
Ciri con una mueca de preocupación en la cara—, pero no sé a dónde quieres
llegar con este ejemplo.
—Fácil, querido amigo. Se te
ha representado una marabunta de personas con coches, carritos, bolsas, sacos…
En pocas horas del establecimiento no quedan ni las estanterías ¿verdad?
—Sí,
así se me ha figurado. Pero continúo sin comprender lo que quieres comunicarme
con esta imagen.
—Supón
ahora, dilecto Ciri, que ese gran mercado es la Navidad, a ella hemos llegado
todos individualmente o en grupos, y hemos extraído lo que más han demandado
nuestros intereses egoístas en beneficio de nuestras ingresos económicos,
provecho de ascenso personal, vacaciones, una y mil cosas. Lo que en un
comienzo era una fiesta religiosa, celebrando el Nacimiento de Jesús ha pasado
a ser por miles de razones un negocio mundial imparable. Sin olvidar durante
los últimos años las ideologías que se llaman progresistas manipulando las
figuras de la representación del belén por “sumo respeto” a los fieles
de otras religiones y creencias.
—El ejemplo es muy
elocuente. Visto así, debo coincidir contigo aun pecando de desesperanza.
—La situación es más grave si
miramos al Cristianismo y muchos de sus representantes jerárquicos y
feligreses, parece que todo está cumplido poniendo un “belencito” en los
templos y animando a los practicantes del culto a que no olviden ponerlo en las
casas sin sustituirlo por el “arbolito”. Junto a eso, están olvidando lo más
esencial del aquel Hecho Histórico.
Un silencio aplastante nos
abate. Creo que he contagiado a mi amigo con mi situación personal de tristeza,
frustración, melancolía, rabia o impotencia. El compañero se mantiene serio,
pensante, preocupado, investigando en su mente. A la vez concluye el último
bocado de magdalena y el postrero sorbo de café. Me mira afinando la mirada,
como he dicho al comienzo. Me coge el
brazo y aprieta, con voz suave dice:
—Ese gran establecimiento
del que me has hablado ha quedado vacío después de la tormenta de la multitud,
pero ha quedado ahí… Esa Navidad de la que hablas puede estar vacía de su
contenido originario y específico en nuestros días. Error sería buscar
culpables a los que acusar. Necesario es encontrar soluciones y las tienes
delante:
»Un matrimonio pobre en
camino, los acompaña un burro…
»Han tenido que dejar su
casa y su trabajo…
»Ella embarazada y cumpliéndose
el tiempo para dar a luz…
»Nadie los acoge ni siquiera
en la posada.
»Se refugian junto a unos
animales en una cuadra…
»Allí les nace el Hijo Querido,
el que cambiará la Historia de la Humanidad.
No se necesitan más
comentarios.
Abrazo fuerte a mi amigo.
Siento que unas lágrimas
recorren mi cara y un sollozo me ahoga el habla.
Ciri calla y comparte el
momento.
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Viernes, 12 de Diciembre del 2025
Sábado, 13 de Diciembre del 2025
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