Opinión

Dualismo existencial

Fermín Gassol Peco | Sábado, 28 de Abril del 2018
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Uno de los universales en toda relación es la dualidad. La dualidad es el caldo de cultivo de todas nuestras decisiones. Y es que por muy complejo que sea el ser humano, la mayoría de las veces el comportamiento suele ser binario independiente de que algo tenga entidad siempre y cuando pueda ser contrastado y comparado con al menos otra realidad.

 Estos dualismos existenciales se han ido adecuando con los problemas que el hombre se ha encontrado y a las soluciones que ha logrado en cada momento, descubriendo sus capacidades, ascendiendo por paredes más o menos verticales de la historia, apoyado en sus dos grandes bastones, la cabeza y el corazón. Y así ha llegado a donde está.

Fue Augusto Comte el que definió esta escalada estableciendo tres niveles de conocimiento, sus ya conocidos estadios del saber; la religión, la filosofía y la ciencia positiva como cima de este conocimiento; el hombre positivo, cerebral, exacto, matemático, ese es el hombre que según este filósofo francés llegaría un día a dar con la plenitud del saber universal. Comte desarrolló esta teoría a mediados del siglo IXX. Pues bien, ¿Ha logrado el hombre de hoy ser más cerebral que hace más de siglo y medio?  

A nivel personal el hombre actual es más positivo; plantea la vida de manera más práctica, más efectiva. El desarrollo y los descubrimientos científicos hacen que sepa el porqué de muchas cosas que tiempo atrás, bien se desconocían o se atribuían a generalidades. Hoy el saber es mucho más específico que es como deber ser todo verdadero conocimiento, aquel que distingue lo exclusivo, de lo parecido o de lo general. Por eso hoy existen muchas más especialidades, tanto a nivel universitario, científico o técnico, como en la formación profesional; en materias intelectuales como en las manuales. Hoy toda persona que quiera sobrevivir en esta compleja maquinaria social ha de estar especializado en alguna de esas materias.

            A nivel social, sin embargo, los hombres y mujeres seguimos un comportamiento más mezclado con el pasado. Gustamos de rememorar viejas costumbres, mantener tradiciones que se dan de plano con la forma de concebir la vida a diario. Quizá sea como una contraprestación a una vida que sabe y huele a poco o que no nos ofrece los olores y sabores de nuestras raíces; y es que no todo en la vida es “aluminio”, aunque este metal tenga muchas e indudables virtudes.

A nivel político, la cosa se complica y mucho. Mantenemos con demasiada frecuencia posturas que tienen que ver con el pasado…y con nuestro corazón. El hombre de hoy, positivo, racional lo es menos cuando “piensa” en decisiones donde el pasado y la historia, donde la genética y la tradición juegan un papel todavía destacado a la hora de decidirse por una u otra opción. Si para Comte la fase filosófica del conocimiento tendría que ser superada por la científica, no parece que muchas personas actualmente a la hora de decantarse por una u otra opción política actúen con la frialdad de una decisión de la mente, sino más bien con la decisión un tanto atávica del calor del corazón.

Y como es lógico, porque no sería nada serio, dejo a un lado a todos aquellos que toman las decisiones con el único criterio del estómago agradecido. Esos no formaban parte del pensamiento de Comte, porque los pesebres políticos aún no existían. 

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