Qué desagradable y violento le debe resultar a nuestro presidente autonómico estar en clara discordancia con la política de concesiones a los partidos independentistas, (más en concreto y de momento al que representa Puigdemont), que está practicando el gobierno de la nación.
Emiliano García Page es un socialista veterano, es decir un socialista con solera. Un político curtido, con experiencia y que desde ese montículo orográfico en que está situado Toledo, lejos del ruido político de la Moncloa, observa la deriva en la que su partido anda sumido. Una dinámica incierta, arriesgada, quizá temeraria, donde la desigualdad entre las distintas autonomías parece cobrar carta de naturaleza. Una desigualdad de trato que tiene su origen, no en una causa o certeza justa sino en la necesidad de seguir contando con apoyos necesarios para que Pedro Sánchez mantenga el poder ejecutivo de la nación.
Las últimas declaraciones del presidente castellano manchego, en contestación a las de la vicepresidente del gobierno María Jesús Montero "uno tiene que saber cuándo juega su equipo y qué camiseta lleva" son tan lógicas como esperadas, en todo caso llenas de verdad. "Como persona concienciada políticamente, siempre he tenido una sola camiseta desde mucho antes de los que ahora las reparten", en clara alusión a quienes le afean no seguir a pie juntillas todo lo que La Moncloa decide. Y lo hace desde ese montículo no ya orográfico sino electoral, siendo el único dirigente socialista que gobierna con mayoría absoluta. Un socialista de corte clásico, con muchas más luces que sombras; un socialista del siglo XXI, que reconoce el esfuerzo e iniciativa privada como motor económico, sin mayor problema.
Un dirigente socialista que trasmite acercamiento y cordialidad, sin caer en el resentimiento e insulto; un comportamiento propio de todo aquél que enfoca la vida, en este caso la política desde su lado positivo, sin renunciar al profundo carácter social.
Su otra alusión a la ya famosa camiseta creo que tuvo dos destinatarios. Puigdemont y Sánchez, aunque se refiriera al primero diciendo que lucha para que el prófugo no le ponga una camisa de fuerza a las instituciones del Estado, resultando algo palmario y evidente que Sánchez sería quien estuviera permitiendo esto.
Lo que resulta por otra parte preocupante para una buena parte de la ciudadanía, no es sólo el trato que Pedro Sánchez está otorgando a los independentistas, sino el carácter autoritario que sus más próximos colaboradores están trasmitiendo ante cualquier opinión discordante, léase también a Felipe González, Alfonso Guerra, históricos y cualificadísimos miembros del partido. Un comportamiento el de este gobierno que parece estar muy próximo al pensamiento único y por tanto alejado de esa camiseta de libertad a la que Emiliano García Page acabó refiriéndose.
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