Hay un tipo de lucha que no se ve. No lleva armadura, ni
deja cicatrices en la piel. Es silenciosa, íntima, casi invisible para los
demás. Es la batalla diaria que libramos contra la desmotivación, el miedo, el
“no sé qué quiero”, “no sé qué camino coger”, y el “quizá no sirvo para esto”.
Nadie nos entrena para esa guerra. Nadie nos dice que, a veces, el enemigo más
feroz es la propia mente susurrando que sería más fácil dejarlo, rendirse.
Porque el camino hacia conseguir algo, no es una línea
recta. No es una escalera ascendente ni una serie de éxitos encadenados. Es,
más bien, un trayecto lleno de niebla. Donde muchas veces no sabes hacia dónde
vas, ni siquiera hay un destino final. Solo avanzas. A veces a tiendas, porque
es lo que “tienes que hacer”, a veces de rodillas. Y otras, simplemente, te
detienes, y piensas en volver atrás.
¿Qué hacemos cuando ya no sentimos el impulso inicial?
Cuando la ilusión se diluye, la meta se desdibuja y nos sentimos perdidos en un
terreno donde todo es duda. ¿Seguimos? ¿Parar es fracasar? ¿Buscar otro camino
es cobardía o sabiduría? ¿Pararse es debilidad?. Nada de eso.
Lo cierto es que estar perdido no significa estar derrotado
o estar fallando. Dudar, tener miedo, cuestionarse, frustrarse, son signos de
vida. Son prueba de que no caminamos con los ojos cerrados, sino con la
conciencia despierta. Rendirse, en cambio, no siempre es abandono. A veces, es
solo una pausa necesaria. Un acto de humildad para tomar aliento, reconfigurar
el rumbo o simplemente descansar.
No nos enseñan a sostenernos cuando no hay certezas. Se
valora la productividad, la acción constante, el saber siempre lo que se
quiere. Pero, ¿Y si la verdadera fuerza está en resistir sin tenerlo claro? ¿Y
si la valentía no es no tener miedo, sino pedir ayuda?
Conseguir algo, implica muchas veces perderse antes. Implica
caer en la duda, tocar fondo en la desmotivación, y aún así, conservar una
chispa. Un punto de luz pequeñito, pero lleno de vida. La chispa de lo que un
día te ilusionó, pero que aún no saber poner en palabras, pero que te llama
desde lo hondo. Aunque no sepas cómo llegar, aunque no sepas si quieres o
puedes, aunque el camino se haga eterno, siempre hay luz dentro.
No es una carrera, no hay reloj. No hay un solo modo de
llegar. Solo una decisión constante: Tratarte con compasión y seguir de la
forma que necesites.
Y entonces, un día, sin saber cómo, esa niebla empieza a
disiparse. Y ahí estás tú, de pie, no porque todo haya salido perfecto, sino
porque no te rendiste del todo. Eso es siempre una victoria.
Dedicado a Cristina y a Paulina. Dos puntos de luz que nunca
paran de brillar.
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Miércoles, 28 de Mayo del 2025
Martes, 27 de Mayo del 2025
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Jueves, 29 de Mayo del 2025
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